Foto: Ricardo Trabulsi / Desinformémonos
Hace 30 años, de entre las montañas del estado de Chiapas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo su aparición pública al declararle al Estado mexicano una guerra contra el olvido.
Así, el EZLN se convirtió, desde un principio, en ejemplo global de autonomía frente al modelo capitalista al exigir el reconocimiento de los pueblos originarios, el fin de la dominación y explotación a los indígenas y condiciones de vida dignas, iguales y justas para estos.
“Mientras vivimos un proceso de descomposición social en México, en Chiapas hay comunidades que administran sus territorios y se garantizan lo necesario para vivir”, comenta Raúl Romero Gallardo, técnico académico del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM.
Sin embargo, las múltiples emergencias mundiales y locales de hoy en día han llevado al zapatismo a reestructurarse para resistir. Mediante el comunicado Cuarta parte y primera alerta de aproximación. Varias muertes necesarias (5 de noviembre de 2023), el actual vocero del movimiento, el subcomandante Moisés, informó: “Desde hace meses, tras un largo y profundo análisis crítico y autocrítico, y de consultar a todos los pueblos zapatistas, se decidió la desaparición de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) y de las Juntas de Buen Gobierno (JBG)”, para agregar que los Caracoles se mantienen, pero que estarán cerrados al exterior hasta nuevo aviso.
¿Qué ha pasado?
Para entender lo que ocurre hoy con este movimiento, el sociólogo y también profesor de asignatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM propone comenzar preguntando: ¿qué ha pasado en Chiapas, en territorios zapatistas, desde aquel 1 de enero de 1994?
“Construyeron un sistema de comunidades autónomas autosostenibles que se dan escuela, vivienda, trabajo y salud, y que tienen equipos de radio comunitaria y de documentalistas. Ello, dice el subcomandante Moisés, se debe a la recuperación y trabajo de la tierra. Esto les ha permitido vivir en asentamientos libres de feminicidios, desaparición forzada y con un sistema de justicia y seguridad con el que prosperan en una suerte de burbuja de paz en un contexto de Chiapas en guerra.”
Sin embargo, en dicha entidad federativa confluyen varios tipos de violencias: una de tipo colonial que subsiste desde la década de los 80 del siglo XX (formada por sistemas de caciques que mantienen formas de trabajo esclavista) a la que se suma la violencia estatal, plantea Romero.
“Tras el estallido de la guerra del EZLN, el Estado instrumentó una estrategia de militarización y paramilitarización para atacar a las comunidades. En este marco ocurrieron tragedias como la de Acteal, en 1997, cuando 45 indígenas, principalmente mujeres y menores de edad, fueron asesinados por paramilitares.”
Las violencias del crimen organizado que se han extendido por el país “han encontrado en Chiapas un nicho importante para traficar personas. Dicho estado es, quizá, una de las fronteras por donde más transita gente con miras a llegar a Estados Unidos, lo cual lo ha convertido en un espacio para lo ilegal y la corrupción”, refiere Raúl Romero.
También está presente el trasiego de drogas, pues Guatemala se ha convertido en una bodega de estupefacientes. Por otro lado, hay violencias extractivas que tienen que ver con las disputas por los territorios. Chiapas es uno de los estados con más saqueo de agua, mineras y proyectos que despojan a las comunidades de sus recursos.
“Todas esas violencias han sido contenidas por las comunidades zapatistas, las cuales están libres de proyectos extractivos y crimen organizado; sin embargo, eso no significa que no padezcan los efectos.”
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas ha registrado 190 ataques paramilitares contra las bases de apoyo del EZLN de 2019 a octubre de 2022. “Secuestros, robos, envenenamiento de agua, asesinato de ganado, cobro de derecho de paso, desplazamiento forzado e incluso prisión política”, detalla Raúl Romero.
Una nueva forma de organizarse
En 1994, además de la estructura militar, ya había bases de apoyo al movimiento, la estructura civil que conformó los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas. Luego de la traición de los acuerdos de San Andrés y de que el Estado mexicano impidiera el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, el zapatismo exploró la autonomía de facto. “Así, en 2003 se reforzaron dichos modelos y se crearon las JBG, una forma de articulación de los MAREZ y los Caracoles”.
Pero hace una década comenzaron con un proceso de crítica y autocrítica que empezó su etapa final, para llevarlo a la práctica hace tres años. Ello culminó con su reestructuración.
Luego de informar la desaparición de los MAREZ y las JBG, el 12 de noviembre, en la Novena parte: la nueva estructura de la autonomía zapatista se explica su reorganización: Gobierno Autónomo Local (GAL): base principal, sostiene la autonomía y sin ella no pueden funcionar las otras estructuras. Hay un GAL en cada comunidad donde habitan bases de apoyo zapatistas.
Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas (CGAZ): convocados por varios GAL, discuten y se toman acuerdos sobre asuntos que interesan a los convocantes.
Asambleas de Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas (ACGAZ): son los que se conocían como zonas, no tienen autoridad, dependen de los CGAZ y estos, a su vez, de los GAL.
Es decir, el mando y coordinación de la autonomía se traslada de las JBG y MAREZ a los pueblos y comunidades, los GAL. Las zonas (ACGAZ) y las regiones (CGAZ) están mandadas por los pueblos.
En un décimo comunicado se explica que, pese a lo aprendido de los MAREZ y las JBG, hay razones por las que ya no sirven para lo que se avecina. Resaltan como primer problema que la estructura con la que se gobernaba (de pirámide) separó a las autoridades de los pueblos.
“Lo observado todavía es muy anticipado, lo que se alcanza a ver es un proceso de reorganización para nuevas amenazas, pero no desaparecen los Caracoles ni las territorialidades zapatistas.”
Faro ante la crisis
El movimiento zapatista ha perdurado 30 años, durante los cuales ha realizado un análisis de las problemáticas locales y globales. “Identificaron que, muchos de los problemas manifestados en el mundo, tienen que ver con el sistema económico de explotación y dominación denominado capitalismo”.
Se trata de un movimiento único en su tipo que, además de ser anticapitalista, reivindica y conecta con diversas luchas en el planeta a través de una agenda global que considera problemas como la violencia patriarcal, contra los migrantes, el racismo, ecocidio y cambio climático.
“Parte importante de la comunidad internacional ve el zapatismo como una propuesta de mundo distinto donde, además, caben muchos mundos”. A diferencia de los movimientos del pasado, aquí no propone una sola respuesta al capitalismo, sino múltiples alternativas. En su caso han explorado la autonomía de tipo anticapitalista como opción.
Para la edición de diciembre de 2023 / enero de 2024 de la Revista de la Universidad de México, el sociólogo elaboró un texto que se enfoca en cómo leer el zapatismo. En el proceso de investigación y selección de textos sobre el tema descubrió que éste es un movimiento que no sólo reflexiona sobre su propia práctica, sino que creó una metateoría, es decir, el zapatismo revisa, construye y reflexiona sobre su teoría.
“Mi texto se titula La teoría y la metateoría de los zapatistas. Se analizan algunos de los principales escritos producidos por el propio EZLN para explicar su trayectoria.”
Concluye puntualizando que la relevancia de este movimiento es que se erige como una utopía realizable que se construye y apuesta por el valor de vivir de forma comunitaria. “En un contexto de crisis civilizatoria, el zapatismo es un faro de luz que muestra que sí es posible lograr un mundo en equilibrio con la tierra, de respeto hacia las mujeres, diverso sexogenéricamente, lingüísticamente distinto y espiritualmente rico”.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM