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Fallece Juan Bañuelos, poeta de La espiga amotinada

Redacción Desinformémonos

Ciudad de México. El escritor Juan Bañuelos, quien formó parte del grupo La espiga amotinada, falleció este miércoles a los 84 años de edad en la Ciudad de México, debido a complicaciones respiratorias, informó el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Ensayista, profesor universitario, editor y activista social, Bañuelos nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 6 de octubre de 1932.   Bañuelos estudió en las facultades de Derecho, Filosofía y Letras y en la de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, formó parte del grupo integrado por cinco poetas mexicanos que en 1960 publicaron el volumen colectivo La espiga amotinada. Las obras Puertas del mundo, de Juan Bañuelos; La voz desbocada, de Óscar Oliva, La rueda y el eco, de Jaime Augusto Shelley, Los soles de la noche, de Eraclio Zepeda, y El descenso, de Jaime Labastida, conformaron el volumen.

Bañuelos fue miembro fundador del Ateneo de Chiapas, así como un destacado coordinador de talleres de poesía de la UNAM y de las universidades de Guerrero, Querétaro, Sinaloa y Chiapas. Su obra fue traducida al checo, polaco, húngaro, noruego, sueco, búlgaro, rumano y alemán.

Fue reconocido con el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 1968 por Espejo humeante; el Premio Chiapas en la rama de Arte 1984 por su destacada aportación a la lírica de México. También obtuvo el Premio Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer 2001 por El traje que vestí mañana, así como el Premio Xavier Villaurrutia y el Premio de Poesía José Lezama Lima por A paso de hierba.

Entre la obra de Bañuelos se encuentra Puertas del mundo, en La espiga amotinada (1960); Escribo en las paredes en Ocupación de la palabra (1965); Espejo humeante (1969); No consta en actas (1971); Destino arbitrario (1982) y Donde muere la lluvia (1992).

Los restos del poeta chiapaneco serán velados a partir de las 22:00 horas en la funeraria J. García López, ubicada en la colonia Juárez.

Aquí una entrevista a Juan Bañuelos  realizada en Argentina  por el periodista y también poeta Jorge Boccanera: 

“La poesía respira del pulmón de la historia”, aseveró el poeta mexicano Juan Bañuelos, poeta y hacedor de poetas, cuando al cumplir 70 años, en noviembre de 2002,  fue entrevistado por el periodista y poeta argentino Jorge Boccanera lo entrevistó para la revista Forja, publicada también en el Semanario Universidad en Argentina.

El taller del “maestro Juan”, como lo llaman cariñosamente los escritores más jóvenes, se formaron numerosas voces hoy reconocidas. En su primera visita al país invitado por el X Festival Internacional de Poesía realizado recientemente en Rosario, Argentina, Bañuelos arribó con su libro más reciente: El traje que vestí mañana, antología prologada por Juan Gelman y con epílogo de Rosario Castellanos. Tras su lectura, el escritor -nacido en 1932, en el pueblo de Tuxtla Gutiérrez- anunció para este año un nuevo título: “A paso de hierba”, poemas sobre su región natal, el bello y turbulento Estado de Chiapas. Su poesía es un diálogo permanente con la realidad de su tierra; mitología indígena y naturaleza representan las claves de su literatura iniciada con el título “Puertas del mundo”, que lo vinculó con la Generación de Ruptura de los años 60, junto a José Emilio Pacheco, Eduardo Elizande y Oscar Oliva. Su obra se completa, entre otros libros, con: Escribo en las paredes, Espejo humeante (Premio Nacional de Poesía), No consta en actas, y Donde muere la lluvia.

Para el poeta el primero de enero de 1994 -cuando miles de indígenas agrupados en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), emergieron del espacio sombrío al que los había relegado la miseria- significó un quiebre en su vida: “Si bien Chiapas siempre estuvo presente en mi obra, en ese momento yo comprendí cuál era mi lugar”. Invitado a formar parte de la Comisión Nacional de Intermediación por la Paz (CONAIP), Bañuelos dejó su casa en la capital mexicana y regresó a Chiapas a organizar las mesas de diálogo entre el gobierno y el EZLN: “Al meterme en la selva para acompañar a los indígenas en las negociaciones, sentí que me sacaban las vendas de los ojos para ponerme frente a la realidad lacerante que vive mi pueblo”. Agrega Bañuelos que su presencia en la selva Lacandona trasformó su decir: “Si algo he aprendido de mi tierra y de mi pueblo indígena en estos nueve años, es a interpretar lo sagrado. Antes, Chiapas había sido apenas un símbolo de la nostalgia; el desenlace de la cultura prehispánica. El regreso me dio la oportunidad de conocer un neo arraigo, de estar en contacto con la cosmovisión, cosmogonía y mitología de los Mayas; una cultura de más de 2000 años. En este tiempo he sufrido junto a las comunidades una cruel realidad de hambre y aislamiento”.

De su primera estadía, antes de irse a estudiar Derecho, Bañuelos recuerda sus primeras lecturas: “Hasta 1959 no hubo carreteras que unieran a Chiapas con el resto de México, por lo que la relación era mayormente con Centroamérica. De ahí llegaban los libros que leíamos, yo conocí primero a Rubén Darío que a los propios mexicanos. A nuestras manos caían ediciones de países tan lejanos como Argentina y Chile. Las primeras cosas de Borges las leí durante mi adolescencia y también la poesía de ese irreverente Oliverio Girondo, que en mí tiene un gran peso”.

Considerado por Juan Gelman como “una de las voces más novedosas de la poesía en lengua castellana”, Bañuelos reconoce que fue necesario “meter el cuerpo” para comprender el mundo Maya: “Leí a Vallejo antes de irme de mi pueblo y recién lo entendí ahora. Él sí supo escuchar cómo los indígenas adoptaron el español pero, sobre todo, cómo lo adaptaron de acuerdo a su sentido del tiempo y del espacio. Por eso ‘El traje que vestí mañana’ es, además de una referencia a Vallejo, un homenaje a los indígenas”.

Acerca de su próximo trabajo A paso de hierba, explica: “Se trata de una recopilación de todos mis poemas referidos a Chiapas, antes y después del movimiento de 1994. Un poco para entender este viaje de ida y vuelta, siempre alrededor de mi origen”. Bañuelos sostiene que, a pesar del cambio que provocó el movimiento zapatista, los intelectuales mexicanos siguen creyendo que es un problema eminentemente de los indígenas, que no se puede solucionar: “No se dan cuenta de cuál debe ser el papel de la poesía. Los indígenas tienen una misma palabra para designar ser y lenguaje. El hombre es, para ellos, alma y sonido, un cuerpo sonoro puesto de pie, al igual que un poema. Por eso digo que es necesario poner a la poesía en su lugar. Porque ella más que ninguna otra forma escrita, respira del pulmón de la historia, la política, la fábula, la noticia, el humor y, sobre todo, del poder de interpretar lo sagrado del hombre. Siento que hoy por hoy, sobre todo en los países latinoamericanos, hay una obligación por parte de los intelectuales de responder a la demanda de la sociedad civil. Y la poesía debe tomar ese lugar”.

Bañuelos sostuvo que la sociedad mexicana: “Está temerosa ante la avalancha de la militarización en el país, sobre todo en las zonas indígenas. Hoy más que nunca se ve la expansión de los servicios de inteligencia, del mercado de las armas, del narcotráfico, del crimen organizado, del lavado de dinero y sobre todo, la vuelta de los grupos paramilitares en los altos de Chiapas”. En el mismo sentido expresó: “La situación actual es compleja; y no está hablando la imaginación del poeta. Me atrevo a decir que bajo la política mundial tras los atentados a Nueva York, si los pueblos del sur se organizan para defender sus tierras, serán tratados como terroristas. Ojalá me equivoque”.

Vaticinios, deseos y palabras de un poeta que -según Gelman- “Sabe extraer belleza y esperanza. Y esto es un milagro”.

Gelman habla de Bañuelos. El poeta Juan Bañuelos perteneció en los años 60 a “La Espiga Amotinada” -grupo literario de fuerte impronta política, aunque sin descuidar los aspectos formales de la creación- integrado por Oscar Oliva, Jaime A. Shelley, Jaime Labastida y Eraclio Zepeda. Bañuelos ha mantenido una labor sostenida como coordinador de talleres literarios de la universidades de México y ha colaborado en diversas publicaciones, especialmente en Plural donde coordinó la sección de poesía. Su obra ha sido traducida al inglés, checo, polaco, búlgaro, alemán, húngaro, noruego, sueco y rumano.

Recientemente fue homenajeado en el Palacio de las Bellas Artes, en la capital mexicana, donde se realizó la presentación de su último libro Donde muere la lluvia, a cargo de los escritores Juan Gelman, Carlos Montemayor y Elena Poniatowska, mientras que la actriz Angélica Aragón recitó varios de los poemas del chiapaneco. Para Gelman, la voz de Bañuelos es de las más novedosas de la poesía en lengua castellana: “Su voz se instala en la historia, pero no de cualquier manera”, porque Bañuelos “está atravesado por el tiempo de todos”. El autor de Espejo humeante -agregó el poeta argentino- “recorre la realidad con ojos antiguos muy presentes y provoca el encuentro de misterios (…) Su palabra abraza la naturaleza para volverla infancia y devolverla al lugar que nadie puede escupir. Aquí asoma el prodigio: Bañuelos funde su mito personal con los mitos colectivos del pasado”. Y sus imágenes: “Tienen cara de recién sacadas de la tierra. Viven en estado constante de admiración, asombro y estupor”.

Con información de La Jornada 

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