Eufemismos en la Europa del siglo XXI
“Sirios, kurdos y paquistaníes están siendo trasladados a campos de refugiados”. Esta es una de las frases más repetitivas que hemos podido leer a lo largo de las últimas semanas en los teletipos de agencias internacionales de noticias como Reuters, AFP o Associated Press. Hace referencia a las miles de personas bloqueadas por el gobierno de Hungría, para impedir que circulen libremente en dirección a Alemania. Bloqueadas y trasladadas a recintos vallados y con alambradas, situadas en el extremo este del país, fuera de los focos mediáticos y sin libre acceso para la prensa. ¿Campos de refugiados? ¿Por qué lo denominamos así? Pues simplemente por que esta es la terminología utilizada en las notas de prensa del gobierno húngaro.
En el diccionario se define un campo de concentración como “un centro de confinamiento donde se encierra a personas por su pertenencia a un colectivo genérico en lugar de por sus actos individuales”. Se suelen emplear campos de concentración para “encerrar a opositores políticos, grupos étnicos o religiosos específicos, personas de una determinada orientación sexual, prisioneros de guerra, civiles habitantes de una región en conflicto, u otros colectivos”. La palabra clave para diferenciar una cosa u otra és “encerrar”; cuando se impide la libertad de circulación mediante la policia o el ejército. Un campo de refugiados, sin embargo, “es un asentamiento temporal construido para recibir refugiados. Normalmente son construidos y administrados por un gobierno, las Naciones Unidas u organizaciones internacionales tales como la Cruz Roja o las ONG”. En los campos de refugiados se permite la movilidad y la gente acude a ellos para proteger-se de grandes catástrofes naturales o guerras, pero lo hace de manera voluntaria.
Los campos construïdos en Hungria són lugares diseñados para impedir la libre circulación de la personas, con vigilancia perimetral y interior, donde un policia escorta a hombres, mujeres y niños cuando tienen que ir al baño, de donde no se puede escapar y quién lo intenta és condenado a cinco años de cárcel. La alimentación se reduce en muchos casos a un trozo de pan y una loncha de queso. Algunos de los que han pasado por ellos los definen como lugares ‘terroríficos’, ‘denigrantes’, donde impera ‘el racismo y la humillación’. Estas prácticas ponen el primer ingrediente para la ‘cosificación’ de las personas, para dejar de considerarlas seres humanos con todos sus derechos fundamentales, y se abre el camino a situaciones supuestamente superadas en Europa, como las que padecimos a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. La Unión Europea está permitiendo el hacinamiento y la reclusión de personas por el simple hecho de ser extranjeros, són centros de internamiento a gran escala, con barracones y con palizas de la policia a los que se resisten a permanecer en ellos. Són campos de concentración.
Los eufemismos imperan en la Europa del siglo XXI. Aquellos que construyeron los cimientos de lo que supuestamente tenia que ser el referente planetario en democracia, igualdad y derechos humanos se niegan a reconocer la evidencia: la Europa monitorizada por los lobbies capitalistas globales prima el beneficio económico y la explotación de los recursos naturales del globo por encima de las personas y de la sostenibilidad. Alemania se ha desmarcado del racismo institucional húngaro mediante una gran operación de márqueting, liderando la bienvenida humanitaria, pero ocultando que sus planes estan teledirigidos por la patronal germana, que ha calculado en 100.000 personas la mano de obra barata que necesita su economia. En muchos casos estos refugiados trabajaran en condiciones de semiesclavitud, acogiéndose a los nuevos contratos ‘1 euro job’ que tanto se estan generalizando en Berlin o Munich.
Más allá del maquillaje, la vergonzante realidad se filtra por las redes: decenas de atentados a asilos para migrantes, manifestaciones xenófobas de Pegida, la nueva careta con la que se presenta el fascismo alemán y gobiernos ultraderechistas que en Ucraïna, Polonia o Hungria coquetean con la memória de Hitler. Esta es la Europa que crece en el centro y el este del continente. Habrá que tener los ojos bien abiertos y los teclados a punto para que en un futuro inmediato nadie pueda decir que ‘no sabia’, ‘no conocia’, para activar la responsabilidad colectiva de todas en relación a nuestras semejantes. Apoyo mútuo y solidaridad activa.