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La libertad de expresión es una ilusión bajo la ocupación israelí

Santiago Montag

Con el asesinato de la periodista Shireen Abu Akleh en manos de soldados de Israel, quedó al descubierto el sistema represivo que Tel Aviv despliega contra los y las comunicadoras en Cisjordania y Gaza.

Pasaron más de 30 días del asesinato de Shireen Abu Akleh, la reconocida periodista de la cadena Al Jazeera, mientras cubría un ataque del ejército de Israel en un campo de refugiados en Jenín, al norte de Cisjordania. Lo ocurrido fue sentido por toda Palestina, entre los sectores progresistas de Israel y en millones de periodistas y activistas a nivel mundial. Para hablar sobre la situación que viven día a día los y las periodistas palestinas, en La tinta conversamos con varios colegas que conocían a la periodista ultimada.

El asesinato de Shireen conmocionó al pueblo palestino. Su funeral fue una larga procesión desde el lugar de los hechos hasta Jerusalén. La periodista fue acompañada por miles de colegas, amigos, familiares y su propio pueblo hasta el lugar donde ahora descansa.

La lucha de narrativas de los hechos entre el pueblo palestino y el Estado de Israel, atraviesa todos los niveles imaginables, incluso en un caso como este. Pero el relato del gobierno israelí está cayendo como un castillo de naipes. Y con cada carta que se derrumba, mayor es su respuesta para ocultar la verdad y silenciar a la prensa.  

Desde un principio, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) intentaron ocultar su responsabilidad en el asesinato de Shireen: distribuyeron videos de palestinos disparando y crearon una sensación de que la periodista, junto a sus compañeros, estaban bajo fuego cruzado. Hasta dijeron que su muerte pudo haber sido “sin querer”, mientras los soldados israelíes estaban en combate. Sin embargo, hasta el momento, Tel Aviv se ha negado a entregar pruebas concluyentes sobre lo que sucedió ese día. Pero varios indicios muestran que los periodistas se encontraban muy alejados del supuesto enfrentamiento, según expone una investigación del Washington Post, un periódico vinculado al establishment norteamericano, que es el principal tutor del Estado de Israel.

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(Imagen: Infobae)

Según la investigación, el grupo de periodistas estaba terminando sus labores, ya que los enfrentamientos habían finalizado 30 minutos antes de la muerte de Shireen. A este diario, Ali al-Samoudi, productor de Al Jazeera, le dijo en una entrevista: “Estábamos muy seguros de que no había palestinos armados ni intercambio de disparos o enfrentamientos con los israelíes (…) Estaba totalmente tranquilo, no hubo disparos en absoluto”. 

Control y represión

El asesinato de la periodista expuso cómo Israel aumenta año tras año, por distintas vías, la represión, la opresión y el colonialismo sobre el pueblo palestino. 

Con Estado israelí, nos referimos a algo más amplio que las instituciones inmediatamente vinculadas al poder de los gobiernos, como el aparato represivo y judicial. Existe una base social vinculada a las organizaciones de la sociedad civil que actúan con relativa autonomía, como empresas (algunas directamente colonialistas, como Alon Ribu’a Kahol o Nahalat Shimon, que operan desplazando palestinos y palestinas de sus tierras); organizaciones sindicales con rasgos empresariales, como el Histadrut, o los partidos políticos (en su mayoría inclinados hacia la derecha) y organizaciones de colonos religiosos-nacionalistas (como Yesha), que atacan sistemáticamente a ciudadanos palestinos para finalizar la limpieza étnica y ocupar triunfalmente la tierra prometida por Dios. 

También podemos mencionar el accionar de los medios de comunicación hebreos, que conforman uno de los pilares de la propaganda del Estado y que, al mismo tiempo, se jactan de ser “democráticos” porque -acorde a los criterios de los países europeos- permiten la “libertad de prensa”. Si bien existe un amplio abanico de medios, desde progresistas como Haaretz hasta de ultraderecha (Israel Hayom o Yedioth Ahronoth), trabajar en ellos es difícil para los árabes-israelíes (palestinos que viven en los llamados territorios de 1948, actualmente Israel) es casi imposible. En los hechos, como veremos luego, existe un estrecho control de lo que se escribe en la prensa, quiénes tienen el derecho a opinar y cómo la procedencia étnica es determinante. 


Los asesinatos de periodistas son la punta del iceberg, pero existen encarcelamientos, torturas, hostigamientos, ataques deliberados en las protestas y un largo etcétera. A esto, Israel logra hacerlo principalmente porque existe una base social que vira cada vez más hacia la derecha, en un contexto de aumento de la presión de los colonos nacionalistas judíos sobre el gobierno para avanzar en desplazar a los y las palestinas. También debemos mencionar que tanto la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Cisjordania como Hamas en la Franja de Gaza controlan varios medios de comunicación y reprimen a periodistas críticos para así mantenerse a flote en las respectivas administraciones, algo que favorece directa o indirectamente a Tel Aviv.


Este año, en particular, estuvo atravesado por la tensión ocasionada desde antes y durante el Ramadán, donde se combinaron varias festividades judías, musulmanas y cristianas: de los ataques individuales de palestinos armados contra ciudadanos israelíes, pasando por la crisis política profundizada por la salida de Benjamín Netanyahu, hasta llegar al actual gobierno israelí que no logra recomponerse. 

Shireen estuvo expuesta a esta situación, incluso siendo una personalidad y con la cobertura de un medio de comunicación masivo, como es Al JazeeraA ella, sin más, la mataron por ser periodista. Que en su chaleco antibalas estuviera la palabra “PRESS”, en tamaño gigante, es justamente lo que la identificó para que un francotirador apretara el gatillo. Ser periodista en Palestina es ser un objetivo. 

El objetivo número uno

“Trabajar como periodista bajo la ocupación es muy hostil, peligroso e imprevisible. Siempre estás alerta, tenés miedo de lo que te pueda pasar si estás en el campo, porque pueden matarte si te pegan las balas, los gases lacrimógenos y el agua de mofeta, o las bombas de sonido. La gente piensa que este tipo de armas son ligeras, pero no. Las bombas de sonido pueden dejarte sordo o sin poder escuchar por un tiempo”.

Las palabras son de Vera Sajrawi, oriunda de Haifa, una ciudad “mixta” dentro del Estado de Israel. Actualmente, es editora y escritora de la conocida +972 Magazine; también fue productora de televisión y radio en la BBC y Al Jazeera. Vera tiene acumulada una enorme experiencia en cubrir enfrentamientos en Belén, Ramalá y Jerusalén.

Desde las montañas que miran hacia el Mediterráneo Oriental en su ciudad, envía por audio un relato estremecedor: “Una vez, ante los manifestantes en Haifa, las fuerzas israelíes se pusieron muy agresivas para dispersar a la multitud pacífica. Estaba huyendo de un ataque de las fuerzas a caballo (que son realmente grandes, para aplastar y empujar a la multitud). Los manifestantes empezaron a luchar para refugiarse. Pensé que era una buena idea esconderme detrás de una especie de valla de piedra. Me vieron, vi a un policía a los ojos y él disparó dos bombas de sonido, una a mi izquierda y otra a mi derecha. La explosión de las bombas en el suelo me quemó la piel, se me quemó la ropa, el humo me asfixió y perdí la audición durante unos minutos”. 

“Fue la experiencia más aterradora de mi vida como palestina y como periodista con experiencia en cubrir enfrentamientos –recuerda Vera-. Había una voz dentro de mí que me instaba a resistir, pero me rompí en pedazos y esa experiencia me dejó marcada. Incluso, hablar de eso ahora me trae todas las emociones, porque el miedo es implacable. Israel es despiadado, quiere instalar el miedo en los corazones y las mentes de los periodistas. Es para que dejemos de cubrir la realidad y exponer los crímenes de la ocupación al resto del mundo, que es donde podríamos encontrar apoyo o donde podríamos lograr más presión internacional para que Israel frene sus crímenes”.

Entre sollozos, Vera agrega: “Nuestro trabajo no va a liberar a Palestina, pero cuando se vigila y se expone a Israel, es suficiente con presionar para que haya más justicia. Se supone que estamos protegidos por el derecho internacional, pero este no es el caso. Israel nos convierte en el objetivo número uno”.

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(Imagen: Diario Hoy)

El relato de la periodista prosigue, casi descarnado: “Algo que no se conoce mucho es el trastorno de estrés postraumático, un problema mental común entre periodistas palestinos por escuchar historias, ver a las víctimas de primera mano o hablar con ellas, vivir atrocidades enfrente nuestro. Todo eso deja un enorme impacto en nuestra salud mental. El efecto de la ocupación en los palestinos es la depresión, la ansiedad y el suicidio”.

“Los problemas mentales causados por el estrés son comunes entre los palestinos, pero cuando sos una periodista palestina, esto se duplica y, cuando son un médico palestino, esto se triplica –resume-. Cuando sos un testigo del conflicto, las consecuencias te dejan cicatrices. Hay historias que he escuchado de los palestinos durante las entrevistas que no puedo repetir sin llorar o no quiero pensar en ellas porque son muy traumatizantes”.

Vera también explica la persecución israelí hacia los y las periodistas palestinas a través de los servicios de inteligencia y el sistema jurídico, que conforman un aparato de control y hostigamiento silencioso para callar voces con causas judiciales, intervención de teléfonos y redes sociales, y a través de softwares sofisticados como Pegasus (que se infiltra sin ser detectado y viola la confidencialidad de fuentes periodísticas). Además, los y las periodistas sufren allanamientos sistemáticos, encarcelamientos e interrogatorios. Actualmente, se estima que entre 15 y 25 periodistas se encuentran encarcelados en Israel, y más de 50 fueron detenidos desde comienzos de 2022. 

Hay amenazas por todas partes –remarca Vera-. La inteligencia israelí, junto al sistema legal, trabajan incansablemente para silenciarnos. Por ejemplo, mientras trabajaba en Jerusalén, me avergonzaron en una entrevista de trabajo y me dijeron que no podía trabajar allí, según el mismo consultor israelí del canal internacional al que me presentaba. Dijo que no me darían primicias, información o entrevistas como a los periodistas israelíes. Y es cierto: los funcionarios israelíes marginan a los periodistas palestinos hasta el punto de no dejarnos dar respuestas a las historias. Que te pregunten por qué has escrito esto o aquello es un ataque a la libertad de expresión. La libertad de expresión es una ilusión bajo la ocupación israelí. Tenemos muchos obstáculos para conseguir la información, sumado al rechazo que recibimos de los servicios de inteligencia e instituciones israelíes”.

Balas a los cuerpos

El periodista, fotógrafo y camarógrafo, Shadi Jrar’ah, trabaja para Associated Press. Detrás de los muros de separación que dividen Cisjordania, cuenta: “La profesión de periodista, en general, es difícil, especialmente si sos fotógrafo o reportero de campo. Trabajar bajo la ocupación es muy difícil y peligroso, ya que siempre estamos expuestos a balas de todo tipo y a detenciones. Fui alcanzado 12 veces con balas de metal recubiertas de goma y bombas de gas. La situación en Cisjordania es muy peligrosa, ya que siempre hay una orden para que los soldados de ocupación nos disparen o nos golpeen”.

Ahmed Abu Artema es escritor palestino y activista por los derechos humanos, con base en Franja de Gaza. Es autor del libro Organized Chaos y escribe regularmente para la revista Mondoweiss

Trabajar, o incluso vivir, bajo la ocupación significa que sos un objetivo, independientemente de si sos periodista, médico, un niño o una mujer –afirma-. Porque el Estado de apartheid israelí no respeta ninguna de las leyes internacionales ni los derechos humanos. Israel se siente impune por la cobertura, el apoyo político, económico y militar de los gobiernos occidentales. Se sienten completamente impunes y creen que no serán llevados a rendir cuentas. Reprimen a los periodistas de todas las maneras posibles, restringiendo sus movimientos, comprometiéndolos, a veces golpeándolos y destruyendo sus oficinas, como hicieron en mayo de 2021, cuando destruyeron el poder de la prensa en Gaza, derribando, por ejemplo, el edificio Al-Jalaa”.

El año pasado, en la última ofensiva sobre Gaza, 59 medios de comunicación fueron bombardeados y destruidos, un periodista fue asesinado y decenas resultaron heridos, según el Comité Árabe de Apoyo a los Periodistas. En Gaza, el periodismo palestino es un blanco fundamental al ser una de las principales herramientas para vincular a la población de la franja con el mundo exterior. En esa ofensiva de 2021, la exposición mediática que tuvo Israel generó un rechazo mundial por asesinar con bombas a 236 palestinos y palestinas, entre ellos, 54 menores de edad. Ahmed detalla otras cifras del terror. Dice que, desde el año 2000, las fuerzas de ocupación asesinaron al menos a 46 periodistas. A su vez, el Sindicato de Periodistas Palestinos asegura que 86 periodistas palestinos fueron ultimados desde la ocupación israelí de Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza, en 1967.

Llorar a una colega

Sobre lo que significa el asesinato de Shireen, Shadi dice: “Fue uno de los momentos más difíciles. Nunca lloré por nadie como lloré por Shireen. Estaba en el lugar en ese momento. Pero, sobre todo, porque Shireen es una de las periodistas más influyentes del mundo de la información sobre la causa palestina”.

Para Vera, los sentimientos son similares a los de su colega: “Quise ser periodista porque crecí durante la Segunda Intifada, empecé a creer en el poder del periodismo, así que lo hice por Palestina. Es difícil expresar con palabras la forma en que le dispararon y la mataron delante de nuestros ojos. Perderla de esta manera tan brutal fue muy duro. Pensé que era porque también soy periodista, me asusté. Pero luego empecé a hablar con la gente, a ver los mensajes en las redes sociales, y me di cuenta de que era un dolor nacional, un dolor colectivo, que se podía ver reflejado en el llanto de todos”.

“Nunca tenemos el lujo de llorar, no tenemos el tiempo ni el privilegio para llorar a nuestras víctimas, porque sucede todo muy rápido”, resume la periodista.

La figura de Shireen, para Vera, ahora es un símbolo. “Ella es la razón por la que quiero seguir haciendo periodismo –enfatiza-. Una cosa es ver el crimen en la televisión y otra es ir a verlo. Tuve que ir a cubrir las noticias al lugar donde fue asesinada. Cuando llegué allí, apenas pude contener las lágrimas mientras filmaba. Hasta que no pude soportarlo más. Vi que su sangre aún estaba en el suelo. Palestinos de todo el país vinieron a visitar el lugar. Pusieron flores, dibujos y poemas, imprimieron sus fotos y colgaron todo eso en la pared. Es como si el lugar se convirtiera en un refugio para que todos vinieran a tratar de sanar su dolor”.

“La escena de su funeral me golpeó mucho, donde las fuerzas israelíes atacaron a los dolientes que llevaban su ataúd, que casi se cae al suelo –recuerda la periodista-. En ese momento, cuando vi eso, salté de la silla para querer levantar su ataúd, fue un reflejo, y grité y grité”.

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(Imagen: EFE)

Ahmed, que vive en una Gaza bloqueada por aire, mar y tierra, cuenta indignado que “a Shireen Abu Akleh le dispararon mientras llevaba el chaleco de prensa y el casco. Estaba muy claro para el francotirador israelí que se trataba de una periodista. Pero como Israel y sus soldados están a salvo de la rendición de cuentas, no sienten ningún problema para apuntar y disparar”.  

En la misma línea, destaca: “Esa es la política israelí hacia la prensa en general, porque Israel mismo fue creado sobre una gran mentira, sobre una narrativa falsa. Esto hace que un periodista sea su principal enemigo, porque se quiere evitar que la gente conozca el hecho de que los palestinos tienen el derecho a la tierra, a su libertad y a poseer su soberanía”. 

Para Ahmed, las políticas coloniales de Tel Aviv son integrales, ya que “van de la mano de los asentamientos, destruyendo edificios y asesinando a los ciudadanos palestinos. Israel no quiere que el mundo sepa de esto. Por eso, aplica esta brutalidad contra el trabajo de los periodistas en general. Shireen no fue la primera periodista asesinada por Israel ni será la última. De hecho, pocos días después, asesinaron a la joven Ghofran Warasneh en el campo de Arroub, en Cisjordania”.

Transmitir la verdad

Para Shadi, Israel aplica una la política sistemática “para impedir la transmisión de la imagen y desacreditar la narrativa israelí, especialmente si los soldados de ocupación son fotografiados agrediendo a ciudadanos palestinos”. Por eso, le pide al mundo “que mire al periodismo de Palestina de forma honesta y justa, porque tenemos derecho a transmitir nuestra verdadera historia”.

Mientras tanto, Vera opina que “el periodismo y la libertad de expresión están en el punto de mira de Israel, porque temen exponer la verdad, temen que el resto del mundo sepa finalmente quiénes son”. La periodista continúa: “Soy ciudadana israelí. Soy palestina, por supuesto, pero vivo en lo que hoy se llama Israel, así que tengo pasaporte israelí. Pero no tengo derechos como israelí. No me van a silenciar. Hoy en día, tenemos redes sociales y tecnología. Están librando una batalla perdida porque silenciarnos no va a funcionar”. 

En particular, cuenta lo que es ser periodista mujer bajo la ocupación: “Significa que tu cuerpo puede ser utilizado como el de cualquier mujer, en cualquier lugar, especialmente bajo la ocupación. Sabemos que en la guerra se utiliza la violación como arma, ya que los cuerpos de las mujeres se utilizan para castigarlas y silenciarlas, y esto no es diferente de cualquier otra situación de invasión o ocupación”.

“De hecho, buscan provocarnos maldiciendo nuestras vaginas, esperan que reaccionemos para poder golpearnos o arrestarnos en múltiples ocasiones en los puestos de control –manifiesta-. Una vez, me acosaron los soldados pidiéndome mi número de teléfono, otra vez un soldado tomó mi nombre legal de mi identificación mientras cruzaba de Ramalá a Israel (porque tenés que mostrar tu identificación al pasar el puesto de control militar), tomó mi nombre y lo puso en Instagram, y me agregó descaradamente como si fuera a aceptarlo y hablar con él”.

Además de esta situación de vejación, la periodista relata que “muchas veces me preguntaron qué estoy haciendo en este o aquel equipo en el puesto de control, en un ambiente tan hostil. Hay detalles muy repugnantes que no quiero contar, pero definitivamente fui acosada por ser mujer y lo triste es que no saben que no pueden avergonzarme con mi cuerpo. Estoy muy orgullosa de ser una mujer palestina. Porque nuestros cuerpos son vistos como una amenaza para el Estado israelí, especialmente si tenemos hijos: nos ven como un peligro demográfico, porque podríamos aumentar el número de palestinos frente a los israelíes aquí. Así que no me avergüenzo y algún día espero tener bebés palestinos”.

Por último, Vera asevera: “A Shireen, mujer palestina, la mataron, pero crearon millones como ella. Estoy más que entusiasmada con mi periodismo siendo una activista después de su muerte, porque quiero hacer exactamente lo que Israel no quiere que haga para exponer la verdad. Y si esto significa ser encarcelada, estoy segura de que muchos otros se motivarán a decir la verdad y espero que así sea, espero que mi gente nunca se rinda”.

Imagen de portada: AP Photo / Ariel Schalit.

Publicado originalmente en La Tinta

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