Brasil en Rojo

Spensy Pimentel

Judiciario 4 x 3 Brasil – el nuevo marcador de la verguenza

Después de haber vivido todo un período de intensa vergüenza nacional con el 7 x 1 que la selección brasileña de fútbol sufrió, frente al equipo alemán en la Copa de 2014, el país ahora arca con un nuevo marcador vejatorio – esta vez, un 4 x 3 en el Tribunal Superior Electoral, que el pasado día 9 absolvió la dupla Dilma Roussef / Michel Temer de la acusación de haber cometido un delito de abuso de poder durante la campaña electoral de 2014.

Durante cuatro días, el país asistió en vivo a la última ronda de debate en la Corte. El patético enredo protagonizado por los siete ministros tuvo refinamientos de crueldad.

El relator de la acción, Herman Benjamin, fue contundente al señalar las pruebas existentes de que el financiamiento de la campaña de la dupla estuvo asociado a un cuadro 2 vinculado a empresas que mantenían contratos con la estatal Petrobras, como Odebrecht. Lanzó frases matadoras, como: “En el caso de Petrobras, no se trata de un partido político. Allí siempre estuvo instalada una situación, antes no investigada y mucho menos punida, de drenaje de los recursos públicos». «Es un milagro que estemos hoy aquí apurando esos hechos, no era para ser, no habrá otra oportunidad para apurar hechos de esa naturaleza aquí.» «Como juez, rechazo el papel de enterrador de prueba viva. Puedo hasta participar en el velorio, pero no voy a cargar el ataúd”.

Antes de llegar a dar su veredicto, los ministros hicieron una votación, en la que la mayoría consideró que las pruebas existentes de esa asociación entre el presidente Michel Temer y esos crímenes no podían ser tenidas en cuenta en el juicio, por haber sido insertadas en el proceso “fuera del plazo”. La acción original fue impuesta por el PSDB en 2014.

Dos ministros que votaron por la absolución fueron indicados por el propio Michel Temer en los últimos meses.

El juez que presidió la sesión, Gilmar Mendes, es nuestro más destacado ejemplo de partidismo explícito. Fue nombrado ministro del Supremo Tribunal Federal en el 2002, después de ocupar el cargo de Abogado General de la Unión por dos años en el gobierno del tucán Fernando Henrique. Este año, apareció en grabaciones de la Operación Lava Chato conversando con el entonces presidente del PSDB, Aecio Neves. Seguía hablando con intimidad con alguien que, hace meses, es apuntado como sospechoso en las principales investigaciones de responsabilidad del STF actualmente.

Es gritante el contraste con otro juicio político reciente, en el que varios políticos vinculados al PT fueron condenados según la llamada «teoría del dominio del hecho». Es decir, a pesar de no encontrar pruebas, la Corte decidió que, ocupando los puestos que ocupaban en el gobierno, ellos «no tenían como no saber» de los crímenes que estaban siendo practicados.

Ahora, se inventa una nueva teoría, el «dominio de la conveniencia»: a pesar de que existen pruebas, deben ser ignoradas. A los ojos de la población brasileña, la decisión se vuelve absolutamente bizarra.

Pero todo indica que ese es sólo el comienzo de una ofensiva aún más amplia contra las investigaciones sobre corrupción que han acuñado el gobierno Temer.

Un nuevo ministro de Justicia indicado por el presidente ahora tiene la posibilidad de cambiar el mando de la Policía Federal, que ha conducido buena parte de las investigaciones contra la corrupción hasta ahora.

Por encima, con la excusa perfecta que la crisis económica proporciona, los recursos de la PF para las investigaciones empiezan a ser drásticamente reducidos.

En los próximos meses, debe indicarse el nuevo Fiscal General de la República, sustituyendo a Rodrigo Janot, que ha sido otra pieza clave en las investigaciones de corrupción – varias de las solicitudes de investigación contra políticos poderosos han sido firmados por él. Y, adivina, quien dá la palabra final sobre el nombre para ese puesto es el presidente de la República.

La democracia brasileña sigue expuesta en plaza pública.

En el seno de todo el proceso de combate a la corrupción, gran expectativa viene siendo creada en relación al Poder Judicial. El juez Sergio Moro, uno de los principales nombres de la Lava Jato, en su estrategia de repetir, de forma perfeccionada, los pasos seguidos por la Operación Mani Pulite, así como el procurador Daltan Dallagnol se exponen a los medios de forma constante para, teóricamente, impedir la clase política de frenar los trabajos de investigación, com el apoyo de la población.

Pero la operación en el TSE para absolver Temer mostró la verdadera faz hegemónica del Poder Judicial: una instancia muy vulnerable a las influencias políticas, en función de tener una cúpula toda nombrada por los políticos y por constituirse hoy, como, prácticamente, una verdadera casta superior, con sueldos altísimos, muy distanciada de la mayoría de la población. Para que se tenga idea, tres de cada cuatro jueces brasileños ganan más que el techo establecido por la Constitución, que sería el salario del presidente de la República – en algunos estados, el porcentaje llega al 99%. La media de los salarios de los jueces llega a casi 45 salarios mínimos! Los valores son más altos que los de Estados Unidos y de muchos países de Europa.

El Judiciario brasileño es considerado por muchos como el más caro del mundo, con gastos que llegan al 1,8% de nuestro Producto Interno Bruto.

Creer en el Judiciario como línea de frente de cualquier transformación más profunda es, casi, cómo confiar a la nobleza la tarea de juzgar a la familia real, contando con eso para llevar a cabo la Revolución Francesa. Pero, para un país que tuvo su “independencia” por las manos de un príncipe portugués…

Judiciário 4 x 3 Brasil – o novo placar da vergonha

Depois de ter vivido todo um período de intensa vergonha nacional com o 7 x 1 que a seleção brasileira de futebol sofreu, frente à equipe alemã na Copa de 2014, o país agora arca com um novo placar vexatório – desta vez, um 4 x 3 no Tribunal Superior Eleitoral, que, no último dia 9, absolveu a chapa Dilma Roussef/ Michel Temer da acusação de ter cometido crime de abuso de poder durante a campanha eleitoral de 2014.

Durante quatro dias, o país assistiu ao vivo a toda a última rodada de debate na Corte. O patético enredo protagonizado pelos sete ministros teve requintes de crueldade.

O relator da ação, Herman Benjamin, foi contundente ao apontar as provas existentes de que o financiamento da campanha da chapa esteve comprovadamente associado a um caixa 2 ligado a empresas que mantinham contratos com a estatal Petrobras, como a Odebrecht. Lançou frases matadoras, como: “O ataque à Petrobras não é invenção de um partido político. Ali sempre esteve instalada uma situação, antes não investigada e muito menos punida, de dreno dos recursos públicos”. «É um milagre que estejamos hoje aqui apurando esses fatos. Não era para ser. Não haverá outra oportunidade para apurar fatos dessa natureza aqui”. “Posso participar do velório, mas não carrego o caixão.”

Antes de chegar a dar seu veredicto, os ministros fizeram uma votação, em que a maioria considerou que as provas existentes dessa associação entre o presidente Michel Temer e esses crimes não poderiam ser levadas em conta no julgamento, por haverem sido inseridas no processo fora do prazo. A ação original foi impetrada pelo PSDB em 2014. Em gravação recentemente divulgada, o então candidato tucano, Aécio Neves, chegou a dizer que a ação se destinava apenas a “encher o saco do PT”. Atualmente, ele também é alvo das operações contra corrupção e só não está preso porque o STF não permitiu, por conta de seu mandato como senador.

Dois ministros que votaram pela absolvição foram indicados pelo próprio Michel Temer nos últimos meses.

O ministro que presidiu a sessão, Gilmar Mendes, é nosso mais destacado exemplo de partidarismo explícito. Indicado a seu cargo por Fernando Henrique Cardoso, do PSDB, em 2002, após ocupar o cargo de Advogado Geral da União por dois anos anos, ele foi flagrado em grampos da Operação Lava Jato conversando com o então presidente do PSDB, Aecio Neves.

É gritante o contraste com outro julgamento político recente, em que diversos políticos ligados ao PT foram condenados segundo  a chamada “teoria do domínio do fato”. Ou seja, apesar de não serem encontradas provas, a Corte decidiu que, ocupando os postos que ocupavam no governo, eles “não tinham como não saber” dos malfeitos que estavam sendo praticados.

Agora, inventa-se uma nova teoria, o “domínio da conveniência”: apesar de existirem provas, elas devem ser ignoradas. Aos olhos da população brasileira, a decisão torna-se absolutamente bizarra.

Mas, tudo indica que esse é só o começo de uma ofensiva ainda mais ampla contra as investigações sobre corrupção que têm acuado o governo Temer.

Um novo ministro da Justiça indicado pelo presidente agora tem a possibilidade de trocar o comando da Polícia Federal, que tem conduzido boa parte das investigações contra a corrupção até agora.

Ainda por cima, com a desculpa perfeita que a crise econômica proporciona, os recursos da PF para as investigações têm sido drasticamente reduzidos.

Nos próximos meses, deve ser indicado o novo Procurador Geral da República, substituindo Rodrigo Janot, que tem sido outra peça chave nas investigações de corrupção – vários dos pedidos de indiciamento contra políticos poderosos têm sido firmados por ele. E, adivinhe, quem dá a palavra final sobre o nome para esse posto é o presidente da República!!!

A democracia brasileira segue exposta em praça pública.

No bojo de todo o processo de combate à corrupção, grande expectativa vem sendo criada em relação ao Judiciário. O juiz Sergio Moro, um dos principais nomes da Lava Jato, em sua estratégia de repetir, de forma aperfeiçoada, os passos seguidos pela Operação Mani Pulite, bem como o  procurador Daltan Dallagnol se expõem à mídia de forma constante como forma de, teoricamente, impedir a classe política de travar os trabalhos da Polícia Federal e dos procuradores.

Mas, a operação no TSE para absolver Temer mostrou a verdadeira face hegemônica do Poder Judiciário: uma instância muito vulnerável às influências políticas, em função de ter uma cúpula toda nomeada pelos governantes e por se constituir hoje, como, praticamente, uma verdadeira casta, com salários altíssimos, muito distanciada da maioria da população. Para que se tenha ideia, três a cada quatro juízes brasileiros ganham salários acima do teto estabelecido pela Constituição, que seria o salário do presidente da República – em alguns estados, o percentual chega a 99%. A média dos vencimentos de juízes chega a quase 45 salários mínimos! Os ganhos são mais altos que os verificados nos EUA e em muitos países da Europa. O Judiciário brasileiro é considerado, por muitos, como o mais caro do mundo, com gastos que chegam a 1,8% de nosso Produto Interno Bruto.

Acreditar no Judiciário como linha de frente de qualquer transformação mais profunda é, quase, como confiar à nobreza a tarefa de julgar a família real, contando com isso para levar a cabo a Revolução Francesa. Mas, num país que teve sua “independência” pelas mãos de um príncipe português, quem sabe…

 

Spensy Pimentel

Periodista y Antropólogo brasileño. Ha Colaborado con publicaciones independientes de Brasil como Caros Amigos, Brasil de Fato, Carta Capital, Retrato do Brasil, entre otras. Acompaña a los Guarani Kaiowa, de Mato Grosso do Sul, divulga su problemática y su proceso autónomo.

Dejar una Respuesta

Otras columnas