La disputa política por un modelo sostenible, que piense el territorio y la gestión pública en clave de justicia ambiental, quema como el fuego que devora el bosque nativo. Los recientes y reiterados incendios que arrasaron Córdoba se llevaron 10.000 hectáreas en 15 días y fueron, en su inmensa mayoría, intencionales. Aunque responden a distintas causas, los incendios van más allá de la triste y siempre presente lógica agroexportadora.
¿Qué vínculo hay entre la poca o nula gestión de residuos, los basurales y los recientes incendios de Valle Hermoso, Huerta Grande, paraje San Jorge y la zona de las Sierras Chicas? ¿Con qué se lubrica la maquinaria comunicativa que desplaza el foco de las responsabilidades políticas a las responsabilidades individuales? ¿Cómo se pueden generar mecanismos de participación popular que contribuyan a morigerar el impacto de los incendios?
La maquinaria de medios hegemónicos afines al gobierno provincial indicaron que los basurales a cielo abierto y los vertederos clandestinos fueron el kilómetro cero de los incendios que en estos días arrasan las Sierras Chicas. Eliana Lacombe es doctora en antropología e investigadora de CONICET. Como parte de la “Asamblea Santa María Sin Basura”, reflexionó sobre el problema de la basura y su vínculo con el fuego.
“Solo en las Sierras Chicas, se han perdido 4.800 hectáreas de bosque nativo. Es verdad que uno de los focos donde comenzaron los incendios fue el basural de Huerta Grande, que aloja restos de poda. Sin embargo, cabe señalar que los basurales a cielo abierto están prohibidos en la provincia desde hace 20 años por la ley de residuos sólidos urbanos n.° 9.088. Esta norma preveía que los municipios regularizarían los sitios de disposición final de basuras en el término de un año y, aun así, dos décadas después, esto no sucedió.
Los basurales a cielo abierto o sitios de disposición final son espacios que acumulan residuos sólidos urbanos y que no cuentan con ninguna protección o membrana que impida la filtración de los lixiviados, que son líquidos tóxicos que se producen por la descomposición de la basura y que se filtran a las napas subterráneas contaminando el agua. Estos lugares generalmente no tienen ningún control de ingreso al lugar y, en muchas ocasiones, hay animales que habitan esos espacios y pueden generar enfermedades zoonóticas.
También son epicentro de problemáticas sociales muy graves, de marginación y empobrecimiento, ya que algunas personas viven de lo que pueden recolectar en estos vertederos y, muchas veces, queman la basura para poder reducirla y así rescatar algunos metales que tengan valor comercial.
En muchos casos, los propios agentes municipales usan la quema de residuos como una forma de reducir la cantidad de basura, esto a veces deriva en incendios que luego se descontrolan. Estas prácticas, además de muy peligrosas, están prohibidas.
Llevamos décadas de incendios en Córdoba y sus causas no son nunca esclarecidas. Esto es un problema grave y una falta clara de acción de la Justicia en la investigación, esclarecimiento y castigo a los responsables de estos inicios intencionales de fuego que, por poner el ejemplo más cercano, la semana pasada, arrasaron 10.000 hectáreas en Córdoba. Por otro lado, es importante señalar la enorme toxicidad que revisten los incendios originados en basurales y la gran contaminación del aire que genera este tipo de combustión.
Creo que es fundamental preguntarnos por qué, tras más de dos décadas de sancionada la ley de gestión de residuos, no se ha logrado erradicar los basurales. No estamos hablando de los basurales clandestinos generados por particulares, sino de aquellos sitios de disposición final de carácter municipal que no cuentan con medidas de seguridad. Esta ley preveía incluso la creación de un fondo coparticipable a los municipios para resolver esta situación. ¿Por qué, en veinte años, no se logró avanzar en resolver esto?
Una de las vías de gestión impulsada por la provincia ha sido la regionalización de la gestión de residuos. Esto implica que varias ciudades eligen un solo punto para depositar sus residuos. La mayoría de estas iniciativas encuentran la dificultad de que, al no existir un política de reducción, recolección diferenciada y reciclaje, terminan generando megabasurales y enterramientos de basuras. Esto implica el sacrificio de una zona determinada mientras los municipios colindantes se desligan de la responsabilidad que les cabe por sus residuos. Este modelo de centralización de la basura de distintas regiones en un solo punto ha generado muchas resistencias por parte de algunos territorios que no quieren ser depositarios de la basura de otras comunidades.
¿Cómo generar iniciativas que puedan construir otro modelo? Concretamente, las municipalidades podrían asumir completamente la gestión de sus residuos, con pequeños enterramientos sanitarios controlados, con políticas de educación para reducción y reciclaje de residuos, con políticas legislativas que propendan a responsabilizar, por ejemplo, a los grandes productores de envases que son un factor determinante en la acumulación y circulación de basura. Hay alternativas, falta voluntad“.
Imagen de portada: Federico Del Prado.
Este material se comparte con autorización de La Tinta