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La lucha: una historia gráfica de las defensoras de derechos humanos de Chihuahua

Eliana Gilet

“Esta historia es un reconocimiento al trabajo realizado en un lugar considerado de los más peligrosos para defender los derechos humanos en México”, explica Luz Estela Castro, referente del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (Cedehm) de la entidad.

La propuesta surgió a instancias de la organización irlandesa Frontline Defenders, que eligió a México, particularmente a Chihuahua el estado norteño, para ser la primera de una serie de novelas gráficas que documenten el trabajo de defensores de derechos humanos a nivel mundial. Esta listo, se llama «La lucha, historia de las y los defensores de derechos humanos en Chihuahua».

No es caprichosa la elección de ese estado mexicano como el más urgente en que la tarea se haga visible y sobre todo, en evidenciar los obstáculos que deben sortear quienes trabajan. “Chihuahua es el estado que tiene mayor número de medidas cautelares y de protección de los defensores. En el Cedehm somos unas 30 personas, todas protegidas (incluso por la Corte Interamericana de Derechos Humanos) que a su vez nuclea a otras 7 organizaciones de defensoras que viven en riesgo”, relata Luz.

“Es una iniciativa inédita y creativa. Cuando llegaron los jóvenes de Frontline Defenders – el promotor de la iniciativa, una orga irlandesa – a Chihuahua, no hablaban español, ni nosotros hablamos inglés. Fíjate que cuando nos lo propusieron no entendíamos mucho qué era lo que querían hacer. Nos dijeron que era un cómic y les dijimos que no tiene nada de cómico lo que hacemos».

La construcción de la novela gráfica también tuvo que ver en que el producto sea tan interesante. Sigue relatando Luz: “Entonces les propusimos a los jóvenes que nos acompañaran y así lo hicieron durante dos semanas. Se subían a la camioneta con nosotros e iban registrando todo como un big brother” Luz no puede evitar reírse al enunciar la analogía. Esa vigilancia, que en este caso no les resultaba molesta y que ahora presentan con orgullo, hizo parir la novela de la percepción directa de la tarea de unos que ni siquiera comprendían el idioma. Fue la experiencia entonces, la que moldeó el producto.

Los comienzos de la lucha. Luz insiste en recordar los nombres de cada una de las que la precedieron, o con quien compartió tarea en los más de veinte años que lleva actuando como defensora de derechos humanos, o mejor dicho, de los derechos humanos de las mujeres del rincón más alejado de la República.

“Cuando le tienes amor a la tierra y te enfrentas a una violación masiva de derechos humanos, al punto de convertirse en una epidemia, tienes dos caminos: o te sales de ese lugar o te quedas allí a hacer lo que te toca”. Las que se han quedado a hacer lo que les toca no son pocas ni son nuevas. “Las mujeres han tenido el absoluto protagonismo en esta lucha, un accionar vigoroso, constante y de mucha resistencia. La esperanza la renueva el colectivo de mujeres defensoras”.

Las defensoras son mujeres que, en muchos casos, están vinculados a las víctimas de la violencia. “Son víctimas o sus madres, que han sabido rastrear el desierto en busca de cuerpos, de hacer un volante o un periódico mural en Chihuahua. Es una experiencia que no se repite en otras partes del país con esta intensidad.”

Ese fue el caso de Marisela Escobero, asesinada en 2010 mientras acampaba en la Plaza Hidalgo de la ciudad de Chihuahua, frente al Palacio de Gobierno, en reclamo por el asesinato de su hija Rubí, ocurrido en Ciudad Juárez en 2008.

Sin embargo, el episodio que fue fundante y marcó la historia de ese lugar fue conocido como el caso del “Campo Algodonero” o “las muertas de Juárez” y que refiere a la desaparición de tres jóvenes, Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez, cuyos cuerpos fueron encontrados en un campo algodonero en Ciudad Juárez, Chihuahua, en noviembre de 2001. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) falló en 2009 sobre este caso contra el Estado mexicano por la indefensión de las víctimas, pese a tener evidencias de la existencia de un patrón de violencia machista en la zona. Tampoco investigó como correspondía, preservando la impunidad de lo sucedido, que es lo que vuelve a la práctica sistemática. No que les suceda a todas las mujeres, sino que los casos que ocurren mantienen a sus perpetradores en la impunidad.

“El fallo de la Cidh en el caso del Campo Algodonero es emblemático y no puede ser secuestrado por nadie. Es producto del esfuerzo de toda una historia de madres, víctimas, organizaciones que han acompañado y de feministas, que fueron quienes nos brindaron el bagaje antropológico y cultural para poder darle una explicación a lo que estaba sucediendo. El caso del Campo Algodonero es parte de la historia de la comunidad”. Señala a dos pioneras en esa lucha, que en la década del 90 levantaron la voz sobre lo que estaba pasando y permitieron visibilizar la epidemia: Esther Chávez Cano e Irma Campos Madrigal.

¿Hay algún caso en que haya habido justicia? Luz revuelve en la memoria y brinda el dato: “No en general, sino algunos avances aislados, por ejemplo en un caso que llevo, el asesinato de Hester Van Nierop, una mujer holandesa ocurrido en 1998, que hace un año se detuvo al presunto responsable”. Más de diez años impune.

¿Qué caso ha sido el más impactante del último año que destacaría? “Han sido muchísimos, pero particularmente el de una chica asesinada, una jovencita de apenas 18 años, que fue raptada a los 14 por “su pareja”, que era un policía de 44 años. Él la secuestró, la violó, la torturó y luego la asesinó”.

El respaldo internacional y las trancas locales. A la primera persona que Luz quiere destacar, a quien reconoce como el alma mater de la atención internacional sobre la tarea de las mujeres norteñas es Cristina Hardaga. Esta joven feminista dedicada a la temática funcionó de nexo entre las locales y los organismos internacionales. “Fue el motor que nos unió con las misiones diplomáticas y los representantes de las Naciones Unidas, ten en cuenta que estamos a 1500 kilómetros de distancia del DF”.

Luz destaca la presencia internacional en la presentación de la edición en español de “La Lucha” que tuvo lugar en la mañana del martes 17, en el Centro Prodh de la Ciudad de México. Además de destacar a su colega Rosina Uranga, del Cedehm, Luz marcó la importancia de tener tanto a Ana Güemez, representante de Onu-mujeres México, como a Jesús Peña, representante adjunto de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

¿Cómo opera esa presión internacional sobre la coyuntura local cotidiana? “La presencia internacional eleva el costo para el Estado por los ataques que padecemos las mujeres. Tenemos un gran problema con el gobierno del estado de Chihuahua. Para el gobierno somos un estorbo, por los señalamientos duros que hacemos sobre lo que sucede. El gobernador César Duarte nos ha dicho que “si no les gusta este lugar, pues que se vayan”, y no se trata de eso. Nos ha acusado de defender otro tipo de intereses, ha dicho que nos pagan. Busca deslegitimar nuestro trabajo en un lugar que está tan lastimado por la violencia, dónde es tan difícil ser mujer, ser abogada, ser defensora que el abrazo que nos ha dado Frontline Defenders con su novela gráfica, ha sido fundamental para concientizar de otra manera el trabajo que realizamos.”

¿Dónde se consigue el libro? «Seguro estará en la librería Gandhi, o en el Péndulo». Pero también en las actividades de presentación de la versión en español, que se completan en el DF en la tarde del martes en la sala Octavio Paz, del Senado Nacional. También en el Conversatorio “Visibilidad y Comunicación estratégica para la protección de las defensoras de derechos humanos” el miércoles 18, en Centro Prodh.

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