De Bolivia a Guatemala llega una carta de Oscar Olivera, guerrero del Agua y de la Vida y columnista de Desinformémonos, dirigida a quienes han recorrido más de 250 kilómetros para defender el Agua, la Madre Tierra, el Territorio y la Vida en las entrañas de Guatemala.
La Marcha del Agua, como la llaman a su paso por los pueblos recorridos, pretende caminar hacia la construcción del Estado plurinacional y popular, y que para todas y todos, haya el buen vivir de los pueblos.
El 22 de abril, Día Internacional de la Madre Tierra, la marcha, que transita desde tres puntos en Guatemala, llegan a la ciudad capital para instalar el Tribunal de Conciencia de los Pueblos de Iximuleu.
Aquí el texto de la carta de Oscar Olivera, publicado en Prensa Comunitaria
A nuestras hermanas,
A nuestros hermanos
En la MARCHA POR EL AGUA, POR LA MADRE TIERRA, POR EL TERRITORIO Y POR LA VIDA QUE RECORRE LOS CAMINOS DE NUESTRA QUERIDA GUATEMALA:
Compañeros y hermanos, compañeras y hermanas, queremos contarles algo que nos pasó una vez, caminábamos por las comunidades. Nos dio mucha sed, pedimos agua a una anciana y nos ofreció un vaso bastante grande, le dijimos “gracias” y la abuela nos dijo que no teníamos porqué agradecerle porque ella no era dueña del agua. Y así es, el agua es un recurso para la vida.
El año 2000, nosotros y nosotras, en los Andes, los hombres, mujeres, jóvenes, niños, niñas, ancianos y ancianas del campo y la ciudad, sin distinción de raza, etnia, clase social, ni posición económica, defendimos a muerte el agua y la vida. Nos enfrentamos contra los poderes transnacionales que en cínica asociación con las elites reaccionarias de este país se quisieron volver dueños del agua de un día para otro. Bajo la consigna de que el agua es de todos y es de nadie, de que el agua no es un recurso natural sino la vida misma, de que el agua es, para unos un don de Dios y para otros la sangre de la Pachamama y es también un regalo generoso de nuestra “madre tierra” y como es un regalo para todos, nadie puede apropiarse de la misma, salimos a las calles y a los caminos para luchar, salimos de nuestras comunidades, de nuestros barrios, de nuestras casas para derrotar esta política de despojo inhumano, mercantilista y cobarde, donde las transnacionales como Bechtel, Edisson y Avengoa, pretendían vendernos el agua de la lluvia.
El agua no es como pretende occidente un recurso mineral de necesidad para la vida. El agua es más que eso. El agua es un ser vivo, que además nos da la vida. Son las venas que discurren por el cuerpo de la madre tierra y dan animación al universo. Tiene la misma función que la sangre que corre por nuestras venas. Si escasea enfermamos. Si la perdemos, morimos.
Ella sabe cual es el camino que debe seguir y marca su propio cause. Si nosotros necesitamos que discurra por otro camino, con nuestros rituales le pedimos permiso y la invitamos a que acepte ir por allí. Fue así como se construyeron en la antigüedad, las obras de ingeniería hidráulica, que vemos en los sitios arqueológicos. Esta manera de pensar fue fundamental para la conservación y reproducción de los recursos hídricos.
La visión de occidente respecto a lo indígena es de total desconocimiento e ignorancia y, solo conocen lo que sus antropólogos y sociólogos, formados en sus universidades, han creído interpretar de nosotros. Y a partir de allí han armado una supuesta historia nuestra, totalmente errada y humillante para el indio.
Hoy quieren enseñarnos a manejar el agua y la tierra, con una visión que no es la nuestra, cuando han sido ellos, los que dañaron gravemente el medio ambiente y nuestros recursos naturales.
El Estado habla de su interés por integrarnos a su sociedad y que formemos parte activa de la nación. Pero, ¿de qué nación nos están hablando, ya que la de ellos, solo existe en el papel. Acá convivimos muchas naciones indias no reconocidas como tales por el Estado, pero somos las que le hemos dado una identidad cultural a los países.
Lo paradójico es que los Estados que pretenden integrarnos actúan con una doble moral: por un lado dicen enorgullecerse de la biodiversidad del país y nuestra diversidad cultural, y se vanaglorian de ello ante el mundo, pero reprimen criminalizan y encarcelan, cuando los indígenas, los campesinos, los pueblos – por su ancestral cultura – se oponen a sus políticas en defensa de su territorio y comunidad.
Nosotros, los hombres y mujeres de los Andes pensamos diferente. Para nosotros y nosotras, la naturaleza es un todo. No es un medio inerte, sino la suma de todo lo que existe en el lugar (lo que se ve y lo que no se ve) y, trabajando correctamente y con el respectivo ritual, podemos asegurar el éxito de la siembra. Y en esa labor, no somos solo nosotros quienes cuidamos lo sembrado, sino también otras especies y entidades de la naturaleza, que ayudan y merecen respeto.
A estos gobiernos, les interesa conservar nuestro entorno para ellos, pero sin los indígenas, sin los pueblos, sin las comunidades. Lo expuesto no es una exageración y para ello solo debemos observar lo que está sucediendo en la Amazonía, en los territorios mapuches de Chile y Argentina, en la Patagonia, con los indígenas del TIPNIS en Bolivia y ahora en nuestra querida Guatemala. El agua y los recursos de nuestra biodiversidad, es lo que pretenden apoderarse y para ello, buscan un sustento legal para su usurpación.
El agua es vital para la vida y un bien de dominio público. Por lo tanto no puede ser tratado como una mercancía, darle un valor comercial y someterla a las leyes del mercado. Aceptarlo es permitirles que después lo hagan con el aire que respiramos.
El agua es de todos y es de nadie. Pertenece a la tierra y a los seres vivos, incluyendo el hombre. La madre naturaleza la distribuye de acuerdo a nuestras necesidades y a las características de cada piso ecológico. El agua no es patrimonio del Estado. El agua es patrimonio de la tierra. Afirmar lo contrario es una aberración.
¿Qué tiempo de vida tiene el actual Estado?¿Cuánto tiempo de vida le puede quedar? Los Estados actuales no llegan a los 200 años de existencia. Sin embargo en los Andes, en lo que hoy es Centroamérica, hace más de 20.000 años nosotros desarrollamos una sociedad en armonía con la naturaleza, la cual fue violentada con la invasión europea y donde nuestras comunidades, guardianas del pasado, conservaron parte de la ciencia que habían logrado desarrollar nuestros abuelos.
El Estado solo tiene derecho a velar por la conservación y buen uso de los recursos naturales, de nuestros bienes comunes, durante el tiempo que dure su existencia como tal. El estado no puede hipotecar o vender lo que gratuitamente nos da la tierra y cuidaron nuestros abuelos. El Estado no es eterno, la naturaleza ha estado con nosotros desde siempre.
Esta marcha que recorre hoy los caminos y las calles en nuestra querida Guatemala, es la misma gente que en Bolivia salió a defender el agua hace 15 años, es decir, en las columnas de marchistas está la gente sencilla y trabajadora del campo y la ciudad, esa gente que como únicas armas tiene a sus cuerpos, sus sueños y esperanzas, pero ante todo su dignidad, son una muestra clara de que nuestros pueblos otra vez se han puesto de pie y han empezado a caminar junto con la palabra, tomados de la mano, con los corazones al lado del otro, de la otra.
Saludamos desde los valles de Bolivia, en Cochabamba, la Marcha por el Agua, la Madre Tierra, el Territorio y la Vida, la voz de ustedes es nuestra voz, la palabra de ustedes es nuestra palabra, los pies adoloridos y el cuerpo cansado por la marcha, son nuestros, así como sus tristezas y padecimientos.
Su coraje, su dignidad, su decisión son nuestros, porque somos hermanos y hermanas y lo somos porque somos hijos e hijas de nuestra madre, la Tierra, la Pachamama.
Hasta la Victoria…Siempre!
Escrito, leído y hablado en los valles de Cochabamba-BOLIVIA a los 22 días del mes de abril del 2016, para la columna de marchistas de nuestro querido pueblo guatemalteco.
Oscar Olivera Foronda
Guerrero del Agua y de la Vida