Cine para ver

Alberto Cortés

La libertad del diablo o la máscara como personaje principal

Es una película que me ha costado trabajo ver, desde el título, dos palabras casi antagónicas, la libertad es parte fundamental para desarrollar cualquier actividad humana, a partir de la libertad, se puede todo, en cambio el diablo es un personaje aburrido que depende de dios para existir, es un invento de la mente religiosa para darle sustento al bien. Va mi lectura. Los personajes traen máscaras con una tela y una textura que los hace ver como calaveras parlantes. Mujeres que lloran a cámara mientras la tela de la máscara perpetua la liquidez de las lágrimas. Los relatos son tremendos, son testimonios importantes, solo que no tienen rostro. A los veinte minutos aparece un sicario que mirando a cámara desde su oportuna máscara nos habla de las sensaciones de un criminal, el director de la película pregunta desde fuera de cuadro lo que le interesa saber. Sigue otro sicario que pretende bordar sobre lo difícil que es matar niños, aprovechando el tema, inicia escena de niños encapuchados. Todos los que aparecen llevan máscara y éstas de alguna forma igualan a sicarios y víctimas ya que tienen el mismo rostro. La mano del director, siempre presente ya sea como entrevistador fuera de cuadro, o como interventor de rostros, uno no puede dejar de pensar porque decidió usar ese recurso. En el caso de los sicarios está claro; preservan su anonimato, y desde el no rostro dicen lo que quieren, así desfilan por la cámara sicarios, policías federales, soldados y otros asesinos que con un tono de voz lastimero nos quieren convencer de algo, que aún no descubro. Fuego en un vehículo para crear algo de tensión mientras vemos un retén militar. Pasamos de un caso a otro de la víctima al victimario, como iguales con el mismo derecho a decir su versión de los hechos, apelando a las emociones, unos con la ira y el dolor, otros pretenden chantajearnos y convencernos que su trabajo es difícil y ni modo, alguien lo tiene que hacer, ¿de qué lado de lo correcto estamos?.

Las palabras son muy fuertes, las anécdotas tremendas, las confesiones cínicas pero todas tienen su carga dramática, por eso están ahí, es mas importante el golpe emocional que el análisis.

Todo para llegar a plantearle al sicario (diablo) que si pediría perdón, este tras su calavera de tela admite que sí, quiere pedir perdón, uno sincero de verdad, de hecho lo está haciendo con esta oportuna exposición mediática, pero quién lo puede perdonar, ¿los espectadores?, o tal vez el mismo Dios.

Para rematar el discurso las víctimas sobre todo las mujeres dicen su verdad, ni perdón ni olvido, tampoco miedo.

La película termina con una mujer, una de quienes han dicho su palabra y mirando a cámara se quita el artificio de la máscara para descubrirnos un hermoso rostro cargado de vida, incluso llega a sonreír. Entonces me pregunto por qué nos hemos perdido la gestualidad del rostro de las víctimas, son personas que tienen nombre y apellido, también dignidad, ¿será necesaria la omnipresente máscara? Para los sicarios, militares y policías les brinda la posibilidad de seguir en el anonimato pero a los otros les quitaron mucho de su expresividad. Me parece que en este México de hoy no todos somos iguales.

Alberto Cortés

Director de cine ganador en tres ocasiones del premio Ariel. Egresado del Centro Universitario de Estudios Cinemátográficos, entre sus películas y documentales se encuentran Amor a la vuelta de la esquina, Ciudad de Ciegos, Corazón del Tiempo, La tierra de los Tepehuas, Resistencia…somos gente del maíz, entre otros.

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