La búsqueda como trabajo no remunerado 

Carolina Robledo Silvestre / GIASF*

Quienes hemos observado de cerca o de lejos la lucha de los familiares de personas desaparecidas sabemos bien que la mayoría son mujeres quienes se organizan y movilizan sin que la sociedad conozca y reconozca el rol que desempeñan. También son ellas las que reciben gran parte  de los impactos de la violencia y de la impunidad como víctimas indirectas, tanto por su número dentro de las organizaciones como por su situación específica de género.[1]

La feminización de esta lucha ha sido una constante desde que se organizaron los primeros colectivos de familiares, no sólo en México, sino en todos los países en los que ha habido una movilización en torno a la exigencia de justicia para las víctimas de desaparición. Este carácter femenino e incluso maternal de la lucha ha significado, como ya varias estudiosas lo demuestran, una manifestación particular de la política centrada en el parentesco, la movilización de los afectos y el apoyo mutuo. 

El carácter feminizado de la búsqueda de las personas desaparecidas implica claroscuros que deben observarse para ser comprendidos en toda su dimensión, sobre todo si queremos acercarnos a los verdaderos impactos que implica la desaparición más allá de las víctimas directas. 

Quisiera referirme aquí, en particular, a lo que significa que sean las mujeres las que hacen el trabajo de buscar, reconociendo que la búsqueda es un trabajo cuya responsabilidad  es del Estado y se ha trasladado hacia los colectivos ciudadanos. Hay suficiente evidencia para demostrar que durante décadas han sido estos grupos –conformados sobre todo  por mujeres– los que aportan el mayor número de pruebas y gestiones en la investigación para esclarecer los casos y producir hallazgos de personas desaparecidas.[2] 

Debido a lo anterior, no es raro escuchar entre las buscadoras una queja constante y sentida de que mientras ellas trabajan, los funcionarios se ganan su sueldo sin hacer mucho. Quienes hemos acompañado las búsquedas en el territorio mexicano hemos visto el nivel de desigualdad en el esfuerzo invertido en esta actividad.  Grupos organizados de mujeres caminan horas bajo el sol rastreando un indicio y, al final del día, funcionarios públicos terminan el trabajo, a veces de mala gana y sin cuidado; incluso lo reportan en su informe final de gestión como un logro sin reconocer que es producto de una labor compartida. 

Además, gran parte del trabajo de las buscadoras consiste en registrar y remediar el mal trabajo realizado por los funcionarios públicos, entre los cuales se encuentran levantamientos sin metodología, identificaciones apócrifas, falsificación de pruebas y restituciones equivocadas, sólo por mencionar algunos. 

Por supuesto, uno podría encontrar evidencias de que en algunos casos ocurre lo contrario. Pero en términos generales, sería necio negar que efectivamente la búsqueda es un trabajo que recae principalmente en el cuerpo de mujeres que no ganan un sueldo por ello. 

Aunque es cierto que hay hombres entre los colectivos de familiares que participan en las labores de búsqueda, se trata de una minoría. La mayor parte de los liderazgos de los movimientos y de los cuerpos que participan en marchas, mítines, rastreos, reuniones y actos de memoria, son cuerpos femeninos. 

Si pensamos la búsqueda como un trabajo no remunerado desde una perspectiva feminista, podemos plantear una mirada menos romantizada de esta actividad y reconocer sus verdaderos impactos. 

El trabajo ha sido considerado históricamente como una actividad  que produce riqueza y, por lo tanto, es “útil” para la economía. Por ello hay una idea común de que es aquello que tiene lugar fuera de la casa, es decir, en el espacio público, la oficina, la fábrica y que es una actividad desarrollada sobre todo por hombres. Por supuesto, esto tiene muchísimos matices históricos y se ha transformado tanto por el impulso de las luchas feministas como por las dinámicas propias de la economía capitalista que ha aprovechado la mano de obra feminizada para producir riqueza.

Frente a esta idea, las luchas feministas han insistido en la necesidad de observar que existen otros trabajos que se piensan como “no productivos”, pero que en realidad sostienen el sistema económico. Dentro de estos, se encuentran los de cuidado, relacionados con las labores domésticas que implican maternar, alimentar, acompañar, educar, limpiar y un sinfín de actividades que, en su mayoría, realizan mujeres sin una remuneración o en condiciones de explotación. 

Estos trabajos de cuidado se han devaluado históricamente en gran medida debido a su asociación con las mujeres, lo femenino y lo considerado “improductivo”. Lo cierto es que no sólo es un trabajo de mujeres o para el cual sólo las mujeres servimos, aunque así se nos ha hecho creer. De hecho, su valoración debería estar en el centro de cualquier apuesta política que tenga como horizonte el cuidado de la vida. 

Podemos pensar la búsqueda como otro de los trabajos de cuidado no remunerado y poco valorados, cuya responsabilidad recae principalmente sobre las mujeres con poca atención e inversión por parte del Estado y por la sociedad.  

La búsqueda es un trabajo de cuidado porque implica el esfuerzo organizado en torno a una tarea común que tiene como propósito el cuidado de la vida, la justicia y la recuperación de la dignidad. En la búsqueda, las mujeres invierten tiempo, esfuerzo, conocimiento y experiencia. Se organizan a través de metodologías propias, promueven el alcance de objetivos comunes, evalúan sus tareas y el desempeño del Estado, establecen equipos, sistematizan su experiencia, la comparten, desarrollan materiales y lenguajes para enseñar a otras mujeres a buscar.  Algunas  dedican tiempo completo a esta actividad sin descargarse de las tareas del hogar que, como producto de la desaparición, incluso a veces son mayores: cuidar a los nietos que han quedado huérfanos, hacerse cargo de los problemas de salud mental y física, derivados del sufrimiento que produce la ambigüedad de la pérdida, y atender también su propio cuidado.   

Su trabajo de búsqueda, a diferencia del que realiza el Estado, se desarrolla sin tanta burocracia, con mayor sensibilidad y respeto por el dolor, de manera más horizontal y en colaboración y, sobre todo, sin descanso. Se trata además de un trabajo de cuidado que brinca las fronteras de lo doméstico y del parentesco, que no sólo se preocupa por la familia sino por la sociedad y por la democracia misma. Por ello debería ser un trabajo valorado, dotado de infraestructura, reconocido y acompañado. 

Necesitamos un Estado que cuide y que busque, necesitamos más funcionarios con trabajo digno preparados para buscar en colaboración con las buscadoras. No podemos dejarlas solas en esta tarea que es fundamental para reconstruirnos como sociedad y procurar un horizonte más justo. 

* * *

*Carolina Robledo Silvestre es periodista colombiana, doctora en Ciencias Sociales con especialidad en Sociología por el Colegio de México. Catedrática Conacyt, comisionada al CIESAS Ciudad de México y coordinadora del Observatorio Etnográfico de las Violencias. Integrante y fundadora del GIASF. 

*El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador y estudiantes asociados a los proyectos del Grupo (Ver más: www.giasf.org)

**Foto de portada: Una madre que busca a su hijo protesta en La Glorieta de las Mujeres que Luchan. Foto: Luz Ladrón De Guevara/ObturadorMX


[1] Para ahondar en la condición de género de los los impactos en familiares de personas desaparecidas recomiendo ver el informe “Nos llaman las locas de las Palas”, publicado en 2020 por el Centro Prodh: https://centroprodh.org.mx/2020/05/10/pub-las-locas-de-las-palas/

[2] En las observaciones que produjo el Comité contra la Desaparición Forzada después de su visita a México, presentadas en rueda de prensa el 26 de noviembre de 2021, se hace mención al “traslado de la responsabilidad de investigar y aportar pruebas en las víctimas”. Ver: https://hchr.org.mx/comunicados/conferencia-de-prensa-tras-la-visita-del-comite-de-la-onu-contra-la-desaparicion-forzada-a-mexico/ 

Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos

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