Esta pieza periodística se produjo en el Taller de Periodismo de la UACM.
Kau Sirenio y su periodismo de inmersión en el México contemporáneo
Jornaleros Migrantes: Explotación Transnacional es un libro que nos relata el viaje personal, una experiencia en carne propia, de Kau Sirenio, un periodista ñuu savi originario de la costa chica de Guerrero. Esta obra es breve, cuenta con 148 páginas y está dividida en dos partes: la primera titulada «Migración Nacional»; y la segunda, «Migración Transnacional». Un texto publicado en agosto de 2021 por la editorial Trinchera.
La travesía de esta investigación de periodismo de inmersión se desarrolla dentro de los campos agrícolas de México y Estados Unidos. Desde el inicio hasta el final de esta aventura, se plática, se entrevista, se acompaña, canta y narra, sobre la situación que viven los jornaleros migrantes detrás de los surcos de las agroindustrias en ambos lados de la frontera. En sus páginas también se exponen las injusticias que viven estos trabajadores, algunos de los más explotados en estos dos territorios.
La andanza comienza cuando Kau Sirenio, periodista del portal nativodigital PieDePágina, se integra como un jornalero más, no como el cronista y reportero que es, sino como un migrante que busca salir adelante y obtener un empleo para “poder sobrevivir”. Bajo este papel le solicita trabajo a Ismael, un capataz encargado de manejar una cuadrilla de brócoli en San Quintín, Baja California, mejor conocido como “el rancho de los Fox”, por se propiedad del expresidente mexicano Vicente Fox. Con solo dos preguntas: ¿Hablas alguna lengua indígena? ¿De dónde eres?, y unos cuantos documentos más (acta de nacimiento, currículum y credencial), puede comenzar a trabajar. Cuenta Kau sus primeras impresiones nada más comenzar a trabajar: lo mejor para los capataces, encargados y dueños de los surcos es que los jornaleros no sepan leer ni escribir.
En la primera parte del libro, Migración Nacional, Sirenio relata su primer viaje, a los surcos de San Quintín, Baja California, para “trabajar como jornalero migrante en el corte de pepino y jitomate”, con el fin de conversar con algunos de los trabajadores para conocer sus historias y sus experiencias dentro del sistema agroindustrial. En esta primera mitad del libro, el autor narra cómo se vive la explotación, discriminación, mala alimentación, el salario pésimo y las malas condiciones del transporte en el que a diario son trasladados estos trabajadores para comenzar a laborar. Kau también expone cómo es que las mujeres que trabajan en estos campos, son objeto de acoso sexual y cómo son tratadas peor que esclavas si se niegan a obedecer a los capataces o encargados. – Desde mi primer día en el surco, me di cuenta de la violencia que enfrentan las mujeres- afirma el periodista.
El arduo trabajo que realizan los trabajadores, desde las 5:00 am hasta las 5:00 pm, no es valorado y mucho menos es respetado. Entre las páginas de este libro, se denuncia cómo un jornalero gana $20 pesos por cortar 200 kilogramos de pepino, mientras que un supermercado obtiene mucho más al vender el producto a un precio más elevado, $330 por poner a la venta 30 kilogramos de pepino. Además, el libro denuncia las prácticas abusivas de los empleadores de estos jornaleros, a quienes les descuentan porcentajes de su pago si llegan a extraviar su herramienta de trabajo; o cómo por cada pepino tierno que corten los trabajadores, son despojados de dos botes ya trabajados. De igual manera, las empresas agroindustriales les cobran absolutamente todo a un precio elevado: alimentos, agua, transporte, vivienda y, a pesar de ello, los jornaleros siguen enviando dinero a sus familias.
Durante el día, cuando los jornaleros se encuentran trabajando en las pizcas, los revisadores o mayordomos revisan las pertenencias de los migrantes sin que se den cuenta; si llegan a encontrar libros, cuadernos, propaganda política o algún otro objeto que les cause inconformidad, se les castiga, en el 2022, en México. Al finalizar la jornada, los trabajadores nuevamente son inspeccionados para verificar que no escondan algún pepino o tomate, de lo contrario son despedidos, sin liquidación. Sumado a lo anterior, nadie entre los trabajadores con los que Sirenio convivió tiene conocimiento de sí cuentan con seguro social, ya que no firman contrato alguno. En San Quintín los agroempresarios explotan a más de 70,000 jornaleros que viven en condiciones de semiesclavitud.
El libro también relata resistencias y dignidades. Con mucha valentía, las y los jornaleros se organizan en movimientos sociales para exigir un cambio real dentro de aquellos surcos, y reclamar un salario justo por el durísimo trabajo que realizan. Entre esos relatos encontramos los de las mujeres activistas, que se han integrado como líderes a los diferentes sindicatos o centros de trabajadores, a pesar de la consecuencias que esto pudiera traer, ellas apuestas por levantar la voz.
Un movimiento de protesta que llamó la atención en México y otros países, surgió el 17 de marzo de 2015, la huelga de San Quintín, que rápidamente perdió los reflectores mediáticos. La lucha continúa en los campos agrícolas fronterizos y los trabajadores organizados lograron que se les aumentara el 15% de salario diario, si bien aumentó la carga de trabajo, empeorando aún más la situación de los jornaleros en San Quintín.
Por otra parte, el movimiento hizo que solo fueran sancionadas las pequeñas empresas productoras, pero las empresas más grandes, las transnacionales, se libraron de ser supervisadas por la seguridad social.
-Hay algo que nos salva: ahora la gente es más consciente de sus derechos y empiezan a organizarse, eso sí cuenta mucho, porque antes era muy difícil generar una protesta en el valle- añade Lucila Hernández, líder del sindicato de Jornaleros Agrícolas
Mujeres mixtecas lideraron el movimiento de protesta. Un ejemplo es Lucila Hernández, quien lucha por los derechos laborales de los jornaleros contra la violencia de género. También se encuentra Gloria Gracida Martínez, quien desde niña trabajó como jornalera en los campos de cultivo; Martínez logró conseguir una beca y estudió una maestría en educación en la Universidad Iberoamericana. Mujer ejemplar.
Más adelante, Sirenio habla de la entrevista realizada a Ignacio Aguilar Nava, ex trabajador del rancho Los Pinos, quién vive en el pueblo Joya del Real, Cochoapa el Grande, conocido como Montaña Alta, en Guerrero. Ignacio le relató al periodista su historia de vida y cómo viven los jornaleros en el rancho San Quintín. Habla sobre el viaje de seis horas que realizan para poder comprar despensas para sus familias, sin agua ni comida en su trayecto; cuenta también la manera en que vio morir a compañeros jornaleros en horas de trabajo, pues los empresarios agrícolas y sus capataces no tienen cuidado cuando mandan a fumigar los surcos. Debido a ello, muchos trabajadores se han enfermado sin que la empresa agrícola les diera seguro médico. Cochoapa el Grande es el municipio más marginado de América Latina. Aquí se nace en pobreza y miseria, haciendo que cada año familias completas sean engañadas por los “enganchadores”, quienes les prometen una vida digna ofreciéndoles trabajo en los campos agrícolas.
Después de haber experimentado las situaciones en las que viven los trabajadores en San Quintín, Kau Sirenio se aventura a otras zonas agrícolas del país para documentar los abusos contra otros trabajadores agrícolas. Entonces llega a San Juan Totolcintla, Guerrero, pueblo donde la miseria es el ambiente natural y donde los habitantes hablan en su lengua natal, el náhuatl. Ahí, Kau convive con la familia de Melquiades García Ríos, comisario de Bienes Comunales de San Juan Totolcintla. Durante los días de trabajo con los nahuas, los trabajadores le relatan historias de paisanos cercanos, las experiencias fúnebres de algunos jornaleros. Las condiciones en estos campos agrícolas, al igual que en San Quintín, son deplorables.
Entre otros abusos, los patrones insultan a los trabajadores e incluso los golpean, también han muerto jornaleros al transportarse del campo de trabajo a sus dormitorios, por las malas condiciones de los caminos, el uso diario del transporte. Dentro de los campos agrícolas se encuentran trabajando menores de edad, quienes no tienen derecho a la educación, ni al seguro médico; ellos son los más vulnerables. Sirenio, tiene la oportunidad de estar presente en el funeral de dos menores de edad, quienes murieron en un accidente automovilístico cuando eran transportados hacia los campos agrícolas.
-Nuestro panteón está lleno de paisanos que han muerto en los surcos de los campos agrícolas- Melquiades García Ríos.
La canción que canta la banda en el funeral es emotiva: – El día que me vaya de esta vida, por Dios que no voy a llevarme nada, la tierra cubrirá mi sepultura y el llanto de mi madre habrá de mejorarla… Me voy, me voy, me voy, voy a emprender el viaje sin regreso.. Me voy, me voy, me voy-. Lo único que desean las comunidades es trabajo, seguridad y alimento, pero el Estado no se preocupa por los pobres, carecen de derechos en Guerrero, apunta este libro.
Tras su estancia con la familia de Melquiades, Sirenio, junto a jornaleros, emprendió su camino hasta la línea fronteriza con Estados Unidos. En su recorrido fueron acompañados por profesores, músicos, artistas, activistas y el colectivo Frente Único de la Lucha. El muro que separa a México de Estados Unidos, contiene el clamor de los jornaleros indígenas; de un lado se escucha su grito en contra de los empresarios que los explotan en el Valle de San Quintín, mientras que del otro lado se escucha la voz de los que reclaman libertad a Donald Trump, que no logrará su propósito de detenerlos con el muro. Entonces, de acuerdo a la narración de Sirenio, se escucha el grito de uno de los acompañantes: –Muro no, puente sí- grita Octavio López, jornalero que gritó para animar el recorrido.
Asimismo, emprendió junto a los jornaleros La Caravana Nacional de San Quintín, en la que recorrieron siete estados del país con una duración de catorce días, acompañados de organizaciones sociales, comenzando desde Tecate y finalizando en Tijuana, la llamada última frontera del país.
Lorenzo Rodríguez Jiménez, secretario general del Sindicato Independiente Nacional Democratico de Jornaleros Agrícolas, encabezó la caravana jornalera. Durante el trayecto Kau conversó con mujeres jornaleras, quienes le narraron sus experiencias en los surcos. Ocho de cada diez mujeres han sido víctimas de acoso sexual por parte de los mayordomos generales y patrones de los surcos, además de por sus propios compañeros de trabajo. Es por esto que las mujeres toman un papel muy importante en esta lucha sindical: Gloria Gracida, a quien ya mencionamos anteriormente, inició su lucha en contra de la explotación infantil y dió un discurso diciendo: Los niños a la escuela y salario justo a sus padres.
Otro perfil que ofrece el libro es el de Lucila Hernández, quién es el rostro de los jornaleros agrícolas; ella tiene una trayectoria de 30 años trabajando en los surcos, recorriendo desde Sonora hasta el rancho Los Pinos, en San Quintín. Lucila le comentó a Sirenio que las enfermedades graves que matan poco a poco a las mujeres, son la injusticia y el abandono del gobierno, que nos quiere ver de rodillas. Ella es una mujer con gran valentía, que no se dejó intimidar ante el funcionario Luis Rodríguez, funcionario y hermano de los patrones de Los Pinos.
Hernández luchó por la necesidad de obtener apoyo para fundar escuelas para los jóvenes. Por esa labor Lucila ha enfrentado amenazas y agresiones en su contra; sin embargo, sigue con su lucha. En este transitar, incluso aprendió leyes, primeros auxilios, trabajo social y psicología, todo ello para poder encabezar la Asociación Civil de Mujeres Jornaleras de Todos Los Colores A.C, en mayo de 2016, para impulsar actividades encaminadas a la defensa de los derechos humanos en el Valle de San Quintín.
Ambas jornaleras y otros sindicalistas son enfáticos cuando, nos narra Sirenio, demandan acceso efectivo a su derecho a la salud, porque si un jornalero se enferma o se infecta en tiempos de covid-19, se les cae la producción del campo y los empresarios de las agroindustrias pueden perder sus cosechas. De ahí que el expresidente norteamericano les llamará “trabajadores escenciales” a ellos y a los jornaleros que trabajan del otro lado del muro en las mismas agroindustrias.
En el valle de San Quintín, muchos de los jornaleros viven al día, es por eso que no pueden dejar de trabajar. La producción de alimentos como fresa, frambuesa, arándano, mora, pepino, chile, chícharo, nopal, calabaza, ejote y tomate, en su mayoría, son exportados a Estados Unidos. Es decir, los jornaleros, nos explica este reportaje de inmersión, no pueden dejar de trabajar porque no comerían y, al mismo tiempo, lo que cosechan alimenta a millones de personas en Estados Unidos y México.
En la segunda parte del libro, Migración Transnacional, Kau vive y narra su experiencia como migrante en los Estados Unidos. Hombres, que son denominados “enganchadores o polleros”, ofrecen raid a bajo costo. En su travesía Sirenio compró un boleto de camión para viajar a Olimpya, Washigton. Los polleros le prometieron un viaje cómodo, a bajo costo y con pocas horas de trayecto. Su viaje duró 40 horas. No obstante, tuvo la oportunidad de convivir con uno de los enganchadores, Héctor, y el viaje que ni fue corto ni cómodo sirvió para escuchar las historias de varios migrantes guatemaltecos. Así, supo que si él o los guatemaltecos con quienes viajaba se negaban a pagar un aumento al pago acordado, los polleros amenazaron con que matarían a sus familias; Todos estuvieron obligados a pagar las cantidades que los enganchadores les exigían, la tarifa subía de 30 dólares hasta 450 dólares por persona por el viaje.
Kau llegó al surco de cortadores de flores y hortalizas del campo agrícola, al norte de Seattle, Washington. Ahí, nuevamente conoció a jornaleros indocumentados por las leyes migratorias en Estados Unidos quienes les compartieron sus historias. La mayoría de los jornaleros que trabajan ahí son originarios de Oaxaca y Guerrero. Uno de ellos, Paulino, recorrió los principales campos agrícolas en México antes de llegar a Estados Unidos, donde aprendió oficios de agricultura y le dio paso a los surcos. Junto con sus primos y sobrinos Paulino fundó Los Aferrados del Arroyo, una banda musical en la que cantan en su lengua natal, tuun savi. Kau afirma que esa banda goza de altísima popularidad entre los jornaleros asentados en Washington.
Durante el tiempo en que el reportaje se realizó del otro lado del muro, Sirenio también conoció a Julia de la Cruz, una mujer que conduce un programa bilingüe en Radio Conciencia, producción radiofónica sobre derechos humanos. Julia es activista, pertenece a la Coalición de Trabajadores de Inmokalee junto a Gerardo Reyes, de origen Zacatecano. Ambos tienen una lucha en común en Inmokalee, Florida, para acabar con la explotación laboral en los campos agrícolas. Y por eso en 2005 organizaron junto con muchos y muchas trabajadoras una huelga para exigir justicia, lucha a la que se sumaron universitarios y comunidades eclesiales.
La huelga del Immokalee tenía como contraparte, o patronal, empresas de comida rápida como Taco Bell, Mc Macdonals, KFC, Burguer King, Subway y Walmart, ya que aunque ellos no explotan directamente a los jornaleros, sí son consumidores y se benefician de su explotación. Para los trabajadores organizados la demanda de insumos por parte de estas empresas se traduce en mayor explotación para los trabajadores, ya que los patrones de los jornaleros les exigen más. Después de la huelga y un boicot, lograron acuerdos éticos con las cadenas de comida rápida interpeladas: -Ahora estamos libres de acoso, ni el jefe ni nadie las puede acosar, porque hay consecuencias para ellos si lo hacen- contó Julia de la Cruz a Kau Sirenio.
Finalmente, y cuando casi se va el aliento para seguir leyendo este reportaje de tantas emociones que produce, el libro relata que muchos mexicanos fallecen en Estados Unidos. Algunos en el interior de ese país y otros en las tierras fronterizas, intentando llegar a esos campos agrícolas donde buscan trabajar.
Con la pandemia por Covid-19 fallecieron 1036 mexicanos. Sus planes de volver solo se quedaron ilusiones; para los jornaleros fallecidos, el sueño de juntar dinero y ver nuevamente a su familia quedó muy lejos. Con estos relatos termina el libro del periodista indígena. Que desde el Taller de Periodismo queremos agradecer con esta reseña sobre un libro ya indispensable para comprender los efectos del neoliberalismo en nuestros territorios.
El libro puede descargarse gratuitamente aquí: http://www.migrantworkersrights.net/en/resources/presentacion-del-libro-los-jornaleros-migrantes-exp-0cfd86e9-92f1-4062-a76e-9cd8915ab76b