Foto: Encuentro organizado en enero de 2018 en una multitudinaria ruta senderista para manifestar la oposición al proyecto minero y defender el Valle de Valdeflores.
Es evidente que la vida ha cambiado mucho en los últimos años: escasez de materias primas, falta de microchips, conflictos en puertos y transportes, encarecimiento de energía, pandemia, guerra, sequía y reducción del agua aprovechable, incendios, abandono, despoblación,.. Azotando a los mismos estratos de la sociedad de siempre, algunos entre los más repetidos por dirigentes en su intento de desviar la atención, como si por mucho repetirlo hicieran el camino más ameno, como si no tuvieran ellos responsabilidad directa. Poco o nada cambia pero se endulza con palabras y expresiones vacías.
Sin embargo hay otras cosas que no cambian: los dirigentes de Cáceres, de Extremadura, de España y de Europa van tarde habitualmente, en muchos ámbitos. Esos “canallas” de los que hablaba hace poco el aclamado y certero escritor alburquerqueño Landero, siervos del capital, aducen seguir estrategias que sin embargo se incumplen de manera sistemática, priorizando sus negocios y la economía sobre la salud y la democracia: el Pacto Verde Europeo, la Directiva Marco del Agua, la Estrategia de la Biodiversidad, la de Seguridad (que paradójicamente propone defender la paz con armas como las que fabrican empresas con representantes como el exministro de Defensa del PP Morenés —una de ellas, fabricante de las prohibidas bombas de racimo, llegó a pedir una indemnización millonaria al gobierno por lucro cesante, por hacernos a la idea—), la de Cuidados…
Acuerdos e ideologías que de aplicarse ayudarían a sobrellevar los cambios que vivimos. Una sociedad solidaria resistirá mejor. Son muchas las repercusiones en tierras como la extremeña. Pero no tiene Extremadura fama de que nadie haya venido a salvarla, por mucho que estos “canallas” presuman de sus proyectos y conversaciones con los poderosos que vienen, que llevan viniendo a lo largo de la historia, a hacerse fotos y llevarse buenas vistas y deliciosos manjares: reyes y reinas, presidentes, herederos, ministras, consejeros,.. suplicados por las migas por estos dirigentes locales y regionales, “canallas” que bien podría haber denominado también “traidores”, pues traicionan incluso a sus votantes cambiando de parecer y buscando artimañas para imponer los deseos que a su vez les impusieron aquellos.
En una tierra como esta, ligada al medio y su explotación tradicional, se aprecian claramente las tensiones entre fuerzas opuestas, promoviendo desde el gobierno cambios y propuestas peligrosas para la sociedad por pretender descaradamente industrializar sectores con métodos descontextualizados, que copian modelos ya incluso obsoletos, comprometiendo la sostenibilidad de nuestra permanencia, por ejemplo:
- Se arrancan árboles de secano para desarrollar sistemas de regadío mientras los acuíferos subterráneos y embalses se vacían sin recargarse, priorizando el agua para exportar en forma de alimentos mientras la población se ve obligada a comprar agua embotellada para pasar el verano
- Promoviendo recalificaciones urbanísticas de dudosa o nula legalidad para instalar parques de atracciones y complejos turísticos de diferentes temáticas aprovechando, casualmente, subvenciones públicas y el agua para fines empresariales privados bajo el disfraz, en algunos casos, de fundaciones sin ánimo de lucro, como sería el caso del centro budista de Cáceres, las Eurovegas de la Siberia, o el archiconocido Marina de Valdecañas (que más allá de estar de acuerdo o no, modifican leyes a su antojo y en beneficio privado en claro agravio comparativo con las iniciativas locales que se topan con numerosas trabas y desprecio institucional). Mientras se desprecia lo nuestro, lo auténtico, globalizando y desarraigando personas y pueblos.
- Se declaran espacios naturales protegidos para salvaguardar la ya de por sí amenazada vida y biodiversidad y se ingresan fondos de Europa para su gestión, mientras pretenden criminalizar a estas mismas protecciones como las culpables de su inacción e incompetencia, como si el 30 % de la superficie regional protegida fuera la culpable de que el 70 % restante no produzca lo suficiente, pues nunca será suficiente para quienes quieren lucrarse extrayendo recursos que son de todos de manera no renovable, como la tierra, el aire y el agua.
Esos “canallas” de los que hablaba hace poco el aclamado y certero escritor alburquerqueño Landero, siervos del capital, aducen seguir estrategias que sin embargo se incumplen de manera sistemática, priorizando sus negocios y la economía sobre la salud y la democracia
Y entre las contradicciones más morbosas y famosas, promovidas en los últimos años por estos dirigentes que van tarde, como dormidos, como sumisos, la de la movilidad eléctrica, la del Litio: “minemos la tierra para que unos pocos de Europa viajen en vehículo eléctrico”, y ya de paso “cobrar algunos impuestos que nos mantendrán un poco más en nuestros puestos”; “extendamos las renovables calentando aún más la tierra, para colocarnos o colocar a los nuestros”; “abandonemos los vehículos de combustión por el mal que han hecho para vender nuevos vehículos eléctricos que acabarán abandonados contaminando de nuevo”. Mismas políticas, mismos razonamientos, mismos problemas en distintos momentos: “ya los solucionarán en el futuro”, como dicen en las zonas costeras ante la subida progresiva del nivel del mar. De momento, “salvémonos nosotros y nuestra economía” parecen pensar siempre igual.
“Promovamos minas y fábricas para ser soberanos en Europa, pero asociémonos a las industrias chinas que son las que dominan esta tecnología”. Perseguimos erróneamente una tecnología en entredicho como si no pudiéramos elegir, como si fuera perfecta. El pasado 2021, para más aclaración, las grandes organizaciones ambientales europeas instaron a la Comisión Europea a aprobar por fin una regulación sobre la fabricación de baterías antes de que sea tarde, más tarde, pues hace años que debería estar aprobado el reglamento, pero las presiones, las prisas y el interés de siempre, lo han evitado. Los fabricantes se quejan de las propuestas porque hay que reciclar demasiado. De nuevo el negocio en contra de la vida.
Pero entonces ¿a dónde vamos y a dónde nos quieren llevar?, ¿hay opciones?, ¿hay esperanza?, ¿alternativas?, ¿para qué estamos aquí? Para ejercer democracia, para aprender a discernir, para informarnos, para señalarles a ellos y sus reiterados errores en favor de las empresas devoradoras de recursos públicos, para oponernos a sus intentos de imponer, para acudir a los tribunales cuando nos tratan de ingenuos. Para agradecer a las personas que dedican su tiempo y su energía a destapar sus fraudes, como ACIMA (Asociación para la Comunicación e Información Medioambiental), como las Plataforma ciudadanas contra el socioambientalmente caro y pronto obsoleto negocio del Litio, que están estos días en pueblos del entorno de Cañaveral y en Cáceres, recaudando firmas para alegar a un intento de imposición de un Decreto que no es más que una alfombra roja a empresas mineras surgidas de la nada para extraer el Litio a costa de tierra, agua y aire, para asignarles subvenciones de manera sencilla, y que puedan así arrancar de una vez sus proyectos, y con ellos nuestras encinas y alcornoques, nuestro agua y raíces, de las entrañas de la tierra sobre la que caminamos y caminarán los nuestros.
Un intento de imposición de un Decreto que no es más que una alfombra roja a empresas mineras surgidas de la nada para extraer el Litio a costa de tierra, agua y aire, para asignarles subvenciones de manera sencilla, y que puedan así arrancar de una vez sus proyectos
Hay esperanza porque hoy podemos señalar a políticos como el presidente de la Junta de Extremadura Guillermo Fernández Vara, o el Alcalde de Cáceres Luis Salaya, ambos del PSOE, o el de Cañaveral, que nos comprometen mientras repiten expresiones del tipo: “no os preocupéis”, “solucionaremos esto”, “la factura de la luz…”, “la energía y la movilidad del futuro…”,.. Y tantos y tantos mantras, como si fueran budistas, mientras en sus bocas se pervierten y pierden cualquier significado. Señalémosles a ellos, que defienden proyectos ilegales como el de una mina en la Montaña de Cáceres (el propio Salaya recordaba que la zona está protegida por el Plan General Municipal para defender a la población de la agresividad de las industrias extractivas, a cielo abierto o en galería, y el agua, y el aire) y a sus asesores: “hay que construir más presas” (en contra de la tendencia actual que recupera ríos y gestiona el agua con cabeza y decencia en lugar de favoreciendo el negocio del hormigón y las eléctricas), “la tecnología solucionará nuestros problemas” (como llevan décadas diciendo desde la industria agraria que desde los años 60 prometía acabar con el hambre y solo ha reducido la productividad de la tierra), “hay que confiar en las leyes” (aunque los antecedentes demuestran su servilismo y que no contemplan el coste ambiental y social para el futuro), “¿no querréis que hagamos en otros países lo que llevamos toda la vida haciendo?” (como nos han propuesto esos ingenieros de minas que amenazan con seguir extorsionando y explotando a otros como han hecho siempre, si no accedemos a sacrificar nuestro entorno también), y finalmente, sin decirlo pero encadenado a la realidad que vivimos: “os sacaremos de esta crisis, nosotros que os hemos metido en ella, con nuestra política, nuestra ideología, nuestra única manera conocida de dirigir pueblos, ciudades, regiones, países: haciendo nuestros negocios”.
Afortunadamente hoy hay esperanza y alternativas, hay información, hay redes, hay voluntad de colaborar y cooperar para acabar con esta competitividad territorial, política y empresarial que nos condena. Hay oportunidades de manifestar nuestro deseo de favorecer al futuro vivo en lugar de comprometerlo una vez más. Hay movimiento. Hay personas que están ahí trabajando para que sea posible. A todas ellas, gracias, de corazón.