«La gramática española no discrimina, lo hace la construcción del discurso»

UAM

La gramática, ese mecanismo algorítmico que está en la mente, no es discriminatoria, son los hablantes los que la hacen, y por ello el discurso –en el que interviene el gusto, las preferencias, la ideología y la cultura– sí es excluyente, sostuvo la doctora Irma Munguía Zatarain, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). 

El lenguaje inclusivo no es un fenómeno de índole meramente lingüístico o gramatical, es un posicionamiento político respecto de la marginación hacia la población femenina y las personas con identidades sexuales diferentes, una expresión de descontento social y de reclamo legítimo, además de que parte de la idea de que la lengua y su gramática forjan la realidad de quienes la emplean, y procuran derribar ese androcentrismo y el heterocentrismo.

La doctora en Lingüística por la Universidad Autónoma de Madrid afirmó que el idioma español tradicionalmente ha empleado las formas masculinas plurales para referirse de manera genérica a varones y mujeres, y eso es criticado por el lenguaje inclusivo, ya que esos sectores se sienten excluidos por el empleo del genérico masculino. 

Sin embargo, existen estrategias sintácticas o formas de construir una oración al pronunciar un discurso, por ejemplo, referirse de manera binaria a las personas (alumnas y alumnos) puede resolver el problema de la discriminación verbal, pero las identidades, las subjetividades y los cuerpos, no son binarios. 

El desdoblamiento del masculino y femenino no parece representar un camino igualitario y abarcador “si queremos incluir a todos los grupos discriminados”, advirtió la profesora del Departamento de Filosofía en la Unidad Iztapalapa al dictar la Conferencia Desde la lingüística, ¿qué decir sobre el lenguaje inclusivo? 

El lenguaje inclusivo tendría que atender, no sólo al desdoblamiento del uso de los géneros binarios o de utilizar la “E” como marca de género, sino por la innovación léxica, la creación de palabras y expresiones de realidades que no habían sido nombradas, inventando vocabularios que rompan la gramática tradicional para dar un mejor y más poderoso sentido a estas luchas.

El lenguaje es un sistema en el que se basa la gramática universal y posee recursos estructuralmente creativos que ninguno otro tiene “y que nos permite hacer innovaciones morfológicas”. Las lenguas se caracterizan porque van cambiando con el tiempo, por diversos motivos, pero estas modificaciones han sido sobre todo fonéticas, pues las lenguas son orales.

Las propuestas del lenguaje inclusivo de utilizar la “X” o la arroba no han tenido mucho éxito, tal vez porque no se pronuncian. El cambio fonético es muy lento y se ha documentado que se requieren alrededor de tres o cuatro generaciones para que se generalice y se consolide. 

La propuesta del lenguaje inclusivo de emplear la letra “E” en ciertas terminaciones con la intención de neutralizar el género es más viable, ya que ésta sí se pronuncia; sin embargo, también presenta ciertos problemas, porque hay palabras como profesores, investigadores, corredores, agricultores, entre otras, que son formas masculinas, “porque tenemos la forma correspondiente en femenino, así que la “E no resuelve del todo el asunto”, destacó la doctora Munguía Zatarain.

El cambio morfosintáctico se refiere a la transformación de palabras y de trazos de oraciones completas, como las modificaciones que ha propuesto el lenguaje inclusivo. Sin embargo, este es incluso más lento que el fonético o léxico; es un aspecto de la gramática que se resiste a sustituirse. 

“La evolución en las lenguas es inevitable, continua, predecible, inconsciente, imperceptible y ciega, en el sentido de que si se dan las circunstancias fonéticas, se ha de dar la transformación”. Pero nunca ha sido provocado por decreto o por decisión propia y deliberada de los hablantes, nunca se ha ostentado como resultado de una propuesta de un grupo. La del lenguaje inclusivo se presenta como primera vez, si es que se impone, finalizó.

“El cartel es como una ensalada que tiene dos ingredientes distintos: leer no es lo mismo que ver, y en nuestro caso, el reto es conjuntar dos lenguajes diferentes en un pedazo de papel”.

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