La mentira piadosa que se hizo realidad

Natalia Junquera

Hermann Schreiber y su esposa, Teresa Domínguez, ya no pueden comunicarse. Ella olvidó hace años el alemán que aprendió cuando emigró a ese país para ganarse la vida tras quedarse viuda, y a él cada vez le cuesta más recordar palabras en la lengua materna de la mujer de la que se enamoró en aquella fábrica alemana en la que se conocieron. Este matrimonio de octogenarios, residente en Vigo, fue golpeado doblemente por la enfermedad más cruel: el alzhéimer. A Hermann, diagnosticado un lustro después, le gustaba tocar la armónica para su mujer. Desde el encierro por coronavirus ha multiplicado su audiencia. Su cuidadora, Tamara Sayar, le hizo creer un día que los aplausos en los balcones para el personal sanitario eran, en realidad para él y su “concierto”. Y lo que empezó siendo una mentira piadosa se ha convertido en realidad: tras hacerse viral el vídeo grabado por Tamara en el que Hermann sonríe en la ventana ante los aplausos, sus vecinos corean ahora su nombre todos los días a las ocho de la tarde.

“Este lunes se emocionó mucho. A veces le pasa. También me preguntó si podía cantar y le dije que por supuesto. Se estrenó con una canción tirolesa y ahora estamos pensando el repertorio. Es para comérselo. A mí me ha dado la vida, sobre todo ahora”, explica Tamara. Es madre soltera y para poder seguir cuidando con esa delicadeza a Hermann y a Teresa, ha tenido que separarse de su hija, de 10 años. “La he llevado con mi padre, que es bombero jubilado y vive en Sanxenxo”. También Teresa tuvo que dejar a sus pequeños con su suegra hace varias décadas cuando emigró a Alemania buscando trabajo. “Mi hija lo lleva mejor que yo. Los niños, como Hermann y Teresa, no se enteran tanto de lo que pasa”.

El alzhéimer es cruel para los familiares, pero traspasado un punto, ofrece a los enfermos un poder maravilloso: la capacidad de olvidar las malas noticias. Teresa no es consciente de la situación, aunque mira con asombro a Tamara, que ahora lleva mascarilla por la casa. Hermann sí entiende lo que sucede. “Está un poco aburridillo, aunque antes tampoco tenía una gran vida social. Salíamos a comprar el pan, a dar un paseíto al sol, y dos veces a la semana iba a un centro de día”, explica su cuidadora. Al centro de día también se llevaba la armónica. En realidad, la lleva a todas partes desde hace años. “Estuvo trabajando en una fábrica en China y cuenta que a los chinos les encantaba oírle tocar. Ahora Hermann está enfadadísimo con ellos porque dice que comen animales raros”.Tras hacerse viral el vídeo grabado por Tamara, los vecinos de este jubilado alemán corean su nombre todas las tardes

La Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer y otras Demencias de Galicia (Afaga) advierte de que el encierro les desorienta aún más. Algunos se escapan y ya han sido multados. Han pensado en hacerles una justificación, pero si salen a la calle tienen que acordarse de llevarla y enseñarla, lo que no es fácil. Al estar confinados, también han dejado de ir a los centros donde hacían ejercicios para tratar de retrasar la enfermedad.

Tamara ha improvisado unos deberes en casa para Hermann. A él le gusta sacar los álbumes y enseñar fotos de sus viajes con Teresa: a Brasil —donde ella tenía a un primo—, la vez que hicieron el camino de Santiago… “Yo le hago preguntas sobre las fotos, para hacerle recordar. A veces se emociona, pero también nos reímos mucho. Otra cosa que le encanta es ver westerns en la televisión”.

Cuando les falla el castellano, porque Hermann ya solo habla prácticamente en su lengua materna, se comunican por gestos y cariño. Tamara ha hecho un cartel en alemán para recordarle que se lave las manos. A veces se le olvida y otras lo hace muchas veces seguidas para enseñar a su cuidadora que ha cumplido.

Hermann tenía previsto un viaje a Alemania el 1 de abril con su hijo, pero tendrá que esperar, como la escapada a Londres que Tamara había planeado con su hija. De momento, se ayudan el uno al otro durante el encierro, distrayendo las horas hasta el concierto de las ocho.

Publicado originalmente en El País

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