Buenos Aires, Argentina I Tengo los mismos años que la revolución cubana… Será por eso que la miro como a una hermana con la que crecí, con la que compartí esperanzas, proyectos, emociones, gustos y disgustos.
Cuando la revolución cubana alfabetizaba, enseñando el ABC de un mundo nuevo a campesinos y mujeres, yo aprendía a pronunciar mis primeras palabras.
Mi hermana fue multiplicándose hacia adentro y hacia afuera, desafiando y desafiada por los poderes mundiales, orgullosa y altiva.
Bloqueada, castigada, amenazada, la pequeña revolución se volvió gigante en dignidad y en ejemplo. Cuando todos se arrodillaron frente al imperio, la muchacha se puso de pie, y dijo a su modo: “aquí no se rinde nadie”. Cuando todos creyeron el cuento del fin de la historia, mi hermanita dijo que su historia, la nuestra, seguía haciéndose como herejía colectiva.
La educación, la salud, el arte, la investigación, la producción, se desplegaron en el territorio asediado, en la isla guevariana con los sueños de todas y todos.
La hermana revolución nos enseñó a caminar fidelísimas a nuestras convicciones, aun en soledad. Nos enseñó que la soledad puede estar bien acompañada. Nos cantó y nos contó que todas las rebeldías pueden tener rostro de pueblo.
Cada 1° de enero mi hermana cumple años. Yo envejezco y ella se vuelve joven. Yo colecciono silencios y ella florece poesías y cantos. Yo duelo sus dificultades, sus errores, sus pasos en falso, y ella los corrige, aprende de ellos, los rehace. No hay obra humana sin errores, y la revolución es, sobre todo, humana. Yo la celebro como la celebran ustedes, y ella se revoluciona una vez más.
La revolución tiene el cuerpo marcado con las cicatrices del pueblo. Tiene una sonrisa dibujada en el rostro, porque mi hermana es -por sobre todas las cosas- cubana, y por ser cubana, es alegre, es fiestera, le gusta la pachanga.
La revolución tiene en su cintura el machete. Tiene en sus manos el fusil. Tiene en sus venas la sangre de todos y todas las caídas en las luchas de liberación. Tiene en sus raíces y en sus frutos, las semillas no transgénicas del socialismo. Tiene en su presente de tanta y tanta lucha, el deseo nuestro.