Foto: Cuartoscuro
La pérdida irreparable del genio Francisco Benjamín López Toledo (1940-2019) invita a construir una reflexión amplia, no sólo sobre sus aportaciones en el arte sino también en el mundo de las ideas políticas y en la acción para la defensa de la identidad colectiva.
Si bien la muy vasta producción de Toledo (pinturas, esculturas, cerámicas, arte objeto, dibujos y estampas) es reconocida por el sistema artístico como un conjunto de aportaciones honestas y claras, portadoras de un lenguaje propio y contundente, nunca será olvidado por su hábil gestión para la construcción de instituciones socialmente sustentables, como el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, pero también por su pensamiento e incitación a combatir el sistema de corrupción y degradación cobijado, principalmente, por la política.
Sin duda, muchos de los políticos y actores económicos que hoy se rasgarán las vestiduras para mostrar su duelo fueron señalados y combatidos por el maestro Toledo. Aunque se realizarán muchos homenajes, y el valor de sus obras tenderá a ir al alza en el mercado del arte, difícilmente las instituciones, corporaciones y políticos se detendrán a reflexionar sobre las demandas, los argumentos y los reclamos que encabezó en vida Francisco Toledo: la desesperación, exaltación, indignación y coraje que mostraba el maestro oaxaqueño fue muchas veces combatida desde cobardes trincheras mediáticas, criticándose, por ejemplo, una supuesta incongruencia entre sus anhelos y, según dichos, su oposición al ‘progreso’ de uno de los estados más pobres del país.
Sus detractores serán seguramente olvidados y confundidos dentro de una masa informe de cacicazgos, funcionariados y mensajeros del poder, destino de quienes sólo ven en el dinero el fin que debe de perseguir una sociedad. Por lo contrario, el maestro Toledo estará presente en el pensamiento de muchas generaciones futuras, como lo ha estado su paisano Miguel Cabrera (1695-1768). Si bien este último contribuyó a la construcción identitaria novohispana y mexicana en torno a la devoción guadalupana, Toledo nos ha invitado insistentemente a mirar nuestro entorno y naturaleza, a respetar a los pequeños insectos, a admirar a las bestezuelas, a ser corresponsables con la naturaleza de la cual formamos parte.
Al mismo tiempo, Toledo nos ha recordado que faltan 43 estudiantes de una escuela normal y nos reprocha que no estemos buscándolos; también nos advirtió de la deshumanización y normalización de la violencia, pero al mismo tiempo ha señalado con claridad los efectos desastrosos de la gentrificación y de un modelo de crecimiento basado en la sobreexplotación de los recursos y de las y los trabajadores.
Será labor del gremio de la Historia del Arte, la Historia, las Ciencias Políticas, la Sociología, y de otras áreas de conocimiento, recuperar no sólo las batallas emprendidas, sino también la filosofía toledana. Pero es responsabilidad de cada persona reflexionar si lo mitificamos o tomamos alguna de sus muchas estafetas y buscamos la meta.
Francisco Toledo volcó las últimas décadas de su vida a concebir la existencia de alternativas que se oponen al fracturado sistema político, a los clientelismos y al pensamiento simple. Mostró su cansancio e hizo evidente su náusea frente al déjà vu en el centro de las llamadas instituciones culturales. Se preocupó por que el arte no fuera banal y decorativo, y criticó a quienes intentaron construir un Oaxaca style.
El mejor homenaje a Toledo es conceder que muchas de las guerras en las que se involucró fueron a favor de una colectividad que nos incluye; también en desburocratizar a la cultura y favorecer a los jóvenes (y a los no tan…) artistas. Construir la utopía de Francisco Toledo es ir en pos de un mundo diferente que se dibuja, se imprime, se hornea, se pinta… en cada taller de cada pueblo, de cada estado, de cada país. El arte es lo único que puede salvarnos de nosotros mismos.
¡Gracias Toledo!
* El Dr. Alberto Soto Cortés es académico-investigador de tiempo completo del Departamento de Arte de la IBERO
Este material se comparte con autorización de la IBERO