“Maldito el ácido desoxirribonucleico, malditos los perfiles genéticos,
abominan los opresores de los tiempos modernos.
Los avances de la ciencia aplicada al servicio de la identidad
les asesta un garrotazo inesperado a quienes nunca pensaron
tener que rendir cuentas por los crímenes que imaginaron perfectos
por la crueldad adicional de ocultar el cadáver,
de anularle toda posibilidad de identificación, de “desaparecer” las pruebas.”
Huesos desnudos, Eric Domergue
I
Fabiola Lalinde, madre de Luis Fernando Lalinde —víctima de desaparición forzada en 1984 en Colombia— y quien nombró a su persistente lucha de más de 12 años como “Operación Sirirí”, dice que la identificación es fundamento de dignidad (1). En México, la búsqueda y localización de personas desaparecidas ha sido y es un acto de restitución y resguardo de ese fundamento en el que las familias buscadoras se han empeñado con esperanza. Por eso es tan importante el trabajo que documenta y dimensiona la catástrofe. Así se procura no olvidar ninguna vida, ni faltar al retorno de alguna historia.
El pasado mes de agosto, el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México presentó el Informe “La crisis forense en México: más de 52,000 personas sin identificar”(2). El inicio de este informe es tan rotundo como aterrador:
“Según cifras oficiales, se han acumulado más de 52 mil personas fallecidas sin identificar. La mayoría de estas personas (60%) yace en fosas comunes en cementerios públicos. Estas fosas tienen registros deficientes y alta probabilidad de extravío de cuerpos.”(3)
Este nuevo informe nos genera dos apreciaciones iniciales. Primero, dado que las cifras reconocidas como “oficiales” representan un estimado mínimo de la dimensión real del problema, consideramos que es imprescindible nombrar lo que aún no se cuenta. Lo ominoso, lo siniestro, de nuestra realidad es la línea negra que encubre la verdad. El acto de encubrimiento es una manera de ocultar aquello que se pretende “debe permanecer en secreto”: se esconde lo que culpabiliza. La ausencia de registros, sus vacíos y sus fallas son en realidad el indicio de prácticas y hechos que amplían la dimensión de la catástrofe y exacerban la impunidad que se denuncia.
Como dice Carlos Herrera de la Fuente, las cifras son la serialización del fracaso, “el cálculo estadístico de la desgracia como un mantra que, por sí mismo, debería contextualizar la incapacidad política de enfrentar la violencia”(4). Por esto, frente a la oficialización de las cifras el gesto disruptivo de quienes buscan a sus familiares implica añadir el símbolo sumatorio de manera anticipada: MÁS (+) de 92, 728 personas desaparecidas y MÁS (+) de 52 mil personas fallecidas sin identificar. El símbolo sumatorio interpela a la cuantificación como norma, denuncia su enajenación y se contraviene la impotencia ante la normalización de las violencias. Como sostienen las familias buscadoras, la desaparición de personas y la crisis forense que supone es evidente: “No es una cifra, ni una especulación, ni un rumor.”(5)
Segundo, el análisis que proyecta el Informe ilustra la bifurcación de los caminos de búsqueda y sus funestas implicaciones. La crisis forense en México se encarna en las diversas acciones de búsqueda y se condensa en la posibilidad de que, pese a los esfuerzos por encontrar la vida íntegra de las personas, una cantidad abrumadora de éstas permanezcan como persona fallecida sin identificar. Hipotéticamente, las más de 52 mil personas fallecidas representan más del cincuenta por ciento de la cifra oficial de personas desaparecidas(6) —aunque es importante no perder de vista la sospecha de una “cifra negra” tanto en el registro de personas fallecidas sin identificar, como en el de personas desaparecidas—. Reiteramos, las cifras son el reflejo numérico del fracaso del Estado en el que no existen casualidades. La identificación implica reconocer los crímenes que se cometieron y completar la historia sin tergiversación, dar espacio a la verdad.
II
En medio del quebranto de la justicia que supone la desaparición generalizada de personas y la crisis forense, los vacíos se hacen cada vez más insondables. ¿Cabe preguntar qué es la muerte sin identificar? La crisis forense en México es la escenificación excesiva —radical— de “la prohibición del duelo y del derecho de llorar a los muertos”(7). Las personas que fallecen sin ser identificadas, son desplazadas a un espacio en el que la fuga de la vida constituye también la fuga de la muerte. O bien, en el que se consagra la “muerte a secas”(8), es decir, una muerte que se silencia y de la cual se excluye la compensación colectiva del rito y se niega la necesidad vital del duelo.
Los cuerpos sin nombre y los nombres sin cuerpo son parte de un mismo eslabón, es decir, el del quebranto de la condición humana de aquellas personas a quienes pertenecen esos cuerpos y esos nombres. La búsqueda de una persona que ha sido desaparecida es un camino de dignificación de su vida y de recuperación de su historia. Al mismo tiempo es el restablecimiento del derecho de las familias buscadoras a salir de la incertidumbre y de afirmar la vida a partir del encuentro con el cuerpo inerte. También es el derecho de quienes mueren: recobrar su identidad y reafirmar su lugar dentro de la comunidad.
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*Mitzi Elizabeth Robles Rodrígues es filósofa, integrante del Colectivo Hasta Encontrarles CDMX, miembro de les jóvenes investigadores y estudiantes asociades al GIASF y estudiante del doctorado en Ciencias Sociales y Humanidades en la UAM-Cuajimalpa.
* El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. La sección Con-Ciencia está escrita por sus integrantes, personas expertas invitadas y estudiantes asociados a los proyectos. La opinión vertida es personal, no necesariamente refleja la opinión del grupo o de adondevanlosdesaparecidos.org. (Ver más en:www.giasf.org)
* Foto: Ivonne Álvarez/Obturador MX
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Referencias:
(1)Centro Nacional de Memoria Histórica. (2017) “Operación Cirirí. Persistente, insistente e incómoda”. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=JikwHdM6gIk. Hoy, la llamada “Operación Sirirí” de Fabiola Lalinde constituye un archivo documental que resguarda los documentos oficiales, fotografía y cuadernos de notas escritas por ella que dan cuenta del proceso de búsqueda de su hijo Luis Fernando.
(2)Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México. (2021) Crisis forense en México: más de 52,000 personas sin identificar. Disponible en: https://movndmx.org/mas-de-52-mil-personas-fallecidas-sin-identificar-en-mexico/
(3)Ibid., p. 4. En este Informe, el Movimiento por Nuestros Desaparecidos da cuenta de situaciones de profunda preocupación: se observa técnicamente baja confiabilidad en los registros oficiales, se sospecha de la veracidad de las cifras que las autoridades de cada estado informan y se tiene la impresión de que no todos los estados de la república tienen registros históricos. Por esta razón, la cifra de 52 mil personas fallecidas sin identificar se presenta como una cifra mínima.
(4)Herrera de la Fuente, Carlos. (2017) El espacio ausente. La ruta de los desaparecidos. México: Neolog Eds., p. 47.
(5)Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, op. cit., p. 6.
(6)Hasta el 9 de octubre de 2021, el Registro Nacional de Personas Desaparecidas o No Localizadas (RNPDNO) da cuenta de 92 993 personas desaparecidas. Ver: https://versionpublicarnpdno.segob.gob.mx/Dashboard/ContextoGeneral
(7)Aries, Philippe. (2000) Morir en Occidente. Barcelona: Acantilado, p. 256.
(8)Allouch, Jean. (2011) Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca. Buenos Aires: El cuenco de plata.
Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos