Después de los vertiginosos acontecimientos de los últimos días, donde las formas de diálogo entre los emisarios del gobierno mexicanos y Trump han sido muy atropelladas, cabe la pregunta respecto a qué tipo de relación tenemos con Estados Unidos, si somos amigos o hasta hoy solamente socios.
La vecindad y la desigualdad cultural que hay entre los dos países, hace que la relación sea compleja y en algunas ocasiones tensa y controversial. A lo largo de nuestra historia común hemos tenido conflictos diversos, desde incidentes diplomáticos, pasando por crisis de seguridad, hasta la guerra con Estados Unidos. Sin embargo, después de cada encuentro, se restablecen las relaciones de manera relativamente cordial.
La relación de dependencia a la que se ha sometido México con Estados Unidos desde el fin de la Intervención Estadounidense en México en el siglo XIX, produjo un resentimiento que ha tenido altas y bajas a través de nuestra historia en común. Es por ello que en las últimas dos décadas ha habido intentos de parte de diferentes actores políticos y económicos para suavizar esa sensación en la población y construir una relación de colaboración racional, ya que los lazos que unen a los dos países son cercanos y complejos y no se pueden soslayar.
Los intercambios culturales, familiares, económicos y políticos que se han creado son muy diversos. Existe un diálogo constante en diferentes esferas de la relación y hay proyectos en común de colaboración por ese entretejido que corresponde con la historia común y la situación geopolítica de los dos países.
Por otro lado, queda sobreentendida nuestra relación de socios, no solamente comerciales con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, sino en otros proyectos que nos comprometen y que benefician a los dos países como, por ejemplo, los tratados de cooperación en la lucha contra el crimen organizado o los de desarrollo fronterizo, entre muchos otros.
De esta manera, podríamos decir que México y Estados Unidos comparten una amistad por la cercanía sin un compromiso implícito y con una colaboración constante, con lazos sociales sólidos y por compartir una frontera de más de tres mil kilómetros, que además es la más transitada del mundo, y que sirve de plataforma para tender las redes binacionales que se requieren.
Sin embargo, en estos momentos de tanta agitación con la llegada de Trump al poder y que pareciera no cuentan esas relaciones cercanas, recordamos una vez más lo que decía John Foster Dulles, quien fuera secretario de Estado del presidente Eisenhower: “Estados Unidos no tiene amigos, sólo intereses”. Puede ser que estos intereses estén maquillados en forma de amistad, pero la forma en que se han establecido, han servido para tender una relación cordial entre los dos.
A una semana de haber tomado protesta como presidente de Estados Unidos, Trump parece ignorar estas relaciones, que solamente son una muestra de la complejidad social que las caracterizan y, de un plumazo, pretende borrar las estructuras construidas a través de la historia. Recordemos que, desde el principio de su campaña, solamente ha tratado de identificar a México como el enemigo a combatir, emitiendo insultos y generando animadversión contra los mexicanos en su país. Y hoy que ya gobierna, ha ofendido al presidente mexicano con la sola intención de cumplir la promesa de que México pagaría por el muro de la división.
Las sensaciones positivas que los actores políticos mexicanos habían establecido en la sociedad con un tímido éxito, ahora empiezan a desarmarse y en el país se siente un clima de desagrado, incertidumbre e indignación, que pueden regresar a los resentimientos pasados, pero esta vez dirigidos a un solo sujeto que no ha hecho más que denigrar y manifestar desdén hacia México y su gobierno. Hoy, de manera excepcional, la sociedad mexicana parece olvidar filiaciones políticas y se solidariza para protegerse de la amenaza que significa el gobierno de Trump.
La amistad entre las naciones podría considerarse un mito, sin embargo, en el caso de la relación entre México y Estados Unidos la amistad se ostenta al interior de las sociedades que tienen tanto que compartir. Los gobiernos tendrían la obligación de sostener estos vínculos para generar seguridad social y continuar los proyectos entre las naciones. Sin embargo, con lo que está sucediendo hoy, puede haber circunstancias donde los gobiernos o sus representantes generen situaciones críticas y controversiales, y lamentablemente las sociedades al interior son las más vulnerables pues las estructuras construidas se les pueden derrumbar encima.
La Maestra Raquel Saed es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la IBERO