Karina Mariela Ansolabehere, especialista del Instituto de Investigaciones Jurídicas, y Cristina Hernández Engrandes, investigadora del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED), intervinieron en la sesión “Género y Desapariciones”, en ocasión del Día Internacional de la Mujer, organizado por el Seminario Universitario de la Cuestión Social (SUCS).
Si bien mujeres y hombres padecen esa situación, los motivos por los cuales sucede son diferentes, según el sexo, y en los últimos tiempos se aprecia una feminización del problema, por lo que es necesario reflexionar más sobre este fenómeno, cómo se ha institucionalizado, sus problemas y aciertos, y la forma en que convive con las alertas de género, enfatizó Ansolabehere.
Ante mujeres reunidas en el Auditorio Jesús Silva Herzog, del Posgrado de la Facultad de Economía, Ansolabehere prosiguió: “Aunque las desapariciones se asocian con dictaduras militares o gobiernos castrenses, no se creía que se dieran en naciones democráticas.”
En México hay más de 112,000 personas desaparecidas y no localizadas desde 1964, que es el primer registro que se tiene. “No se trata de un problema marginal sino estructural, porque hay 112,000 familias que buscan a sus seres queridos y lo que intentamos es identificar si hay cosas comunes entre las desapariciones de dictaduras y las de hoy”, explicó la experta en ciencias sociales.
Estudios realizados por el Observatorio sobre Desaparición e Impunidad en México y liderados por Ansolabehere indican que entre los factores que facilitan este problema están la clandestinidad, considerar “desechable” a una parte de la población, que grupos criminales obtienen un beneficio económico y la fragmentación de las familias debido a procesos como la migración.
El organismo, añadió la investigadora, elaboró un mapa en el que se aprecia que los estados donde desaparecen más mujeres son: Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Aguascalientes, probablemente debido a los flujos migratorios, aunque no existe una sola entidad federativa de la República mexicana sin esta situación.
Según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas, de 1960 a 1990 se contabilizaron 920 en esta condición, especialmente en Campeche y Baja California; de 1990 a 2006, 926, principalmente en Puebla y el Estado de México, aclaró.
“No son un fenómeno nuevo en México, pero lo que sí observamos es que, a partir de 2007, las desapariciones de mujeres se elevan y las de hombres son consistentes. Tenemos una curva ascendente con su pico más alto en 2014, después una meseta y una baja en 2021”, acotó.
El estudio de Ansolabehere también revela que quienes más padecen este flagelo son niñas de 10 a 14 años. Además de ser menores, son de sectores pobres o desaventajados, es decir, es mayor la probabilidad de que le suceda a una joven y pobre que a una adulta y de otro sector social, o joven de un grupo acomodado; esto plantea un importante desafío.
Además, se agrega el dolor de las familias que se organizan para buscar a sus desaparecidos: actualmente en México hay más de 100 grupos y colectivos que buscan en las entidades federativas, donde crearon redes y brigadas. Las principales artífices de los agrupamientos son las madres, hermanas y esposas.
También se crearon nuevos marcos jurídicos, construyendo una institucionalidad más allá de la Fiscalía, que hasta 2017 sólo buscaba a los culpables, no a las víctimas, aseveró.
Mario Luis Fuentes Alcalá, vicepresidente de la Junta de Patronos de la Universidad Nacional, comentó que algo de lo más sorprendente son las cifras, pues sólo uno de cada 10 delitos se denuncia, y hay otros que se denuncian menos, como las violaciones, lo que hace pensar que los 112,000 desaparecidos son mucho más y habría que poner la cifra no como una totalidad, es decir, que es sólo los casos que se conocen.
“Si ponemos que cada uno de los desaparecidos tiene 3.5 familiares, por decir un número, estamos hablando de miles de personas que aunque no buscan, fueron tocadas y afectadas. Al poner en tensión el tema de los sobrevivientes, todos los que hemos perdido algo somos sobrevivientes, empieza la parte simbólica, la ausencia del sepulcro, del lugar donde reposan los que hemos perdido.
A su vez, Cristina Hernández destacó que uno de los grandes problemas es que muchas de las desapariciones de mujeres se dan gracias a que el perpetrador las conoce y se aprovecha de eso para arrebatarlas de sus familias, más allá de que tengan el propósito de explotarlas o aprovecharse de ellas. Desde el 2015 en el país se habla de al menos 4,070 mujeres que se han identificado como víctimas de trata de personas, resaltó.
“No puede haber nuevo curso de desarrollo, no se puede discutir la política monetaria, la infraestructura, las inversiones, ni podemos discutir ningún tema mientras las desapariciones de mujeres y niñas pobres continúen siendo una realidad continua en esta nación”, enfatizó.
Finalmente, Enrique Provencio Durazo, director del PUED, comentó que la peor sorpresa que deparó la realidad mexicana en este siglo ha sido el ciclo de violencias y desapariciones crecientes, y la feminización de estos problemas.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM