En Cacahuatepec uno se muere de hambre

María Elena Herrera Amaya*

Yo soy nacido en la región de la Montaña

mi municipio es el de Copanatoyac

y por donde ando mi San Lucas me acompaña

me cuida siempre y me permite regresar

el 10 de octubre son las fiestas de mi pueblo

qué gran orgullo desde Cacahuatepec

el 17 se ilumina el cielo entero

con tantas luces que hasta Dios las ha de ver.

Un reloj en la iglesia marca el pasar de las horas en la comunidad de Cacahuatepec, localidad nahua de 671 habitantes perteneciente al municipio de Copanatoyac, en la región Montaña de Guerrero. A cada una de las horas la acompaña una melodía que inunda las calles, las casas y hasta las milpas que se esconden entre los bosques que rodean al pueblo. El reloj es uno de los más grandes orgullos de la comunidad, traído desde fuera, fruto de la cooperación y del trabajo de cada una de sus familias. Eso cuenta Don Petronilo, al tiempo que entona el corrido de Cacahuatepec y de que recuerda cómo antes las cosas eran muy diferentes: antes de la década de 1980 casi nadie salía del pueblo “a lo mucho, íbamos a Tlapa, allá donde le dicen el Jale a buscar trabajo, era lo más lejos”.

Cuenta también que un día llegaron los primeros enganchadores, venían de la Mixteca oaxaqueña y decían conocer el norte: campos en Baja California, Sinaloa y Sonora en donde el trabajo sobraba, la paga era buena y solo tenían que hacer algo que sabían, “trabajar la tierra”. Progresivamente, lo que comenzó con las anécdotas de quienes después de una temporada volvían de los campos del norte, se convirtió en la principal forma de ganarse la vida. De pronto, ya no sólo los hombres salían de sus comunidades, ahora también viajaban junto con sus familias: jóvenes, mujeres, niños y niñas, dejando el pueblo prácticamente vacío, en especial durante los meses de octubre a marzo, la temporada alta de corte en el noroeste mexicano.

Es la mayor parte [de la gente] que es migrante; unas que otras nomás que se quedan, pero son señores mayores que ya no los reciben allá en Sinaloa o en otros campos agrícolas […] Los que ya no los reciben pues ya no se van, se quedan abandonados porque la mayoría, todos se van […] Si van pa’ Sinaloa salen en el mes de octubre, pasando la fiesta aquí de San Lucas se van, y los que van, por ejemplo, como ahorita que según ya abrieron otra empresa en Guadalajara, pues se van para Guadalajara, pues ahorita acaba de salir un camión la semana pasada [julio]. Otros están allá […] ahorita los que andamos acá, pues no somos todos, como la mitad anda acá y la otra mitad andan fuera (Manuel Marín, julio de 2022).

Actualmente, las familias de Cacahuatepec no salen únicamente en la temporada alta. Ante la diversificación y la saturación de los mercados laborales, ahora también acuden a las regiones centro y bajío, en donde nuevos enclaves agroindustriales emergen, y en donde la necesidad de mano de obra abunda.

Lo que no les dijeron aquellos primeros enganchadores, y que no tardarían en descubrir, es que junto con la promesa de trabajo en los campos del norte, también venían jornadas extenuantes, condiciones precarias, salarios y tratos injustos, la violación a sus derechos humanos y laborales, y largos y pesados trayectos, junto con la probabilidad de accidentes en carretera y accidentes laborales, ante el deslinde de las empresas agrícolas y de la indiferencia y omisión de las autoridades. Sin embargo, como menciona Manuel Marín, sentado afuera del salón de bienes comunales y mirando de frente a la iglesia:

Pues como dijeran, pues aunque no te guste, por necesidad tienes que irte, tienes que buscarle donde tienes que sobrevivir, pues por ejemplo, si no hay nada y estar acá, uno se muere de hambre […] Acá pues de hecho no hay nada, hay unos que vienen y siembran, pero no todos, nada más alcanza para un rato, pero no para toda la temporada […] A mí me gusta lo que es el paisaje y el pueblo, eso me agrada, por eso tampoco dejamos, que digamos, abandonado nuestro pueblo, salimos a trabajar, pero tarde cuando regresamos al pueblo (Manuel Marín, julio de 2022).

Es la fiesta principal del pueblo dedicada a San Lucas, el santo patrono, la que reúne, aunque sea por unos días, a las familias de Cacahuatepec. En ésta, se reencuentran quienes andaban por el bajío y quienes se quedaron en la comunidad. Aprovechan para encomendarse al santo, piden por salud, pero especialmente por un buen trabajo, por un trayecto tranquilo y por regresar con bien a la comunidad luego de salir del pueblo; son las principales preocupaciones de un pueblo de familias migrantes. Dos días después de la fiesta comenzará el peregrinaje, familias enteras dejando la comunidad vacía, en donde el eco del reloj, noche y día con el transcurrir de la temporada, marcará el paso del tiempo hasta que regresen sus habitantes.

“Siempre que andamos allá recordamos nuestro pueblo, nuestra casa […] pues estando allá te preguntas cómo estará mi casa, cómo estará mi pueblo”.

(Manuel Marín, julio de 2022)

*Posdoctorante Conacyt IIJ-UNAM

Publicado originalmente en Tlachinollan

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