EZLN, la guerrilla imaginativa

Daniel Francisco / Damián Mendoza

El levantamiento zapatista de 1994 ocurrió inesperadamente, pero sus causas eran muy profundas. Se enraízan en las desigualdades y en las opresiones que sufren los pueblos indígenas desde hace mucho tiempo.

El primero de enero de 1994 entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio con América del Norte, apuesta fundamental para entrar a la modernidad, según el gobierno de ese entonces. Y justamente ese día amanecieron tomadas distintas cabeceras municipales del estado de Chiapas por indígenas encapuchados o cubiertos sus rostros con paliacates. Para sorpresa de México y el mundo declaraban la guerra al ejército federal y proclamaban la necesidad de una transformación radical de la sociedad mexicana. El levantamiento había sido preparado desde hace mucho tiempo y la organización, el EZLN, tenía al menos 10 años de estarse conformando en la Selva Lacandona, señala Alejandro Peña García, doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM.

Precisa que hay diferentes factores que intervienen para este estallido, entre ellos estaba obviamente la enorme desigualdad que sufría la sociedad mexicana, un cada vez más cerrado espacio de libertades. “Estaba en pleno apogeo el partido de Estado, el PRI, también había una corriente de lucha popular que va de décadas atrás y de proselitismo de las organizaciones indígenas desde los 70. La sorpresa fue todavía mayor cuando se observó una capacidad imaginativa, política, de esta nueva organización. Era una guerrilla que pronto tomó del discurso, de la imaginación discursiva, la capacidad de atraer la atención y remover conciencias”.

Agrega que la guerra duró escasos 12 días y después, por presión de la sociedad civil mexicana, se impulsó la vía del diálogo en San Cristóbal de las Casas. En marzo se desarrollaron los diálogos con el Gobierno Federal y tuvieron resultados. Sin embargo, por cuestiones políticas —ese mismo año se celebraban elecciones presidenciales—, todo se empezó a tergiversar, de tal manera que el diálogo no llegó a los acuerdos fundamentales. A partir de allí se inició una larga historia de enfrentamiento político del EZLN para cumplir sus demandas: una transformación radical de la sociedad, demandas muy básicas como educación, trabajo, salud, vivienda, y en última instancia, una petición fundamental: queremos vivir.

Acota que aunque el levantamiento tuvo un amplio apoyo en la sociedad mexicana, también tuvo sus detractores, iniciando con una campaña persistente desde el gobierno federal y aliados (organizaciones patronales, algunos partidos políticos) que trataban de denostar la posibilidad de una insurgencia indígena. “Se les llamó delincuentes, profesionales de la violencia, se les machacó con la cuestión del pasamontañas, de que no daban la cara”.

El conflicto duró mucho tiempo, se fueron incorporando nuevos actores. Hubo otro diálogo en 1995 en San Andrés Larráinzar, Chiapas “y allí sí hubo resultados palpables, los Acuerdos de San Andrés que se firmaron en febrero de 1996 y sin embargo no se llegaron a cumplir a cabalidad fundamentalmente por razones que tienen que ver con la autonomía de las comunidades indígenas”.

Considera que para entender al EZLN hay que manejarlo en tres niveles. El primero sería el EZLN y su zona de influencia, su territorio, su propuesta autogestiva. Después lo que trataron de impulsar como un movimiento nacional de transformación social, para eso recurrieron a la sociedad civil, a organizaciones campesinas, a otras organizaciones indígenas, en cierta medida a partidos políticos, estudiantes y poco a poco, a partir de 1996 en adelante, hacia la creación de redes internacionales de resistencia. Esta posibilidad de ampliar el espectro de su lucha política nos lleva a un tercer nivel que sería su posición, su influencia dentro de la política nacional.

 

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