Son pequeñas historias de rebeldía cotidiana. Son voces y rostros de mujeres. Son nombres, veredas, alegrías y no pocas angustias. Son la lucha dentro de la lucha.
Ellas no sólo tienen doble jornada, la del trabajo remunerado y la doméstica, sino que hacen un tercer turno en las marchas, los plantones, la resistencia, la organización autónoma y la revuelta. Hay quienes trabajan para obtener un salario para vivir, al mismo tiempo que cuidan a sus hijos y la casa, y le arrebatan horas al sueño para pintar una manta, salir a la calle, enfrentarse a la policía, organizarse junto a su barrio, fábrica o comunidad. Algunas han tomado un arma por una causa justa; otras han ido a la cárcel por defender su tierra; unas más se organizan en el refugio al que han sido arrastradas fuera de su país. Otras viven la cotidiana rebeldía en su propia casa o en la esquina de una calle cualquiera en la que ofrecen unas horas de placer por unos pesos.
Son obreras, campesinas, indígenas, empleadas, trabajadoras sexuales, refugiadas y guerrilleras. Sus historias vienen de un campamento de refugiados saharauis en el desierto de Argelia; de las fábricas recuperadas de Buenos Aires, Argentina; de las rebeldes montañas de la Selva Lacandona, en Chiapas; de un barrio de Belén, en Palestina; de la cocina de un restaurante cualquiera de Turquía; de la cárcel de Ángol, en Chile; de las crudas calles de Bahía, en Brasil; de los barrios marginados de París, Francia; de las comunidades de migrantes mexicanas en Chicago, Estados Unidos; y de las maquiladoras de la ciudad fronteriza de Tijuana, México.
Nos conocimos en diferentes momentos y espacios. Platicamos durante horas, días e incluso durante años hemos mantenido una comunicación abierta en la que intercambiamos historias y sueños. De todas queda la firme voluntad de no rendirse, de no conformarse, de jamás agachar la cabeza y, sobre todo, de organizarse.
Son Wafa, Ramona, Aysel, Mãe Preta, Jadiyetu, Margarita, Flor, Eva, Alicia, Patricia y Zina, quienes comparten pedacitos de su historia y rebeldía. Son ellas en su emancipadora cotidianidad las que obligan a no rendirse. Son ellas y millones de luchadoras más las festejadas en este centenario del Día Internacional de la Mujer.