Introducción a la verdad del periodismo en Chile

Mario Ramos

El periodismo oficial, hegemónico, de los tres canales El Mercurio, La Tercera, o la Bio Bio, está muerto, no existe como verdad. Porque los pequeños medios son los que verdaderamente están escribiendo esta historia.

De esta piel y mirada proyectora pertenecen cientos de comunicadores, desde donde viene nuestra querida Francisca, que se debate entre la vida y la muerte.

Mano dura guante blanco

Un ahogo interno recorrió toda la Alameda de Santiago de Chile, desde la Plaza de la Dignidad hacia el sur. La vida había sido trastocada y baleada otra vez. Una marcha multitudinaria demandando cambios profundos, con jóvenes desarmadas, recorriendo con sus cámaras y banderas la conmemoración del 1º de mayo, fue atacada brutalmente por lo peor del neoliberalismo. Violentándolo todo. Hombres, decenas de machos transformados en piltrafas humanas, presas de un individualismo visceral y competitivo, circulantes del odio que los parió al calor del pinochetismo y el mercado, atacando a mansalva. Presos del miedo.

Aquí cayó la compañera, que se debate entre la vida y la muerte

Observaba el ojo de Francisca a través de su cámara, cómo otros cuerpos como el de ella dibujaban la dignidad en el 1º de mayo de 2022, coloridas risas y gritos de su gente apretujándose, enredándose, luchando en conjunto. Mirada valiente, como la de todos y todas aquellas que abrazan el periodismo independiente y popular, en un sistema que lo prohíbe y persigue. Era la periodista Francisca Sandoval de 29 años, herida por un proyectil macabro alojado en su cabeza, cuando reporteaba para la Señal 3 de La Victoria, fulminada en su hermosura, por una maldita bala narco-ambulante que atravesó la calle, sin salida, donde pululaban machetes, palos y pistolas hiriendo a muerte al que fuera el cálido Barrio Meiggs. Mafias adueñadas de esquinas y barrios comerciales, bandas protegidas por funcionarios de Carabineros de Chile, en peligrosa alianza y red delictual tutelada por el orden de los de arriba.

La sangre de Francisca no es la oferta y la demanda del capitalismo y el comercio callejero, o de la mierda importada de China para sobrevivir, su juventud ya es parte de otra construcción que se está sellando con el sedimento y la arcilla de los 18 de octubre de todo el país, y que nos habla de vida organizada para seguir luchando, armando huertas y ollas comunes, intercambiando semillas, comprando juntos, devolviéndole a la adversidad al colectivo que nos han venido socavando hace ya tanto. Encontrarnos en la humanidad, para que no se nos olvide que es desde ahí que se levantan los pueblos, no desde el clientelismo, no desde el dinero narco, no desde la dependencia del patrón que nos niega, no desde los partidos políticos conservadores y tradicionales, sino desde el afirmarnos unos con otros, en estos tiempos tan duros como transformadores.

Contexto

Chile está inmerso bajo esta tormenta, la de una crisis radical, aquí y en el mundo, un proceso profundo e incierto que se extiende por el planeta, quedando todxs al borde del abismo mientras el centro lo ocupa la dominación, la acumulación, la violencia y la muerte. Estamos enfrentados a nuestras propias limitaciones y contradicciones, y expuestos a las más brutales expresiones de despojo del modelo neoliberal que nos encajona como pueblos, exacerbando patriarcados. Hegemonizando relatos y militarizando nuestras vidas, crisis compleja y profunda, humana, cultural, ideológica, por otros mundos que pretendemos, cuando se agota el mercado y el modelo se repiten con las mismas fórmulas del pasado.

Ya no existe el espejismo que muchos quisieron ver con el progresismo universitario en la moneda, no basta un apruebo, las fuerzas de la reacción que conocemos históricamente en Chile, ya están presente con sus diversas caras máscaras y facciones, es preciso mucho más que las calles y efemérides de mayo septiembre o marzo, es preciso nuevas forma de ver mirar y relacionarnos por abajo ahora y no pasado mañana, ni la otra semana.

Las fórmulas las tenemos todas y todos, sólo hay que juntarlas, nos las regalaron los vivos, muertos y mutilados en las jornadas de los 18 de octubre. No las perdamos, no las firmemos, nos las institucionalicemos, no las vendamos ni hegemonicemos.

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