La incomodidad de la memoria

Jorge Verástegui González

Buscar a un ser querido desaparecido no es algo sencillo porque sientes una tortura y una impotencia abrumadoras en medio de una soledad aplastante. No es sencillo explicar nuestra situación ni compartirla con otras personas que no han vivido esta tragedia, no lo es porque no nos gusta compartir dolor, pues aspiramos a ser felices.

Antonio Verástegui González es un hombre de origen campesino, esposo y padre de dos hijas y dos hijos, uno de ellos Antonio de Jesús Verástegui Escobedo, Toñín. Toño soñaba con sacar adelante a su familia, que sus hijas e hijos lograran una carrera profesional, lo estaba consiguiendo. Toñín, a pesar de querer seguir los pasos de su papá, tanto en el campo como jugador de béisbol, optó por ingresar a una carrera profesional.

A las 23:30 horas del 24 de enero de 2009, Toño y Toñín regresaban de un evento en casa de unos amigos, en una ranchería cercana a Parras, Coahuila. En el camino de terracería en medio del desierto, un retén de hombres armados, algunos con chalecos con las siglas AFI, les hicieron el alto, los bajaron de su vehículo, y no se volvió a saber de ellos.

Han pasado 15 años desde el inicio de esta tortura y en estos años no hemos logrado responder a la pregunta ¿dónde están? Tampoco lo han querido hacer las autoridades de Coahuila, algunas de ellas vinculadas con los Zetas, cártel responsable, en conjunto con las policías, de la desaparición. Mientras, las autoridades federales hacen lo posible por no llevar a cabo una investigación diligente.

Tomamos como familia la decisión de colocar frente a palacio nacional en la Ciudad de México una estructura con unos mosaicos en los que se imprimieron las fotografías de Toño y Toñín y un mensaje por los 15 años de su desaparición; ese mismo 24 de enero de 2024, Lucia Baca y Alfonso Moreno colocaban otro memorial por la desaparición de su hijo Alejandro Alfonso Moreno Baca. Estos memoriales se sumaban al que Ana Enamorado había colocado en memoria de su hijo Óscar Antonio López Enamorado.

En estos 15 años me ha tocado pasar por tres gobiernos federales de diferente partido y por otros tres del PRI en Coahuila. Todos con un matiz diferente, algunos en extremos que se pueden tocar: por ejemplo, Rubén Moreira diría que impulsó las propuestas de las familias de personas desaparecidas, creando leyes e instituciones, aunque no justicia ni localizaciones; Andrés Manuel López Obrador dice lo mismo, presupuesto sin precedentes, la consolidación del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas con las 33 comisiones de búsqueda y sus respectivas fiscalías, pero una justicia igual de ausente.

La memoria se ha convertido en un instrumento de protesta, y por otro lado, se ha convertido en un fantasma que se asoma cada vez más conforme pasan los años y nos recuerda que estamos destinados a olvidar en algún momento de la vida. Es por ello que aprovechamos todos los recuerdos que tenemos: queremos mostrar a la sociedad a aquellas personas que no les permitieron continuar su proyecto de vida. Queremos que los responsables vean sus rostros y lean sus nombres, que les incomode ver esas miradas inertes desde un par de fotografías.

El 15 de marzo de 2024 me llegó un mensaje: “Hoy a las 6 de la mañana por órdenes del presidente, militares mandaron retirar los memoriales”, seguido de una fotografía en la que se mostraba el sitio sin los memoriales, y en su lugar dos militares custodiando la jardinera. La noticia no la recibí con sorpresa, fue más como la confirmación de lo inminente: la estrategia histórica del Estado para mantenerlos desaparecidos.

¿Por qué le molesta al gobierno que hagamos uso de nuestro derecho a manifestarnos y a la memoria? ¿Será un mensaje de intimidación? ¿Será parte de la estrategia para decir que no hay miles de personas desaparecidas? Lo que sin duda sí es, es un acto de represión blando, un acto de censura y un acto de negacionismo.

La lejanía de Andrés Manuel López Obrador de nuestra causa, quien al menos no ha estado cerca en los últimos 15 años –estaba en campaña–, es lo que no le permite comprender que las familias de personas desaparecidas tenemos agencia, que nos podemos organizar y tomar decisiones sin la intervención de nadie. En resumen: pensamos por nosotras mismas. Y pensamos que el retiro de los memoriales es un acto deleznable, típico del priismo o el calderonismo.

Vamos a recurrir a las instancias legales que corresponda, algunas desmanteladas como la CNDH, de la que se hace imprescindible documentar su lejanía con las víctimas y la cercanía con el poder. También al Poder Judicial de la Federación, en busca del amparo de la justicia de la Unión, lo que sea que eso signifique en esta fosa clandestina a la que llamamos país.

Mientras estemos las familias, el Estado no podrá borrar a nuestros seres queridos, lo podrá intentar, pero no se los permitiremos, lucharemos y regresaremos las veces que sea necesario. Si es necesario llenar los muros de palacio nacional con mosaicos con las fotografías de nuestros familiares, lo haremos. Quizás así dejen de añorar el pasado y actúen en el presente, en la realidad en la que no es posible una transformación digna cuando existen más de 100 mil personas desaparecidas.

*Foto de portada: Colectivos de personas con familiares desaparecidos colocaron un memorial frente a Palacio Nacional, exigiendo la aparición de “Toño” y “Toñin”, Antonio Verástegui González y Antonio de Jesus Verástegui Escobedo, respectivamente, que el día de hoy se cumplen 15 de su desaparición. Emiliano Molina/ObturadorMX.

Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos

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