Tangãi Uru-Eu-Wau-Wau recuerda la noche del 17 de abril de 2020, cuando su hermano salió de su aldea en lo profundo de la selva amazónica para dar un paseo rutinario en moto. Fue la última vez que Tangãi lo vio con vida. El cuerpo de Ari Uru-Eu-Wau-Wau fue encontrado la mañana siguiente al costado de un camino en el barrio Tarilândia, del municipio de Jaru, en el estado de Rondonia, al norte de Brasil. Según informes del gobierno, fue asesinado con golpes en la cabeza. “Mi sobrino estaba pasando por la zona y lo encontró”, dijo Tangãi a Mongabay en una conversación telefónica.
La muerte de Ari se produjo horas previas al Día de los Pueblos Indígenas, que reconoce y celebra a las comunidades indígenas en todo el mundo. Más de dos años después del asesinato, las preguntas sobre quién y por qué cometió el crimen siguen sin respuesta. “Todavía tenemos el corazón roto. No sabemos exactamente por qué sucedió esto”, dijo Tangãi. “Estamos tristes y enojados”.
Inicialmente, el asesinato se investigó a nivel estatal, después se trasladó a la Policía Federal, dijo Salomão de Matos, jefe de la Policía Civil local, en una llamada telefónica con Mongabay. Cuando el asesinato de una persona indígena parece estar relacionado con violaciones de los derechos indígenas en virtud de la Constitución, se trata como un delito federal. Sin embargo, aunque la oficina de Rondonia de la Policía Federal confirmó que la investigación está en curso, señaló que no podía revelar ningún detalle.
El Ministerio de Justicia, que supervisa a la Policía Federal, tampoco respondió a nuestras consultas sobre este caso.
En 2021, al menos 27 defensores de los derechos humanos y el medio ambiente fueron asesinados en Brasil, incluidos 19 defensores del derecho a la tierra, según un informe de Front Line Defenders. Esto marcó un aumento del 69 % con respecto al año anterior. Además, en el informe de Global Witness de 2020, Brasil se ubicó ese año como el tercer país más letal para los defensores de los derechos ambientales en Latinoamérica, después de Colombia (65 asesinatos) y México (30). En Brasil, los activistas dicen que la muerte de Ari es parte del aumento de la violencia; incremento que también se reflejó con los asesinatos del periodista británico Dom Phillips y del ambientalista y defensor de los derechos indígenas Bruno Araujo Pereira, ocurridos a principios de junio de 2022.
Justicia que no llega
“Estamos realmente preocupados de que esto vuelva a suceder, especialmente a los activistas que estamos en primera línea, buscando proteger nuestros bosques”, dijo Bitate Uru-Eu-Wau-Wau a Mongabay en una conversación telefónica. Bitate es un pariente lejano de Ari y también vive en el Territorio Indígena Uru-Eu-Uaw-Uaw. “Difícil que existan castigos por los crímenes contra activistas. Es muy complicado [en Brasil]”.
El pueblo Uru-Eu-Wau-Wau dice que duda que los responsables de la muerte de Ari sean identificados y llevados a juicio. “Nos preocupa que [este caso] no pueda resolverse”, agrega Bitate. La justicia es inusual para los brasileños asesinados por defender el medioambiente y los derechos humanos. En 2021, 35 personas murieron a causa de la violencia, un 75% más que el año anterior, según la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), afiliada a la Iglesia Católica, que ha estado al tanto del problema desde 1985. Documentos gubernamentales revelan que no hubo condenas para ninguno de esos casos. Un informe de Human Rights Watch reveló que desde 2009 hubo más de 300 muertes relacionadas con conflictos por la tierra en la Amazonía brasileña, de las cuales solo 14 (el 5 %) fueron llevadas a juicio.
Si bien los avances en la investigación del asesinato de Ari permanecen en la incertidumbre para sus familiares, el alto precio que pagó por proteger su territorio no se ha olvidado. En noviembre de 2021, más de un año y medio después de su muerte, Txai Suruí, amiga cercana de Ari y activista indígena de Rondonia, honró su memoria durante su discurso en la cumbre climática COP26 en Glasgow, Escocia. “Mientras cierras los ojos a la realidad, el defensor de la tierra Ari Uru-Eu-Wau-Wau, mi amigo desde que era niño, fue asesinado por defender el bosque”, dijo.
Ari era maestro en su comunidad donde habitan unos 150 Uru-Eu-Wau-Wau, pueblo indígena que habla el idioma tupí y que, hasta 1981, no había sido contactado. Ari también perteneció al equipo de vigilancia Uru-Eu-Wau-Wau. Junto a Tangãi, el grupo recorre el territorio indígena en busca de indicios y señales de invasiones, mientras rastrea a los madereros ilegales y graba en sus teléfonos celulares videos de actividades ilícitas para informar a las autoridades locales.
El territorio indígena Uru-Eu-Wau-Wau se extiende por 1,87 millones de hectáreas (4,61 millones de acres) en el área protegida Parque Nacional Pacaás Nuevos, demarcada en 1991. La ocupación y explotación de los territorios indígenas demarcados está prohibida por ley; estos bosques están reservados para el uso exclusivo de las comunidades indígenas. Sin embargo, eso no ha impedido que ocurran invasiones ilegales en el territorio Uru-Eu-Wau-Wau y otras tierras indígenas en todo Brasil.
“Los Uru-Eu-Wau-Wau son personas que vienen de una lucha histórica en la defensa de sus territorios”, comentó Laura Vicuña, coordinadora regional del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) en Rondonia, afiliado a la Iglesia Católica. “Ellos hacen el trabajo de monitoreo y vigilancia de sus bosques, y en algunas situaciones los Uru-Eu-Wau-Wau detienen a los invasores dentro de su territorio y llaman a la policía para que realice su trabajo tras esa detención. [Los indígenas] también destruyen algunos equipos [que usan los delincuentes]. Para los indígenas es una forma de tener el control sobre su territorio”, agregó Vicuña en conversación con Mongabay.
La defensa de los derechos sobre la tierra mediante los patrullajes puede ser peligrosa, debido al riesgo de represalias por parte de las bandas criminales que operan en la zona. “Cuando [los ambientalistas] denuncian delitos, terminan sufriendo represalias, amenazas y venganzas. Los líderes indígenas terminan siendo asesinados”, señala Rodrigo Agostinho, congresista del Partido Socialista Brasileño que ha abogado durante mucho tiempo por los problemas ambientales. “Es un momento realmente triste el que estamos viviendo, especialmente para aquellos que luchan por el bosque”, dijo a Mongabay.
Amenazas que se ignoran
Un comunicado publicado por CIMI reveló que Ari había recibido amenazas de madereros ilegales que operaban dentro del territorio indígena. Las amenazas de muerte contra defensores de los derechos ambientales y territoriales llegan “todo el tiempo” y provienen de quienes están interesados en los recursos naturales de los bosques, asegura Ivanete Bandeira Cardozo, quien dirige la Asociación de Defensa Etnoambiental Kanindé, organización dedicada a defender los derechos de los pueblos indígenas.
En un video grabado por Kanindé en 2019, Awapu Uru-Eu-Wau-Wau, líder del equipo de vigilancia Uru-Eu-Wau-Wau y primo de Ari, dijo: “Nuestra tierra es una de las más deforestadas y peligrosas de Brasil. Sabemos que hoy en día hay miles de mineros, acaparadores de tierras y madereros aquí. Solo este año me amenazaron de muerte tres veces. Ahora invasores armados me buscan cerca de mi pueblo. Incluso dijeron que matarían a nuestros hijos”. Sin embargo, agregó Awapu, “nuestros guerreros seguirán resistiendo, pero no queremos la guerra ni la muerte”.
Los responsables de las amenazas de muerte rara vez son identificados o llevados ante la justicia. En 2021, hubo al menos 132 amenazas de muerte denunciadas en todo Brasil, indica un análisis del CPT. “Ninguno de los perpetradores de las amenazas fue condenado», dijo a Mongabay Josep Iborra Plans, integrante de la CPT. Es probable que el número real de amenazas de muerte sea mayor; sin embargo, no siempre son tomadas en serio por las autoridades. Human Rights Watch descubrió que, a veces, la policía en Brasil se niega a registrar denuncias sobre amenazas de muerte. Un informe de 2018 del CIMI reveló que, en algunos casos, personas indígenas han sido arrestadas por calumnias después de intentar denunciar amenazas de muerte en su contra.
“Los ambientalistas, lamentablemente, para gran parte de la comunidad, son vistos como personas que obstaculizan el crecimiento y desarrollo. Entonces hay un choque, se convierten en blancos”, dice Pablo Hernández Viscardi, fiscal del Ministerio Público del Estado de Rondonia. “Esto impacta todo. Puede incidir en las investigaciones y audiencias sobre hechos delictivos contra su vida y su integridad física. [También impacta] en las acciones del Estado para protegerlos”.
“Hay una parte de la población que, si bien, no apoya estos hechos delictivos, tampoco critica este tipo de acciones peligrosas contra los ambientalistas”, agrega Viscardi. “Así que no tienen mucha protección social”.
Según el informe de Humans Rights Watch, otras razones de la impunidad son que la policía no realizó investigaciones adecuadas sobre los presuntos delitos, a veces porque estos incidentes ocurren en comunidades remotas o lejos de la comisaría más cercana.
Las bandas criminales “se sienten imparables”
El ataque a los ambientalistas en Rondonia y en todo Brasil es anterior a la administración del presidente Jair Bolsonaro, que asumió el poder a principios de 2019. Muchos casos anteriores siguen sin resolverse, como el crimen del líder y activista indígena Manoel Quintino da Silva Kaxarari, en 2017, y el asesinato de la activista de derechos humanos Nilce de Souza Magalhães en 2016; el presunto autor que confesó haber matado a Nilce escapó de la cárcel poco después de su arresto.
Los ataques contra ambientalistas y defensores de los territorios indígenas se han intensificado bajo el régimen de Bolsonaro, según Cardozo de Kanindé y otros activistas en Rondonia y en toda la Amazonía. Cardozo dijo que la retórica del presidente contra las comunidades indígenas y el medio ambiente, junto con el debilitamiento de las instituciones ambientales por parte del gobierno, ha empoderado a los madereros ilegales, acaparadores de tierras y mineros ilegales de oro.
“Desde finales de 2018 hasta ahora [las invasiones de tierras] se han disparado y son más agresivas que antes, porque [las bandas criminales] se sienten imparables”, dice Cardozo. “Actúan sin preocuparse. Invaden tierras indígenas, los amenazan, deforestan sus bosques, los queman, porque están seguros de la impunidad”.
El Ministerio del Medio Ambiente y el Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos no respondieron las consultas de Mongabay.
Bitate, junto con otros activistas locales, dijo que las instituciones como Funai (Fundación Nacional del Indio), el organismo del gobierno de Brasil para los asuntos indígenas, y el IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente), entidad federal de protección ambiental, los han abandonado cuando tratan de defender sus territorios y —a ellos mismos— ante las violaciones ambientales. Desde que asumió el cargo, Bolsonaro ha debilitado severamente las facultades de estas instituciones. Como resultado, los pueblos indígenas y los activistas dependen del apoyo de las ONG y de sus propias organizaciones para hacer frente a los crímenes contra su territorio protegido y sus vidas.
“[Las instituciones ambientales] no hacen nada”, dijo Bitate. “No nos protegen. No tenemos ninguna protección”.
El desafío de atender los delitos ambientales
En una respuesta enviada por correo electrónico a Mongabay, Funai dijo que “desde enero de 2020, Funai ha apoyado más de 1200 acciones de inspección territorial”, incluso en el territorio Uru-Eu-Wau-Wau. En junio de este año, publicó un comunicado diciendo que también había participado en un patrullaje en el Territorio Indígena Karipuna, también en Rondonia, destinado a “combatir los delitos ambientales en la región”.
Uno de los mayores desafíos para combatir las violaciones en la Amazonía, según el congresista Agostinho, es que los delitos ambientales no se toman lo suficientemente en serio en Brasil. “Los delitos ambientales se tratan como delitos menores”, dijo. “Hay deficiencias estructurales para combatir estas prácticas. Los fiscales no saben cómo hacer frente a los delitos ambientales. La Policía Federal no sabe cómo lidiar con los delitos ambientales”.
Esta visión de los delitos ambientales es compartida en gran medida entre la generación más antigua de Rondonia y nos remite a la dictadura militar de Brasil, que se extendió desde 1964 hasta 1985, según el fiscal Viscardi. En esa época, el gobierno militar buscó conectar la Amazonía con el resto de Brasil mediante la construcción de carreteras y el desarrollo de la agricultura en la región. El lema del proyecto era “ocupar para evitar la rendición”, basado en la idea de que tener una región amazónica más densamente poblada la protegía de la invasión extranjera. Con zonas en las que se promovió la deforestación, la práctica actual de despejar los bosques para el cultivo a través de la deforestación y la quema no es vista como un crimen por algunos lugareños.
“Existe esta dinámica histórica”, dijo Viscardi. “Es realmente difícil el proceso de investigación y sanción de los delitos ambientales, incluyendo el desarrollo de políticas ambientales tanto para el país como para el estado de Rondonia”.
Las invasiones de tierras protegidas en Rondonia están aumentando. La deforestación en los territorios indígenas del estado aumentó un 29 % entre 2020 y 2021, de 2400 a 3100 hectáreas (5900 a 7700 acres), según datos del Instituto de las Personas y el Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon), organización brasileña sin fines de lucro dedicada a la conservación, compartidos con Mongabay. Un informe de Global Forest Watch mostró que un total de 243 000 hectáreas (600 500 acres) de bosque fueron taladas en el estado de Rondonia en 2021, un aumento del 20 % con respecto al año anterior.
Si bien la deforestación en los bosques indígenas representa una pequeña proporción de la deforestación total en Rondonia, esto no significa que su estatus como territorio protegido esté disuadiendo las invasiones. “No es necesariamente que estas personas que están deforestando el área circundante lo hagan porque respetan los límites”, dijo Larissa Amorim, investigadora de Imazon, a Mongabay. «No. Algunos están deforestando dentro de otras áreas protegidas para la conservación, lo que indica que están avanzando en las áreas protegidas en la región. Ya está sucediendo en el territorio Uru-Eu”.
La tasa de deforestación en el Territorio Indígena Uru-Eu-Wau-Wau aumentó en un 50% entre 2020 y 2021, casi 300 hectáreas (740 acres), según Imazon. En el mismo informe, Imazon mostró que las tierras Uru-Eu-Wau-Wau fueron el territorio indígena en la Amazonía brasileña más amenazada y con el mayor número de alertas de deforestación alrededor de su frontera en 2021. “Esto indica que hay más actividad de deforestación alrededor esta tierra indígena, y existe un mayor riesgo de que estos hechos aumenten también dentro del territorio”, dijo Amorim.
Incluso mientras persiste la amenaza de la deforestación, los activistas continúan protegiendo el medio ambiente y defendiendo su tierra en Rondonia, pero con miedo. “Ahora, con la llegada de las elecciones, está empeorando”, dijo Cardozo de Kanindé, y agregó que los infractores ambientales están aprovechando al máximo el clima actual de impunidad en caso de que la administración de Bolsonaro pierda las elecciones. “Es una situación desesperada. Acaso no es triste. Vivimos aterrorizados en la Amazonía”.
* Imagen principal: Ari Uru-Eu-Wau-Wau, asesinado en 2020. Ari había sido amenazado de muerte por los invasores de su territorio, pero la pregunta de quién y por qué lo mató sigue sin respuesta. Foto: © Bitate Uru-Eu-Wau-Wau.
Publicado originalmente en Mongabay Latam