Infantería democrática

Alfredo Grande

Guerra y política son los dispositivos alternativos para la dominación, el exterminio y toda forma de masacre. Incluyendo la alimentaria, la sanitaria, la educativa. En la guerra se tortura, se asesina, se secuestra. En la política se sub ejecutan presupuestos, o directamente no se ejecutan. Partidas presupuestarias sin llegada a sus anónimos beneficiarios.

La infantería siempre fue en el formato clásico de la guerra, la carne de cañón. O sea, los cuerpos utilizados para que los enemigos gastaran pólvora, pero no en chimangos, sino en niños y jóvenes.  En la actualidad de la cultura represora, los niñas, niños y jóvenes son la carne de cañón de las democracias.

Guerra y política son los dispositivos alternativos para la dominación, el exterminio y toda forma de masacre. Incluyendo la alimentaria, la sanitaria, la educativa. En la guerra se tortura, se asesina, se secuestra. En la política se sub ejecutan presupuestos, o directamente no se ejecutan. Partidas presupuestarias sin llegada a sus anónimos beneficiarios. En la guerra se conquistan territorios, poblaciones, naciones. En la política se conquistan mercados, se desarrolla al maximo el negocio de la salud, de la alimentación, de la educación. En su extremo límite, el negocio de hacer negocios.

El dispositivo denominado tregua es fundamental en la guerra y en la política. En la tregua el conflicto se anestesia, se congela, se posterga. No es un momento de meditación, sino varios momentos de flexión, reflexión y planificación. Un entretiempo más.

La importancia de la tregua es que permite perfeccionar los mecanismos de encubrimiento. Puede durar desde una hora a varios años. Habitualmente su identidad autopercibida es misiones de paz, ayuda humanitaria, cascos azules, fondos internacionales para el desarrollo, Unicef, médicos del mundo, etc, etc, etc. Incluso algunos grupos del llamado capitalismo verde.

En la Argentina hubo dos treguas que marcaron nuestro destino y nuestra inevitable caída en los círculos del infierno. La profecía de que con la democracia se comía, se educaba y se curaba y la profecía de que el capitalismo serio era compatible con los derechos humanos. Lo interesante, para decirlo de alguna manera, es que ambas treguas fueron saludadas, respaldadas y sostenidas como si fueran la anhelada paz.

La primera profecía fue luego de la guerra del terrorismo de estado.  Guerra sucia, pero guerra al fin. Masacre planificada, pero guerra al fin. La segunda profecía fue luego de la insurrección popular del 2001. Permitió una tregua que se denominó la década ganada. A los finales de la misma, los mecanismos de devaluación y ajuste se insinuaron, hasta que otra guerra fue necesaria para la estabilidad de la máquina de hacer negocios. Esta máquina algunos la llaman mercado.

El triunfo del ingeniero de la triste figura activó los mecanismos de la guerra. Curiosamente, o no tanto, promovida por los y las mismos y mismas que no pudieron, no quisieron o no supieron mantener la tregua por algo más de una década ganada. Los mecanismos de destrucción masiva que estas guerras detonan podrían resumirse en el concepto amplificado de inflación. Que no es como se dice el peor de los impuestos sino el mejor de los mecanismos de eliminación de activos. Humanos y no humanos.

Luego advino otra tregua. Conocida como Frente de Todos y a los finales, Unión por la Patria. Entre pandemias, sequías, fotografías, pataletas de consorcio, agachadas varias, pagos de la estafa externa, etc, etc, esa tregua fue corta y patética. El intento de continuación naufragó porque la figura de la gran esperanza blanca, negra, multicolor, la encarnaba una especie de guasón de las mil caras.

Y ganó otro heraldo de la guerra. Con la misión de que sea la guerra final. Abortar para siempre, aunque curiosamente quiera derogar la ley de interrupción legal del embarazo, digo abortar para siempre toda aspiración de liberación de potencias extranjeras. Colonia si, Patria no.

La carne de cañón para esta nueva guerra es la misma. Niñas, niños, jóvenes que son y serán diezmados en los campos de batalla del hambre, de las intemperies, de las enfermedades, de todas las formas de miseria. Por eso las generaciones que sabemos de otras guerras, de otros combates, no podemos ni queremos permitirlo.

No más carne de cañón de la infantería, ni siquiera y mucho menos, en democracia. Al cañón le opondremos nuestra carne, nuestro cuerpo, nuestra alma. Marx escribió: el peso de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.

Los que quedamos vivos de esas generaciones asesinadas tenemos y queremos cuidar y proteger a las nuevas generaciones. Para que él y los cañones no se gasten en sus cuerpos. Como dijo Rodolfo Walsh, tengamos esa satisfacción moral de un acto de libertad.

En un momento donde lo único que avanza son nuevas formas de esclavitud. Los nuevos-viejos Espartaco cuidarán a la infantería democrática.

Publicado originalmente en Pelota de Trapo

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