Cuatro periodistas fueron asesinados en México durante los primeros días del 2022, un año presagiado para ser, ahora sí, el de la vuelta a la normalidad pre-COVID. El problema es cuando la violencia desbordada es parte de la sombría cotidianidad: van 149 muertes de comunicadores en el siglo XXI, de las cuales 29 han ocurrido en el sexenio en turno.
No hay democracia sin información
Para dimensionar la gravedad de que cuatro individuos perdieran la vida en un territorio en el que hasta 80 homicidios son perpetrados diariamente, la Dra. Lilia Vélez Iglesias, directora general Académica de la IBERO Puebla, reflexiona desde el núcleo de la violencia inédita contra periodistas para localizar los factores claves.
Cuando la labor periodística genera escozor en un actor público con poder o influencia, el informante se sitúa a sí mismo y a todo su gremio en una posición de vulnerabilidad propiciada por la impunidad, misma que asciende al 97% en crímenes contra comunicadores.
Sentencia Vélez Iglesias: “Cada asesinato genera un clima, una suerte de silencio donde las y los periodistas tienen miedo y abandonan las coberturas de temas de interés público”. La pérdida de estos saberes provoca flaquezas en todo sistema democrático, pues restringe las herramientas con las que una persona común puede tomar decisiones personales y políticas.
El problema de las mañaneras
Desde que asumió el poder, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dedicado parte importante de sus conferencias matutinas a descalificar toda aquella voz que cuestione a su movimiento. Si bien el propio mandatario ha dado muestras de que el formato comienza a agotarse —ayer mismo lo llamó “aburrido”—, aún goza de un predominante peso en la discusión pública.
Lilia Vélez lo atribuye a la considerable credibilidad del Ejecutivo. No obstante, la que fuera presidenta de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI) reprueba que se utilicen recursos públicos para atacar a periodistas, fenómeno que ha alcanzado niveles sin precedentes con el morenista.
Tan es así que desde hace unos meses existe un espacio semanal en las mañaneras dedicado a la estigmatización de comunicadores. El segmento Quién es quién en las mentiras, cenit de la riña entre Gobierno y periodistas, ha sido duramente criticado por activistas y especialistas en comunicación y democracia; la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se pronunció en días pasados contra el foro de los miércoles.
La académica de la IBERO Puebla considera vital para un régimen democrático garantizar la libertad de expresión. “Cuando el presidente ataca a periodistas crea un clima propicio para que sus seguidores lo hagan. Eso no es periodismo”. A su juicio, el Gobierno podría sumar a una mejor práctica periodística trasparentando el financiamiento público y con mejoras a las condiciones laborales.
Sugiere también la posibilidad de mantener un diálogo horizontal y permanente con organismos expertos a través de observatorios de comunicación. Al mismo tiempo, se deben garantizar las condiciones para un ejercicio profesional seguro y con protección del Estado. Pero Vélez Iglesias lo tiene claro: “No hay una voluntad para mejorar el periodismo y los contenidos”.
El reportero en sociedad
“No se mata la verdad matando periodistas”, claman los comunicadores que deben reportar la muerte de sus colegas con alarmante frecuencia. Pero la defensa de la prensa libre no tiene que ver solamente con el empleo de un pequeño gremio: la libertad de expresión es una habilitadora de otros derechos.
Como explica Lilia Vélez, no solo se trata del periodista y sus derechos, sino de lo que esta profesión aporta a la sociedad. El periodismo puede dar herramientas para la toma consciente de decisiones, desde dónde se ubica la mejor escuela hasta quién debe ser el nuevo gobernante. Lo primero que suprimen los regímenes dictatoriales, advierte, es la expresión libre; las democracias, en cambio, son plurales por antonomasia.
Este material se comparte con autorización de la IBERO Puebla