La irresistible decadencia de un imperio caótico

Raúl Zibechi

La bala pasó apenas a un centímetro de lograr su objetivo, por lo que siendo un disparo a distancia debemos descartar toda posibilidad de que fuera un auto-atentado. También vale se debe considerar el “sean escépticos”, como señala Asia Times, ya que el FBI se encargó de liquidar al joven de 20 años que disparó y será quien se encargue de la investigación. Todo en manos del Deep State, el Estado Profundo que gobierna Estados Unidos desde las sombras.

El tiempo dirá si el atentado contra Donald Trump es un salto en la decadencia imperial o sólo una anécdota trágica. “No hay lugar para este tipo de violencia en EU”, espetó Joe Biden, en tanto The New York Times se permitió editorializar “El ataque a Donald Trump es antitético a Estados Unidos”.

Vulgares mentiras: cada año se producen más de 500 tiroteos con por lo menos cuatro muertos o heridos, sin contar a quien efectúa los disparos. Hasta el 2 de julio de este año, ya son 261 (Axios, 2/7/2024). En 2014 fueron 272 y en 2021 689 tiroteos masivos. La cantidad de muertos por violencia registró una escalada similar.

No interesa especular sobre quién se beneficia con el atentado, algo casi imposible con la información disponible, sino verlo como un emergente de una nación en ruinas, caótica y, por eso mismo, mucho más peligrosa. El dato principal es la descomposición de la sociedad. En mayo durante una visita de cuatro semanas a Estados Unidos, pudimos apreciar esa crisis en las calles de Nueva York y de Los Ángeles, donde cientos de miles viven en las calles y los servicios públicos como el metro muestran inocultables señales de deterioro en su infraestructura. Por no mencionar la cantidad personas, sobre todo negras, afectadas síquicamente deambulando sin rumbo o gritando al vacío.

Los datos no mienten. Estados Unidos es el único país desarrollado donde la esperanza de vida viene bajando en los últimos años. En 2014 era de 78,8 años. En 2020 cayó a 77,3 y en 2021 a 76,3 años. En contraste, en Alemania 80,9, en Reino Unido 80,7, en Francia 82,3 y en Japón 84,5 años. La caída afecta sobre todo a la población de 45 a 54 años, los ex obreros industriales, afectados por alcoholismo, suicidio y adicción a los opiáceos.

Emmanuel Todd considera que la mortalidad infantil es un dato crucial porque presagia el futuro inmediato. En 2020 en EEUU era de 5,4 por mil nacidos vivos, en Rusia 4,4, en Reino Unido 3,6, en Francia 3,5 en Alemania 3,1 y en Japón 1,8. Lo más curioso es que el aumento de la mortalidad va de la mano de un enorme gasto sanitario: 18,8% del PIB en Estados Unidos frente a 12% en Francia y cifras similares en Alemania y Francia. La conclusión es que existen “actos de ciertos grupos superiores que están devastando a una parte de la población”, como lo demuestra el escándalo de los opiáceos. En EEUU las grandes farmacéuticas apoyadas en médicos inescrupulosos “pusieron a disposición de pacientes con trastornos emocionales por razones económicas y sociales analgésicos peligrosos y adictivos, que muy a menudo conducen directamente a la muerte, el alcoholismo o el suicidios” (La derrota de Occidente, p. 195).

Los datos anteriores apuntan a la descomposición de la sociedad estadounidense, porque “para entender la política exterior de un país hay que analizar en profundidad su evolución interna” (p. 189).

Hay mucho más. El crecimiento de la obesidad es alarmante. En la década 1990-2000 el 30% de la población padecía obesidad. En 2020 llegó al 42%.

Los datos de la economía son igualmente demoledores. En 1928 la producción industrial de EEUU era el 45% de la mundial, y en 2019 sólo de 17%. En 2018 China fabricó el 25% de la maquinaria global, frente a sólo el 6,6% de EEUU, superado por Italia, Alemania y Japón.

Podrían sumarse infinidad de datos en educación, formación de ingenieros y también sobre la industria militar, que pasó de 3 millones de trabajadores a sólo un millón, fabricando aviones defectuosos y demasiado caros. Un F22 Raptor construido por Lockheed Martin con un precio de más de 300 millones de dólares, tiene un coste de vuelo por hora de casi 90 mil dólares. Y es sólo una pequeña muestra del desastre industrial, quizá capitaneado por los escándalos y reiterados accidentes de Boeing.

Todo apunta a un imperio que se desintegra como consecuencia de una sociedad en descomposición, que ya no tiene otros valores que el individualismo y, sigo a Todd, apuesta a la violencia como atestigua el genocidio en Gaza. Un país que, por su descalabro interno padece “desequilibrios internos de tal magnitud que los convierten en amenazas para la estabilidad del mundo” (p. 27).

De esta descomposición surgen personas como Trump, así como la descomposición de la sociedad argentina genera presidentes como Milei. La impotencia de Washington y del Pentágono es sumamente peligrosa para nosotros latinoamericanos.

Frente a Trump está Biden, el octogenario con problemas cognitivos que cree estar gobernando el mundo, como sentenció días atrás.

El editor de Asia Times, David Goldman, estadounidense y banquero de inversiones (nada sospechoso de anti-capitalismo), sostiene que la senilidad de Biden es un espejo en el que deben mirarse las sociedades occidentales y ricas. “Dante no podría haber inventado un habitante del infierno que representara mejor la senectud de Occidente” (Asia Times, 13/7/2024).

El atentado contra Trump es cualquier cosa menos sorprendente, es el resultado de una sociedad que en su autodestrucción violenta amenaza con arrastrar a la humanidad.

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