La crisis del Covid-19 acentúa la brecha de género en la academia

Lis Gaibar

Foto: Álvaro Minguito

Isabel Pla y Mar Moncho, investigadoras de la Unidad de investigación de Economía Feminista de la Facultad de Economía de la Universitat de València, sintieron la necesidad de iniciar una investigación para conocer cómo estaba afectando la crisis provocada por el covid-19 a la comunidad universitaria desde el principio del confinamiento por sus propias circunstancias. “Se suponía que estaba todo parado, pero yo estaba trabajando casi las 24 horas”, explica Pla. Fue, cuenta, la observación participante lo que le motivó a impulsar la investigación, pero no solo: como profesora, narra la economista, sentía la necesidad de saber qué estaba ocurriendo y cómo lo vivían todos los tres colectivos que componen la universidad —estudiantes, personal docente e investigador (PDI) y personal de administración y servicios (PAS)—.

A nivel académico, con la crisis sanitaria llegaron las cancelaciones de clases presenciales, de congresos u otras actividades investigadoras, al tiempo que se hubo de incrementar el tiempo dedicado a los cuidados de menores y otras personas dependientes por el cierre de instituciones educativas y centros de día. Todo ello hacía difícil, explican Pla y Mocho, mantener un horario estable de trabajo y la concentración.

Los datos demuestran que el PDI de la UV destaca haber intensificado su carga de trabajo pero que, en cambio, su productividad ha disminuido

Las autoras adelantan que entre los resultados provisionales de la investigación —integrada en el proyecto Work-Life Balance y covid-19 en la UVEG para estudiar el impacto de la crisis provocada por el coronavirus sobre la comunidad universitaria—, los datos demuestran que el personal docente e investigador de la UV destaca haber intensificado su carga de trabajo pero que, en cambio, su productividad ha disminuido, algo que achacan fundamentalmente a las interrupciones constantes, la necesidad de realizar tareas presenciales para poder desarrollar sus funciones, las dificultades derivadas de haber perdido la comunicación cara a cara con compañeros y compañeras, el no disponer de un espacio adecuado para trabajar o el haberse encontrado con problemas informáticos, entre otros motivos.

CUIDADOS Y CARRERAS ACADÉMICAS

En los últimos años, varias investigaciones se han enfocado en la desigualdad de género en la academia, profundizando en algunos aspectos como los vinculados al rol social de la maternidad, los liderazgos internos o las “jornadas interminables de las mujeres” de las que hablan autoras como Brigid Schulte. La pandemia y el teletrabajo impuesto por la situación sanitaria, explican las investigadoras, ha acentuado algunas de estas cuestiones y, lo que es peor, ha resultado en la paralización de desarrollos profesionales: “Existe un peligro de que se amplíe la brecha de género en la academia”, advierte Pla. De hecho, un estudio de 2010 revelaba que las científicas asumían en un 54% de tareas como la cocina o la limpieza, mientras que los científicos llevaron solo el 28% de la carga.

Un estudio de 2010 revelaba que las científicas asociadas hicieron el 54% de la cocina, la limpieza y la lavandería, mientras que los científicos masculinos asociados llevaron solo el 28% de la carga

Pla explica que, durante la pandemia, tanto hombres como mujeres de los colectivos remunerados —personal de administración y servicios y docente o investigador— afirman haber aumentado su dedicación a las tareas del hogar y a los cuidados de personas dependientes, pero son ellas quienes se encargan en mayor medida: ellas manifiestan más dificultades para hacer su jornada con personas dependientes, “puesto que a todas horas se requiere su atención y se dificulta su trabajo por el riesgo de interrupción”, y reseñan tener menos tiempo libre para sí mismas. 

Por eso, las investigadoras creen que el impacto de esta realidad va a perjudicar más a determinados perfiles: “Ha empezado una carrera y quienes tengan a cargo personas dependientes salen perdiendo”, afirma Pla. La economista hace referencia a la dificultad que muchas investigadoras están teniendo para terminar artículos académicos que enviar a revistas de impacto, que son los que más se valoran de cara al currículo investigador. 

Recientemente, la directora asistente en una revista científica británica comentaba en sus redes sociales cómo había disminuido el envío de artículos a la publicación por parte de mujeres

Hace unas semanas, Elizabeth Hannon, directora asistente en la revista científica The British Journal for the Philosophy of Science, comentaba en sus redes sociales cómo había disminuido el envío de artículos a su revista por parte de mujeres el mes de marzo, haciendo referencia al “insignificante número de propuestas” y asegurando que “nunca había visto nada así”, algo a lo que respondió el coeditor de la Comparative Political Studies afirmando que, aunque en su caso las propuestas de artículos de mujeres no habían variado con respecto al mismo mes del año anterior, las de hombres se habían incrementado en un 50%. 

Todo apunta también, explican las investigadoras, a que la crisis del covid-19 agravará la ya de por sí importante brecha de géneroque existe en la actualidad en los denominados sexenios de investigación y transferencia —que permiten avanzar en una carrera académica—, pues las mujeres encuentran más dificultades para desarrollar su currículo al ser quienes más asumen los permisos por maternidad y cuidados. Recientemente, la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) denunciaba “la escasa participación de mujeres investigadoras en la convocatoria” para obtener los mencionados sexenios e invitaba a “estudiar en profundidad la posible existencia de sesgos de género tanto en la convocatoria como en la actuación de las comisiones”.

PROBLEMAS COMUNES

Pero el personal docente o investigador no es el único que afronta situaciones complicadas derivadas del confinamiento. Los estudiantes también remiten una mayor sobrecarga como consecuencia de la docencia telemática, a lo que se suma que en muchas familias han debido compartir los recursos digitales entre dos o más personas. Moncho expone que aproximadamente siete de cada diez estudiantes encuestados considera que el cambio de evaluación no les ha beneficiado: “Las consecuencias del coronavirus en el ámbito académico han cuestionado la calidad de la docencia”, exponen las investigadoras. 

Moncho expone que aproximadamente siete de cada diez estudiantes encuestados considera que el cambio de evaluación no les ha beneficiado. “Las consecuencias del coronavirus en el ámbito académico han cuestionado la calidad de la docencia”

A ello se suma que en este grupo el estudio registra una diferencia sustancial entre mujeres y hombres en lo que se refiere a tareas del hogar y cuidados: “Mientras la mayoría de las mujeres afirma haber aumentado o mantenido la dedicación a estas tareas, los hombres indican que su tiempo no ha variado, o directamente, no dedican tiempo ni a los cuidados ni al hogar”, explican las investigadoras. 

Aunque el personal de administración y servicios (PAS) es el grupo que “ve más deseable el teletrabajo que el resto de la comunidad universitaria”, también este colectivo, como los otros dos, percibe que las relaciones de poder se diluyen y advierten de una menor falta de participación en la toma de decisiones. “No es algo premeditado, es una cuestión de que el tiempo apremiaba”, afirma Pla. Sin embargo, considera, los resultados del estudio se deben tener en cuenta de cara a una necesaria regularización del teletrabajo y de la educación online.

UNA REVISIÓN NECESARIA

La Generalitat Valenciana ya advirtió de que la docencia universitaria del primer cuatrimestre será semipresencial. El análisis que están llevando a cabo las investigadoras de la UV ni se enfoca solo en un colectivo —veían imprescindible, explican, analizar a toda la comunidad universitaria ya que los colectivos se interrelacionan— ni se focalizan solo en el ámbito laboral: la encuesta contempla cuestiones como la sostenibilidad, la salud mental o los autocuidados. Entre los resultados que presentarán próximamente de manera detallada, las investigadoras ya han percibido que las mujeres remiten más estrés y que todos los colectivos se sienten perjudicados porque el espacio de trabajo no esté diferenciado del resto, además de registrar, los tres grupos, problemas para conciliar el sueño o concentrarse.

El objetivo del estudio, explican las investigadoras, es exponer los datos del estudio de la UV —cuyas conclusiones creen que serán extrapolables a otras comunidades universitarias— para que sean tenidos en cuenta de cara a lo que consideran una obligatoria regularización del teletrabajo.

La adopción de la “nueva normalidad”, insisten, debe ir unida a la regulación de las nuevas formas de trabajo y de estudio, “abordando las desigualdades existentes en los tres colectivos universitarios sin incurrir en sesgos de género”

“El fin es sensibilizar, que estas cuestiones no se queden en una burbuja invisible, que se tengan en cuenta las necesidades concretas de los diferentes grupos y los condicionantes de las personas”, resume Pla. La adopción de la “nueva normalidad”, insisten, debe ir unida a la regulación de las nuevas formas de trabajo y de estudio, “abordando las desigualdades existentes en los tres colectivos universitarios sin incurrir en sesgos de género”.

“Desde la economía feminista planteamos un enfoque global mediante el cual se ponga la vida en el centro y se desarrollen políticas diseñadas para el buen vivir, la conciliación y la corresponsabilidad”, explican las investigadoras. Por eso, y a tenor de los resultados, ven imprescindible la búsqueda de soluciones institucionales que garanticen unas condiciones laborales y de estudio “de calidad y en igualdad” y que faciliten “la conciliación entre esferas y la corresponsabilidad de los géneros sin perjudicar las carreras profesionales”. La conclusión para ellas es clara: el covid-19 ha sacado a la luz todas estas desigualdades, “por lo que es necesario regular teniendo en cuenta a todos los colectivos”, finaliza Pla. 

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