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Kolëctiv.Feat: Vivir la prisión y el confinamiento a través del arte

Alberto Soto Cortés*

“Estuve en la cárcel y me fueron a ver”.

Mateo 25, 36

“Ahora, señor gobernador —respondió el mozo con muy buen donaire—, estemos a razón y vengamos al punto. Prosuponga vuestra merced que me manda llevar a la cárcel y que en ella me echan grillos y cadenas y que me meten en un calabozo, y se le ponen al alcaide graves penas si me deja salir, y que él lo cumple como se le manda. Con todo esto, si yo no quiero dormir, y estarme despierto toda la noche sin pegar pestaña, ¿será vuestra merced bastante con todo su poder para hacerme dormir, si yo no quiero?”.

Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, cap. XLIX, 1615.

Desde siglos atrás se ha debatido la utilidad de la privación de la libertad. A la fecha no hemos logrado que las penas de cárcel reparen los daños, no cambian en nada lo sucedido, sólo, en ciertos casos, frenan la comisión de nuevos delitos. Bien sabido es que las prisiones generan perjuicios colaterales y en ellas se fortalece el circuito de iniquidades. Quizá son las prisiones la declaratoria humana del fracaso en la impartición de justicia y de la promesa del Estado de garantizar la seguridad pública.

Los presidios se llenan con personas culpables, pero también con individuos que no pudieron gozar de una buena defensa o de quienes sin razón fueron puestos a resguardo, como se dice, sin deberla ni temerla. El tan anhelado debido proceso y la reinserción social son, en el mejor de los casos, buenas intenciones que no cristalizan en la mayoría de las naciones y prisiones del mundo.

Esta breve nota está dedicada a quienes estudian derecho y serán corresponsables del sistema penitenciario; pero también para quienes tienen por oficio la abogacía, la persecución de los delitos o la impartición de justicia. Espero pueda ser leída por integrantes del poder legislativo y por otras personas que viven cercanos al fenómeno de la reclusión: presuntos culpables, procesados, familias, víctimas y a todas las demás personas que, en libertad, sienten, como yo he sentido, que la prisión no corrige, no reintegra y no contiene a la criminalidad. El encarcelamiento es una atribución que el poder debe de utilizar como el último recurso, no como el criterio en el que basamos el orden y la justicia.

***

Diversos documentos sobre el sistema de justicia y de reinserción social en México, también como algunos protocolos de derechos humanos, consideran la cultura como una mercancía que debe de ser puesta a disposición de las personas privadas de la libertad. Me consta que personas de buena fe, consideran que el cambio cualitativo está en la cultura, vislumbrando a esta como conocimientos impartidos desde el status quo. Con ese pensamiento se descarta y despersonaliza a quienes se encuentran en prisión, ya que se les niega su participación social en la cultura. Parece que el confinamiento no es suficiente castigo, sino que se cree que es posible y deseable una reprogramación al estilo que Stanley Kubrick mostró críticamente en una de sus más famosas cintas, A Clockwork Orange de 1971.

Cada ser que ingresa a un reclusorio o penal, lleva consigo un oficio y su cultura: extrañará su entorno, la música que escuchaba, lo que veía y las prácticas que realizaba. La privación de la libertad se ha malentendido y por esa razón se busca desculturalizar a las personas internas, lo que equivale a deshumanizarlas. Una cosa es brindar espacios y opciones variadas para que presos y presas encuentren una vía para manifestar lo que ya son, para compartir su cultura, y otra es imaginar que se puede lograr la reinserción a través de convencerlos de que existe una cultura correcta o superior que les puede facilitar la vida en libertad.

De muchas prácticas destaco el proyecto promovido por Kolëctiv.Feat, una organización social que ha trabajado de la mano con la Secretaría de Cultura federal a través del programa de Cultura Comunitaria y del Gobierno de la Ciudad de México, con la colaboración de la Subsecretaría de Sistema Penitenciario. Kolëctiv ha ingresado al Penal Varonil de la Ciudad para proponer que los internos usen el arte para exponer, compartir y liberarse a través de su cultura, a la vez que puedan encontrarse con otros internos en procesos de diálogo artístico.

En días pasados se inauguró una exposición por iniciativa de Kolëctiv.Feat en la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. La muestra contempla obras e intervenciones artísticas y en la apertura se tuvo la presencia de artistas privados de la libertad, algunos en persona y otros presentes en una trasmisión en directo.

El centenar y medio de asistentes, entre alumnado, profesorado, custodios, prisioneros, autoridades universitarias, estatales y federales, artistas liberados y público en general, participaron de un diálogo corto pero emotivo. Se le invitó al público a pensar y construir un concepto de libertad distinto al que continuamente se reconoce en los libros y en los debates filosóficos, haciéndonos conscientes de las distintas formas de confinamiento en las cuales participamos.

Los integrantes de Kolëctiv.Feat y los artistas dentro y fuera de la Penitenciaría explicaron cómo a partir de un taller-laboratorio de creación artística se identificaron con las preguntas universales, conformaron una comunidad creativa, se hicieron conscientes de su persona, reflexionaron sobre los problemas estructurales que llevan a la comisión de delitos, fueron conscientes de los abusos del sistema judicial y de los daños que la privación tiene para las personas y sus comunidades.

Personas jóvenes tuvieron la oportunidad de recorrer la exposición, de hablar directamente con los artistas, ya en persona o a través de un micrófono y pantalla. Se entendió la libertad como una posibilidad inherente y al arte como un detonador de la misma, siendo la creación una puerta para la construcción de la paz personal, la reconciliación y la hermandad. El trabajo de los artistas que pudimos conocer abarca preocupaciones y miradas sobre ser libre a pesar de estar confinado, de enfrentar el miedo y de no dar la espalda a la cultura a la que se pertenece o a las expresiones que se desean.

Las obras son de autoría de Alejandro Sandria, Antonio Brindiz Altamirano, Diego Aparicio Cea, Francisco Jesús Torrecillas Ramírez, Gerónimo Duarte Amador, Horacio Mata Nava, Jaime David Soto Mecalco, José Raúl (Ponk) Hernández Hernández, Juan Carlos Juárez Alday, Leonardo Medel Soto, Mai Qunn, Miguel Ángel Velázquez Salazar, Moisés Bucio Enríquez, Noé Llado Rendón, Osvaldo Aristóteles Morgan Colón, Rafael Martínez Juan, Ricardo Alejandro Gil Franco, Sergio Parada Cabello y de la maestra Lulú Sánchez Puig.

Destacan las obras colectivas donde se expresa de manera profunda aquello que no puede decirse con palabras, aunque a veces el título es tan claro ya que retoma alguna frase icónica. La pieza “Beat Less o todo va a estar bien al final y si no está bien, entonces no es el final”, no es un homenaje a John Lennon, sino un llamado a la esperanza, a continuar alimentando la vida con el ejercicio de la libertad. Una intervención más, donde se puede ver a Elvis Presley caracterizado como el prisionero 6240 contorsionándose por la magia del Jailhouse Rock, llama a entender que los reos no pierden jamás su humanidad y que son parte del mundo, de la sociedad, como pasado, presente y futuro.

Todo material disponible y técnica son válidos para los artistas confinados en la penitenciaría. Los resultados son distintos según las personas involucradas y sus ideas o ganas de experimentación o expresión. Así dan a entender, como se menciona en otra de sus intervenciones que el arte es “la conquista del miedo, libertad y perdón”:

De todo el diálogo se generó una breve declaratoria que quedó protegida por un capelo: “Libertad: reencontrarse con uno mismo, hacer lo que nos gusta, voltear al cielo, vivir en paz con la sociedad, vivir lo que pensamos y sentimos… para ti ¿Qué es la libertad? ¿Eres realmente libre?”.

Esta exposición hace evidente que el arte no es propiedad de un circuito de galerías, museos y coleccionistas, sino que tiene un valor inconmensurable para la vida de personas en distintas circunstancias. Sólo mejorará la sociedad a través de la reflexión y el diálogo, la cooperación y de liberarse de los dogmatismos y de sus opresores, y para conseguirlo el arte es una vía.

*Director del Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

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