Guta, en Siria: bajo el asedio, la supervivencia

Equal Times

Foto: En esta foto tomada por la Defensa Civil Siria (más conocida como los «Cascos Blancos»), el grupo afirma que se ve a uno de sus socorristas con su hijo herido en brazos tras un bombardeo del régimen sirio en un barrio de Guta, el 6 de febrero de 2018, que dejó decenas de víctimas. (Défense civile syrienne via AP)

Por Emmanuel Haddad

El escenario de Guta Oriental, antaño granero agrícola de Damasco, es sombrío. Muy sombrío. Más de 335 civiles han muerto en bombardeos masivos en cinco días a principios de este mes de febrero. Naciones Unidas y la unión de organizaciones médicas y de socorro Union of Medical Care and Relief Organizations (UOSSM) informó de la muerte de entre 346 y 366 civiles en ataques aéreos ocurridos desde el domingo. La ONU dice estar «sin palabras» por la escala del desastre humanitario que no parece capaz de parar.

Las bombas se abaten sin descanso sobre las aldeas que sufrieron el peor ataque químico del conflicto sirio en agosto de 2013. Este ataque estuvo a punto de precipitar una respuesta militar estadounidense pero finalmente se resolvió con un plan de destrucción de armas químicas sirias tras la intervención de Rusia.

La resolución votada entonces por el Consejo de Seguridad de la ONU preveía que, en caso de reincidencia, podría recurrirse a la fuerza. Sin embargo, los ataques químicos no han cesado. A principios de 2018 los médicos de Guta Oriental seguían recibiendo pacientes que presentaban síntomas de bombardeos con proyectiles que contenían gas cloro.

Y las bombas de cloro son solo uno de los instrumentos mortales empleados por el régimen sirio contra la población de este enclave rebelde situado a las puertas de la capital.

Una cárcel gigante

La falta de acceso a los servicios médicos es otro de esos instrumentos, aún más cruento. Porque, desde octubre de 2013, Guta Oriental permanece sitiada por el ejército sirio.

En un informe publicado en septiembre de 2017, la ONG Syrian American Medical Society (SAMS) mencionaba las consecuencias macabras del asedio, que impide la entrada de medicamentos en Guta: «Miles de pacientes que padecen problemas cardiovasculares, diabetes, insuficiencia renal, asma o epilepsia podrían morir al no poder seguir un tratamiento».

Las enfermedades contagiosas como la fiebre tifoidea, la salmonela o la tuberculosis se están extendiendo a causa de unas condiciones de supervivencia miserables provocadas por el asedio.

Mohamad Katoub, miembro de SAMS, cifra en 765 el número de pacientes de Guta que necesitan una evacuación médica urgente. A principios de febrero anunciaba la muerte de Zuhreih Kadado, el 24º paciente de esta lista de muertos por falta de atención médica.

Osama Nassar vive en Duma, la capital de Guta Oriental, donde ha participado en la creación de los primeros comités de coordinación locales nacidos del movimiento revolucionario de 2011. Detenido en dos ocasiones, Osama ha vivido en el interior del sistema penitenciario sirio.

En un artículo publicado en Al-Jumhuriya, no duda en comparar la vida de los presos con la de los civiles asediados de Guta, que «no es simplemente una región sitiada sino más bien un campo de concentración, una cárcel gigante con medio millón de seres humanos».

Abastecida a duras penas a través de túneles que empiezan en Qaboun y Barzeh, Guta se quedó totalmente aislada del mundo en febrero de 2017, cuando el ejército sirio se apoderó de estas dos aldeas.

Los grupos armados locales, Jeish el-Islam y Faylaq al-Rahman, controlaban a menudo estos túneles en detrimento de la población civil, como lo describe Majd el-Dik en À l’Est de Damas, au bout du monde (Al este de Damasco, al otro lado del mundo).

Un universo extraordinario

Abandonados a su suerte, los habitantes de Guta han creado lo que Osama Nassar describe como «un universo extraordinario por sus invenciones y sus alternativas: electricidad y red acuífera alternativas, hospital alternativo, combustible alternativo, alimentación alternativa, un lugar para vivir y una familia alternativa».

Giath Alddin Zeen, presidente de la ONG Ghiras el Nahda, recuerda desde Turquía, donde vive como refugiado, los primeros pasos que dieron lugar a la eclosión de este «universo extraordinario»: «A partir de octubre de 2013 ya no circulaba nada por la ruta hacia Guta. Hasta ese momento distribuíamos kits de alimentos y medicinas. Ahora hemos empezado proyectos de desarrollo a partir de los recursos presentes sobre el terreno, como por ejemplo la compra de cabras y de ovejas y el mantenimiento de la producción lechera, así como proyectos agrícolas».

Guta es originalmente un territorio agrícola y sus habitantes tienen buena mano con las plantas. Pero al multiplicarse los bombardeos con barriles de TNT, con cohetes de racimo y con armas químicas, y al aumentar el precio del carburante a causa del asedio, a los agricultores les resulta casi imposible mantener los cultivos destinados a la alimentación.

Giath Alddin Zeen explica: «Hemos creado sobre el terreno un centro de investigación integrado por médicos e ingenieros que han desarrollado la técnica del biogás para generar electricidad a partir de desechos naturales como el estiércol de los animales. Y para subsanar la falta de alimentos hemos decidido desarrollar el cultivo del champiñón». Los champiñones son ricos en proteínas y vitamina D y también tienen la ventaja de crecer en interior.

«El proyecto no ha sido fácil», continúa M. Alddin Zeen. «El centro de investigación ha sido bombardeado, pero un año después hemos logrado completar el experimento hasta producir 2,1 toneladas de champiñones. Actualmente estamos formando a 180 personas en el cultivo del champiñón con el objetivo de difundir esta práctica».

No hay solución

Marcell Shehwaro, activista originaria de Alepo, forma parte de un grupo de presión sobre la situación de Guta, en el cual cada uno de los miembros trata de mejorar la vida cotidiana de una familia que vive bajo el asedio.

Desde Beirut, Marcell se lamenta de que el revuelo provocado por el asedio de Alepo Oriental a finales de 2016 se haya transmutado en indiferencia con respecto al de Guta.

«Sin embargo, la capacidad de invención de la gente para sobrevivir allí provoca admiración», asegura; y describe concretamente la iniciativa por parte de Beyt el mounehde utilizar una técnica tradicional de conservación de alimentos que el grupo distribuye posteriormente entre las familias más pobres de Guta.

La activista denuncia también la insuficiencia de ayuda humanitaria: «El problema es la falta de seguimiento. Los convoyes de ayuda humanitaria solo consiguen penetrar excepcionalmente en los pueblos asediados, con cantidades insuficientes de comida y sin medicamentos adaptados a los casos urgentes. Las ONG internacionales dicen que se quedan en Damasco para presionar al régimen, pero eso no está produciendo objetivamente ningún resultado».

El 14 de febrero un convoy de la ONU y de la Media Luna Roja siria con nueve camiones entregó por fin ayuda humanitaria en Guta. La llegada del último convoy se remontaba a noviembre de 2017.

No hay con qué paliar las necesidades acuciantes de medicamentos. Nivin, una empleada del centro de la ONG feminista Women Now de Guta, cuenta a Equal Times: «Incluso las medicinas más básicas son difíciles de encontrar. Compramos a precio de oro antiinflamatorios caducados desde hace tres años».

El 6 de febrero la ONU reclamó una tregua humanitaria de un mes en Siria para «permitir la distribución de ayuda humanitaria, la evacuación de los heridos y enfermos en estado crítico y aliviar el sufrimiento».

Marcell Shehwaro trabaja sin cesar para devolver la esperanza a una familia de Guta. Pero cuando piensa en el futuro del conjunto de la región sitiada, su optimismo se desvanece: «No hay solución para Guta. El año pasado, en Alepo todavía era posible la evacuación hacia Idlib», explica.

Efectivamente, hasta ahora, tras la rendición de pueblos rebeldes asediados como Homs, Daraya, Moadamiyeh o Alepo, sus poblaciones eran trasladadas a la fuerza hacia la provincia de Idlib, al noroeste del país. «Pero hoy en día Idlib está siendo bombardeada y está a punto de ser borrada del mapa por el Ejército sirio y sus aliados. ¿Qué van a hacer con el medio millón de habitantes de Guta?», pregunta retóricamente Shehwaro.

Este artículo ha sido traducido del francés.
Publicado originalmente en Equal Times

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