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Habíamos sido una hacienda. La acera de enfrente

María Galindo*

Durante el gobierno de Janine Añez desde Radio Deseo con pico y pala me dediqué a buscar interlocutores para intentar reconstruir desde dónde aparecian Camacho, Murillo y Janine Añez en el balcón del Palacio de gobierno con una biblia en la mano hablando de democracia.

Fueron momentos turbios y poc@s fueron quienes quisieron hablar. Tuvimos que hacer una reconstrucción accidentada, tratando de armar un rompecabezas que me llevo a nombrar las reuniones en la Universidad Católica como reuniones de Sedición que mancharon una vez más de sangre la “democracia boliviana”.

Ese trabajo me costó la expulsión de Página Siete como columnista, aunque escribí sobre algo que seguramente en el periódico sabían de memoria y con detalles, pero se negaron a publicar y no iban a permitir que un personaje periférico les arruinara la tesis de reconquista de la democracia y pacificación que es el discurso que quisieron imponer en coro.

No escribo esta columna para reclamar públicamente mi trabajo porque no necesito hacerlo, muchísima gente lo aprecia, lo reconoce y sobre todo lo disfruta y yo también y con eso me basta y sobra.

Escribo para darle nuevamente nombre a lo que aconteció en Bolivia, para dárselo al calor de los silencios, de la cantidad de reuniones que había habido a nuestras espaldas, para darle nombre a las innumerables negociaciones turbias, para darle nombre a las medias verdades de un@s y para darle nombre a los derechos al silencio de los señoritos y los derechos a la victimización manipulatoria del otro bando.

Habíamos sido una hacienda y no un país, habíamos sido una hacienda de patrones y no una democracia, habíamos sido un botín que se repartieron, habíamos sido peones de esa hacienda cuyos destinos decidieron a nuestras espaldas y no una democracia.

Estoy segura de que Carlos Mesa o Doria Medina no consideran haber cometido delito alguno y seguramente no creen que le deben ninguna explicación al país, no porque hubiera o no hubiera habido un golpe de estado o un fraude, sino porque, peor aún que eso, consideran que tienen el derecho de decidir de espaldas a la sociedad el destino de la sociedad, para comillas “bien de la sociedad”. Como lo hace un patrón en una hacienda. Es más, hasta deben estar indignados y deben sentirse seriamente perseguidos porque se les exija explicaciones y seguro que se piensan como los buenos de la película en un país que no está a su altura.

Actuaron sin mandato institucional porque en sus cabezas tienen una mandato supraestatal emanado de su tradición de poder y por lo tanto un mandato de amos, de padres, un mandato de dueñidad sobre este hermoso país.

Pero en esas mesas que jamás debieron existir habían 5 poderes sustentando tod@s el mismo sentido de darle la espalda a la sociedad para sacar ventaja.

La Iglesia Católica ha dejado de ser la religión oficial del Estado gracias al proceso constituyente y no gracias al MAS porque no ha perdido ni uno solo de sus privilegios pero igualmente extraña sus tiempos de dictadura cuando las cúpulas bendecían a Banzer. Extrañan sus tiempos en los que eran los actores centrales del dialogo social, no soportan ese desplazamiento histórico y en busca de reacomodarse abrieron las puertas de una de sus minas de oro como es la Universidad Católica, una universidad creada por Monseñor Prata en los 70tas para reconducir a la juventud de las clases altas de la sociedad a la formación profesional sin contaminación plebeya y sobre todo sin pasión por los cambios ajena a los debates por justicia. Por eso una universidad mediocre que reparte títulos y asegura a los padres de familia que en las aulas no se hablará de aborto, lesbianismo, justicia, indianismo, feminismo, ateísmo, ni nada que se le parezca.

La Unión Europea estaba allí sentada como legitimadora del escenario, la llamaron para que cumpliera su tradicional rol colonial. Cada uno de los embajadores, especialmente Inglaterra, Francia, Suiza, Alemania y España, quieren saber exactamente lo que sucederá con la explotación minera, gasífera, del litio o de cualquier otra cosa extraíble de este país. La democracia les importa tanto como una cascara de plátano, pero están dispuestos a barnizar cualquier acuerdo con sus elegantes y glamorosas presencias de ternos recién planchados. Un embajador que no tiene ni idea de lo que cuesta una marraqueta vale más que miles de nosotr@s.

El Fascismo representado por Camacho y Tuto Quiroga que estaban ahí en conexión directa con la CIA y la embajada de los EEUU, manejando el dinero, los contactos y el control de Policía y Fuerzas Armadas y cuya obsesión mayor y única era trucar el golpe como transición democrática y derrocar a cualquier costo humano o social a Evo Morales. Por eso mientras se reunían activaron campañas mediáticas de pánico social, especialmente entre las clases medias para aparecer como salvadores y pacificadores. Montaron una estrategia de golpe renovada respecto de las que implementaron en los 70tas y 80tas pero sabiendo que el ingrediente principal son las armas y el terror, por eso sobrevolaron aviones de guerra la ciudad. Tuto apareció confesando por boca propia haber salvado la vida de Evo Morales porque la huída de Evo se convirtió en la ficha de negociación principal, detrás de sus espaldas huirían el resto de sus colaboradores y eso les interesaba negociar.

El Movimiento al Socialismo se sentó en esa mesa aunque tenía el pleno control de la Asamblea legislativa que estaba desactivada por responsabilidad de ellos y ellas mismas, porque además nunca creyeron en el poder de esa asamblea legislativa. 14 años gobernaron un grupo de no más de 14 o 20 personas como mucho, así que se sentaron a negociar la retirada garantizando vida, privilegios y huídas con dinero. Pocos días antes ya salía la esposa del vicepresidente rumbo a Miami con las correspondientes valijas. Todo eso lo vimos por televisión.

El MAS actuó como expropiador también porque todo eso se hizo de espaldas a la gente. Su victimización es tan grotesca como la tesis de los pacificadores. Les importaban sus vidas y sus fortunas nada más.

Ahora no les importa la reconstrucción de los hechos ni mucho menos justicia para las personas asesinadas por el gobierno Añez. Les importa recuperar la credibilidad que en esa mesa perdieron todos.

Preguntarnos quién era el amo bueno, quién era el amo democrático o pacificador es caer en su guión y dejarnos arrastrar a su cuadrilátero.  

Esa mesa entera y con todos sus actores demuestra que habíamos sido una hacienda y que habíamos sido los peones en ella.

Para las victimas de Senkata y Sacaba no habrá justicia porque en una hacienda los peones deben morir por los patrones, están destinados al sacrificio. Lo que hay es un proceso trágico de patrimonialización de l@s asesinad@s.

Y lo que debemos hacer como sociedad es repensar muy bien que significan los y las muertas de Senkata y Sacaba en la política contemporánea boliviana.

* Integrante de Mujeres Creando

Publicado originalmente en Radio Deseo

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