Fotos: Isabel Mateos
Ana pasó su día volanteando con sus compañeras de la XV Caravana de Madres Centroamericanas de Migrantes Desaparecidos en Huixtla, en el sur de Chiapas. Este pueblo atravesado por las vías del tren es una de las etapas de los migrantes en su viaje rumbo al norte, y las mujeres de la caravana esperan que los pobladores las ayuden en encontrar pistas para localizar a sus familiares desaparecidos.
Ana camina con las demás mujeres centroamericanas por las calles de Huixtla. Lleva la foto de su hijo colgada en el cuello, carga una manta y grita consignas: “únete, únete que tu hijo puede ser”. Con su megáfono, las madres centroamericanas invitan a acercarse a un domo donde expondrán las fotos de sus hijos, con la esperanza que los pobladores puedan reconocer en ellas los rasgos de alguien que por allí pasó, o tal vez se quedó. Las mujeres de la caravana volantean de puerta en puerta, hablando con las pocas personas que no se quedaron en sus casas para protegerse del calor tenaz del medio día.
Ana viene de Honduras y es la primera vez que participa en la Caravana de Madres Centroamericanas de Migrantes Desaparecidos. “Es una experiencia que nunca voy a olvidar”, dice. La caravana empezó hace pocos días, pero la convivencia y el intercambio continuo de experiencias entre sus participantes ya está creando un lazo que no es sólo hermandad y cariño, sino también denuncia y conciencia política. La caravana es una escuela política, un espacio de autoformación para enfrentar la violencia de Estado. “Es resistencia activa”, dice Ana al mostrar la frase que aparece en su gafete.
En la noche toma una vela y camina con sus compañeras rumbo a la Estación Cultural Tapachula, construida en la antigua estación de ferrocaril. Una vela prendida para su hijo desaparecido, y para todos los demás.
Publicado originalmente en Movimiento Migrante Mesoamericano