Familiares exigen justicia por feminicidio de Margarita en Copanatoyac

Tlachinollan

A las cinco de la tarde de este 4 de diciembre familiares y amigas despidieron a Margarita Vargas Florentino, víctima de feminicidio, en la casa de sus padres, en la cabecera municipal de Copanatoyac, Guerrero. El féretro permanecía en una mesa con un mantel blanco, dos velas a los lados, el sahumerio, el agua bendita y las veladoras en el piso. Al fondo, al lado de un moño negro estaba una corona de flores que decía “descansa en paz, hermanita”. Su mamá, Guadalupe Florentino, fue la primera que abrazó el ataúd y le habló mirando su rostro. Lo mismo pasó con su papá, Luis Vargas, y sus hermanas. Así, familiares cercanos, amigas y vecinos desfilaron uno a uno para rociar unas gotas de agua bendita.

Con la banda de viento empezó el recorrido rumbo a la iglesia de la comunidad de Copanatoyac, donde la presentaron ante Dios. El cantor siguió con los cánticos y habló por Margarita. Ahí, quienes cargaban el féretro lo levantaron en tres ocasiones. Después de unos minutos siguieron a su casa, cerca de un río; en ese lugar en el que su feminicida le arrebató la vida. Dejaron unas flores en forma de cruz como su último suspiro. Cuando llegaron a la puerta del panteón municipal varios familiares volvieron a despedirse con agua bendita y flores. Por última vez volvieron a levantar la caja al cielo en tres ocasiones. Mujeres y niñas llevaban globos morados para mostrar sororidad. Algunas señoras susurraban que había mucha gente. A las seis y media de la tarde el féretro había sido colocado en la tumba. Con todo el dolor en el corazón, sus padres, hermanas, amigas y vecinos exigieron justicia.

El sábado 2 de diciembre Margarita se encontraba vendiendo chicharrones en la calle para ganarse un dinerito. Su hija mayor, de 11 años, recuerda a su mamá sonriendo como si no pasara nada, pero este día desde el fondo de su corazón le dijo – “no me dejes sola porque tengo miedo”. Tenía el presentimiento de que algo iba a pasar, sin imaginar que se trataba de su muerte. Esperaba poco de su esposo, Pavel Bernabé Rosendo, porque siempre la golpeaba y se la pasaba alcoholizado y drogado. Esta vez volvería a repetirse la historia de violencia ejercida por Pavel Bernabé.

Las horas transcurrieron en la incertidumbre. A las 6 de la tarde la mayor de sus niñas le pidió permiso para ir a jugar con sus amiguitas, Margarita no quería porque se sentía sola en este mundo y tenía miedo, pero accedió con una sonrisa. Después cayeron las sombras de la noche sobre los caseríos del poblado, solo el ruido de las corrientes del río distraía un poco el pensamiento.

Al filo de la una de la mañana, sus dos niñas estaban durmiendo, cuando Pavel empezó a golpear a Margarita. Los vecinos afirman que con toda la desesperación corría de un lado a otro tratando de defenderse. “Ella pedía auxilio. La vieron cómo salió de su casa y corrió hacia la barda (sirve para contener las corrientes del río). Ayúdenme porque mi marido me quiere matar, decía gritando. Quería escapar por la barda, hay unas tejas y podía entrar a otra puerta. Yo creo que pensaba en sus niñas, me van a matar y mis hijas están durmiendo”, relata su hermana Blanca Estela.

Este domingo, a la 1:40 de la mañana la niña le marcó por teléfono a sus abuelos: “le dijo mami Lupe (la abuelita) ven a la casa porque mi mamá está muerta. Entonces nosotros nos levantamos rápido y nos subimos a un taxi que trabajo para llegar a la casa de mi hija. Era demasiado tarde, cuando llegamos sus vecinos y policías municipales ya la venían bajando por las escaleras y luego la subieron a la patrulla. Su cuerpo estaba tibio, así que la llevamos a un médico, pero no hubo ni un consultorio abierto, menos el centro de salud. Nadie quiso atender a mi hija. Nos tuvimos que trasladar al hospital de Tlapa, ahí la entubaron, pero diez minutos más tarde los médicos confirmaron que ya no tenía signos de vida. Pensamos que todavía estaba viva porque estaba calientita, pero no, ya estaba muerta. Nos tardamos mucho andar buscando médicos aquí, perdimos tiempo, si no quizá la podíamos salvar de la muerte”, comenta Luis Vargas, papá de Margarita.

En el hospital de Tlapa no quisieron darles el cuerpo porque la iban a trasladar al Semefo de Chilpancingo para hacerles los estudios de necropsia correspondiente. La familia tuvo que ir a interponer la denuncia ante el ministerio público a las 7 de la mañana. Josefa Rosendo Cisneros, madre de Pavel Bernabé Rosendo, “ya estaba en las oficinas del MP con el abogado del ayuntamiento de Copanatoyac, Jonathan. ¿Si no es culpable por qué metió a un licenciado? Se supone que es su nuera, era para que la apoyara. Es muy posible que haya un acuerdo entre la señora y el presidente de Copa. Nosotros como dolientes no tenemos abogados, y no tenemos miedo de alguna cosa que pase. Sabemos que la familia del muchacho tiene poder y dinero”, afirma don Luis.

La familia asegura que Pavel Bernabé Rosendo es el feminicida. Los recurrentes hechos de violencia no necesitan de mucha demostración para decir que Margarita (Mago como le decían sus vecinas) padecía la violencia machista de su esposo. Doña Guadalupe Florentino fue testigo de las agresiones que sufría su hija. No podía hacer mucho porque también era amenazada. Su familia tiene dinero y puede torcer la ley.

Josefa Cisneros, madre del agresor Pavel, tiene la versión compartida con los policías municipales que “Margarita se ahorcó sola, pero es difícil. Mi hija ya no quería estar con su esposo, pero él luego llegaba a las 2 de la mañana a azotar la puerta, la amenazaba y se la llevaba a fuerza. En muchas ocasiones nos amenazó. Una vez mi hija quería subirse al carro para ir a comprar su almuerzo, pero la bajó con violencia porque dijo que ella no se manda sola. Es culpable”, afirma don Luis.

“Hay una demanda que mi hermana interpuso con un licenciado de Tlapa que ya no quiso proceder, la quitó. También lo demandó por pensión porque ya lo había dejado, el licenciado le pidió el 40 por ciento, correspondiente a 4 mil pesos. Sin embargo, él la volvió a ganar hasta que la sacó de la casa el 3 de noviembre de este año. Perdimos comunicación con ella porque ya no tenía teléfono, ya no salía y cuando la encontrábamos se iba rápido. Ya me voy porque voy a traer el almuerzo, decía. Siempre sufrió maltrato por él y por su suegra. Por eso decidimos que en el sepelio de Margarita no se presentara la señora Josefa porque ella también le pegaba, cuando su hijo la golpeaba”, señala Blanca Estela.

De acuerdo con los vecinos de Copanatoyac Pavel Bernabé tiene antecedentes penales, recientemente lo encontraron con drogas y armas de fuego. Estuvo en la cárcel de Acapulco alrededor de tres meses. Después de que salió de la cárcel los problemas aumentaron, más porque él tenía otra mujer. Margarita se dio valor y fue a interponer las demandas. Las amenazas escalaron al punto de decir “no sabes de lo que soy capaz de hacerte”. Las niñas le tenían miedo porque llegaba drogado y agresivo.

 “Como familia queremos que se investigue y se castigue al responsable del feminicidio de mi hija. Ojalá Dios quiera que se haga justicia, sólo él sabe. En las autoridades no tenemos esperanzas, por ejemplo, en el caso del doble feminicidio de Kenia y Abelina en Tlalquetzalapa se puso la denuncia y no funcionó, esto va a pasar igual. Yo le decía ayer a la gente del ministerio público qué garantía tenemos, sólo me dijeron pues ayúdenos, apóyenos. Hay personas que tienen dinero, y como dice el dicho, con dinero baila el perro”, don Luis.

La supervisora de prescolar Josefa y su hijo, el licenciado Pavel no sólo tienen el poder, sino que tienen dinero. Las niñas se van quedar con ellos, pero la familia de Margarita buscará la forma de recuperarlas. Tiene el temor fundado de que es difícil creer en la justicia, tantas cosas han pasado y nunca ha funcionado. A los agresores los agarran y luego los sueltan. El presidente de Copanatoyac, Eleuterio Reyes Calleja, ni se inmuta ante los feminicidios acaecidos en su municipio. Al contrario, alienta a la violencia y a la repetición de hechos violentos, dejando en libertad a los feminicidas. Los policías municipales fueron los que primero llegaron a la escena del crimen, manipulando cualquier indicio o huellas para ocultar la verdad y entorpecer las investigaciones. Un cuchillo que estaba cerca de la cuerda de un metro con la que mataron a Margarita desapareció después de que llegaron los policías. Ya no hay confianza en las autoridades, menos con el gobierno municipal. En la fiscalía regional de Tlapa les prometieron que van a apoyar, “a ver si de veras y mañana vemos a ver qué sale. Vamos a seguir exigiendo justicia”.

Publicado originalmente en Tlachinollan

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