Foto: «Alemania complice» cartel en la protesta contra la prohibición del Congreso por Palestina. (Montecruz Foto)
Desde que el pasado lunes 6 de mayo Israel lanzara finalmente su incursión terrestre contra Rafah, considerada hasta ese momento “zona segura” y al mismo tiempo objeto de numerosos bombardeos durante los siete meses que dura la ofensiva sionista, se han sucedido las denuncias de las organizaciones internacionales ante la catástrofe humanitaria que supone el ataque a este pequeño enclave donde se refugiaban más de un millón y medio de gazatíes desplazadas, y la interrupción de todo tipo de entrada en Gaza de ayuda humanitaria tras la toma por el ejército de ocupación del paso de Erez. Esta misma mañana la UNRWA volvía a llamar a un alto al fuego, informando de que al menos 80.000 personas habrían huido desde que iniciara la invasión del este de Rafah. La agencia de las Naciones Unidas que Israel intenta destruir, recordaba que no queda ningún lugar seguro al que los gazatíes puedan dirigirse.
Mientras, en las redes las propias personas palestinas refugiadas en Rafah transmiten una vez más su temor de que esta sea la última vez que puedan comunicarse al mundo, y piden que su voz sea recordada. Gazatíes que han contado en primera persona su vivencia del genocidio, al tiempo que reportaban para medios de comunicación el día a día de la ofensiva israelí contra la franja, comunicaban su desesperación ante la inminente masacre que se cierne contra el sur de Gaza mientras los bombardeos continúan en todo el territorio. Es el caso de la periodista de Al Jazeera Hind Khoudary, quien la noche del 8 de mayo compartía su dolor y su insomnio por la suerte de las personas refugiadas en las tiendas.
Las autoridades palestinas denunciaban ayer que 49 nuevos cuerpos se habían encontrado enterrados en fosas comunes en el hospital de El Shifa. Así, son al menos 520 las personas que fueron asesinadas por el ejército de ocupación y enterradas en las siete fosas comunes encontradas en tres hospitales en Gaza. La violencia aplicada contra estos cuerpos sigue desvelando la brutalidad de los soldados sionistas, personal médico ha denunciado que algunos de estos cadáveres han sido encontrados sin cabezas. Más de 34.800 personas han muerto ya en Gaza víctimas de la ofensiva israelí según el Ministerio de salud de la franja.
Las imágenes de tanques disparando contra tiendas de lona, o niños aplastados bajo los escombros, están espoleando la contestación a nivel global, con acampadas expandiéndose en todo el mundo. No está sucediendo lo mismo con la acción de los gobiernos, que continúan sin romper relaciones con Israel, o reafirmando la amistad con el Estado sionista, como hiciera ayer el ministro de Exteriores Jose Manuel Albarés.
El pulso del sionismo contra la realidad
Al mismo tiempo que perpetúa el genocidio, Israel sigue imponiendo su narrativa en el poder: mientras un grupo de senadores estadounidenses escribían una carta en el que amenazaban a la Corte Penal Internacional en caso de lanzar una orden de arresto contra Benjamin Netanyahu y el líder de los republicanos en el Senado criticaba ayer la suspensión temporal de un envío de armas a Israel decidido por Biden como respuesta a la invasión de Rafah, en Estados Unidos se debate la introducción en la legislación federal de la definición de genocidio de la IHRA —que confunde en sus ejemplos antisemitismo con antisionismo y crítica al Estado de Israel— adoptada ya por decenas de estados.
En España, las acampadas contra el genocidio han sido relacionadas con Hamás por parte de Borja Semper, del Partido Popular. Mientras, la embajada israelí reaccionaba a las palabras del Ministro de Asuntos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy, llamando a las empresas a considerar el riesgo de estar contribuyendo al genocidio, con un comunicado en las que se acusaba a declaraciones como la del ministro de “dar alas a Hamás, e incitar el odio y el antisemitismo”.
La penetración del discurso sionista en el Estado replica estrategias ya desarrolladas en Estados Unidos por organizaciones como la Liga Antidifamación, central en utilizar la narrativa de los discursos de odio para censurar cualquier crítica a Israel y propagar la confusión entre sionismo y antisemitismo. A tal propósito se habría unido en España el Movimiento Contra la Intolerancia —como denunciaba recientemente el activista antirracista y periodista Youssef M. Ouled—, en un informe de la organización presentado el pasado 1 de mayo, y centrado en denunciar el antisemitismo en España en el que se abraza la definición de la IHRA.
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