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En busca de la gran riqueza minera: minería en los fondos marinos

Violeta R. Núñez Rodríguez*

Cualquiera diría que lo que estamos por vivir es un cuento de ciencia ficción. Quizá nos recordaría alguno de los textos de Ray Bradbury (1950), entre ellos, el de Crónicas marcianas. Pero este “cuento de ciencia ficción”, no hace referencia a la colonización de Marte, sino a la colonización del mar. En particular, al avance del capital a los fondos y profundidades de los mares y océanos, a fin de extraer la riqueza minera contenida en estos espacios. Sí, así es. Lo que está por suceder es el arribo del capital, a los fondos marinos a fin de iniciar su explotación comercial. De alguna manera, podemos decir que estos espacios, hasta ahora inalcanzados por el capital, serán colonizados por primera vez, e incorporados a la lógica de acumulación capitalista.

Pero ¿de qué cantidad de riqueza minera estamos hablando? De acuerdo con el libro El Capital rumbo al mar. Una nueva era minera: Minería marina, publicado con la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco y editorial Ítaca, que usamos como pretexto para escribir estas líneas, desde finales de los años 60 del siglo XX, la Organización de las Naciones Unidas indicó que los fondos marinos contienen: magnesio para 4 mil años; cobre para 6 mil años; níquel para 150 mil años; y cobalto para 200 mil, de acuerdo con la tasa de consumo mundial de los años 60 (Núñez, 2020). Datos más actuales, publicados en revistas como Nature indican que la Zona Clarion Clipperton (CCZ, por sus siglas en inglés), “contiene miles de millones de depósitos del tamaño de una papa llamados nódulos polimetálicos, cargados de minerales y metales preciosos como manganeso, cobre y hierro” (Heffernan, 2019). En este mismo sentido, en la revista Science, se indica que la CCZ, “tiene las concentraciones más grandes conocidas de nódulos polimetálicos de alto grado, con un valor comercial potencialmente grande” (Boda, Reiter, Smith, et. al., 2015). De manera precisa, en otra publicación de Science, se señala que “se estima que la CCZ contiene alrededor de 27 mil millones de toneladas métricas de mineral” (Voosen, 2019).

Sobre estos nódulos, dice Oliva Heffernan, “se forman durante millones de años a medida que los minerales se precipitan alrededor de los dientes de los peces, huesos u otros objetos pequeños” (Heffernan, 2019). Es decir, esta enorme riqueza no se ha formado de un día para otro, sino por millones de años. Pero además de los nódulos, en Nature se indica, “otro tipo de depósito mineral es la corteza rica en metales que cubre los montes submarinos, que se elevan miles de metros sobre las llanuras abisales. Estos recubrimientos están empaquetados con metales de alto valor como cobalto, platino y molibdeno” (Heffernan, 2019)

Dada esta inmensa riqueza, en el año 1982, en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, conocida como la Constitución de los Océanos, se estableció que ésta sería Patrimonio Común de la Humanidad, declarado como tal, en su artículo 136. Sin embargo, esta “constitución”, también estipuló la posibilidad de explorar y explotar con fines comerciales, esta riqueza minera marina, en diversos artículos, entre ellos en el artículo 153. Es decir, por un lado protegía la riqueza y por otro la ponía a disposición de las empresas para su explotación.

Como parte del proceso de “protección” de los fondos del mar, se creó la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) en 1994, quien se encargaría, entre otros, de velar por los minerales. No obstante, la ISA ha entregado diversos contratos a empresas y gobiernos que exploran los fondos marinos, con fines comerciales. Es decir, el gran interés es la explotación comercial de la riqueza inmensa contenida en las grandes profundidades del mar. Al respecto, en el libro El Capital rumbo al mar…, documentamos que la ISA ha otorgado, mediante contratos, 187 millones de hectáreas a 20 países del mundo (China, Rusia, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, entre otros), entre ellos a empresas y gobiernos, a fin de explorar los fondos oceánicos, lo cual, desde mi perspectiva, marca el inicio del “reparto de los fondos oceánicos”, y de alguna manera, el reparto moderno de los mares y océanos, enuncio que moderno, porque durante la época de la colonias (desde el siglo XV), los imperios y sus respectivas corona, se apoderaron de los mares y océanos, donde se llevaba a cabo la piratería ilegal, y la piratería “legal”, con los corsarios.

Pero este reparto, como documento en el libro de El Capital rumbo al mar…, implicará incorporar y someter estos espacios, hasta ahora no incorporados al capital, a su lógica. Es decir, lo hará parte de su cuerpo, subsumiéndolo acorde con su racionalidad. De la mar extraerá los minerales necesarios, materias primas para este régimen de acumulación, sin considerar que, para muchos hombres y mujeres, éste es un territorio de donde comen, de donde obtienen sus medicamentos, su vestimenta, pero también es un espacio de espiritualidad, de cultura y de identidad. Para diversos pescadores y cooperativistas pesqueros, la mar, es la Madre Mar, y al igual que muchos campesinos y campesinas que defienden a la tierra, por ser la Madre Tierra, también defenderán a esta otra madre.

Esto lo hemos visto en diferentes países donde se ha intentado llevar a cabo la explotación comercial de los minerales que se encuentran en los mares de algunas naciones, entre ellas en Papúa Nueva Guinea, Namibia, Nueva Zelanda y México. En todos ellos, la característica es que se entregaron concesiones (o contratos, según el caso), sin haber consultado a las comunidades y pueblos que viven de la mar. En el caso de México, sin haber realizado una Manifestación de Impacto Ambiental, como se podrán corroborar en el libro, al que he hecho referencia. Además, en el caso particular de nuestro país, el proyecto denominado Don Diego, en honor al primo hermano de Hernán Cortés (desaparecido en su intento de conquistar el Pacífico), el proyecto de grandes dimensiones (originalmente se había entregado en concesión una superficie del doble de la Ciudad de México) pretendía extraer 7 millones de toneladas de arenas fosfáticas anuales, actividad que se había planeado realizar durante los 365 del año, sin parar, por cincuenta años. Además, resalta que este proyecto se había planteado como un proyecto que salvaría a la humanidad, porque el fin último, se argumentaba, era utilizar el fosfato como fertilizante, necesario en la producción de alimentos; incluso era planteado como un arma geopolítica estratégica, ya que se decía que para el año 2050, la población aumentaría a 9 mil millones de personas, y el alimento se incrementaría en un 70%, de lo que se produce en la actualidad (Odyseey Marine Exploration, 2014).

Así, dada la importancia para estos pueblos de los mares, en todos los países las empresas mineras que han querido explotar los minerales, ha habido gran oposición y resistencia, como también lo hemos documentado, en el libro que compartimos.

Sin embargo, hoy estamos por asistir a una extracción de los minerales en los fondos oceánicos, que ya no pertenecen a jurisdicción nacional alguna. Es decir, ya no son territorios de las naciones, van más allá de las aguas interiores, mar territorial, zona económica exclusiva y la plataforma continental. Estamos hablando de lo que se conoce como alta mar, donde radica la mayor riqueza minera planetaria.

Entre ellos los nódulos polimetálicos, a los que he hecho referencia, y que contienen manganeso, níquel, cobalto, cobre, entre otros; los sulfuros polimetálicos que comprenden cobre, plomo, zinc, oro, plata, entre otros; y las costras cobálticas, que tienen cobalto, titanio, níquel, platino, molibdeno, telurio, cerio, tierras raras.

Decía que, hasta ahora, sólo se habían otorgado contratos, para la exploración, lo cual era posible y se sustentaba en el Código de Minería, en particular en los Reglamentos sobre Prospección y Exploración de Nódulos Polimetálicos, Sulfuros Polimetálicos y Costras Ferromanganesas (ISA, 2010, 2012, 2013). No obstante, la ISA ha elaborado el Proyecto de Reglamento sobre Explotación de Recursos Minerales en la Zona, que está por aprobarse, y que marcará el inicio de la explotación con fines comerciales. En este proyecto se indica que se entregarán contratos para explotar por 30 años, los cuales podrán ser renovados por periodos de diez años.

Área de Exploración de la Zona de Clarion Clippeton 👆. Fuente: https://www.isa.org.jm/index.php/map/clarion-clipperton-fracture-zone

Mucho han dicho las empresas mineras, sobre el inminente avance hacia el mar, debido a la demanda minera que se incrementará en los próximos años. A decir del Banco Mundial, la producción de minerales, entre ellos el grafito, litio, cobalto, entre otros, se incrementará en un 500% para el 2050 (Banco Mundial, 2020). Esta demanda, responde no sólo al crecimiento poblacional, sino al planteamiento mundial y dominante de las energías limpias, que no consideran los espacios de donde son extraídos estos minerales. Por ejemplo, en el caso de la minería marina, argumentan que, en los mares y océanos, no hay comunidades ni pueblos que afectar. Gran equivocación, porque en esta minería, esta implicada toda la humanidad y el planeta en su conjunto.

A propósito del libro El Capital rumbo al mar. Una nueva era minera: Minería marina, publicado con la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco y editorial Ítaca.

http://dcsh.xoc.uam.mx/repdig/index.php/libros-dcsh/produccion-economica/item/383-el-capital-rumbo-al-mar-una-nueva-era-minera-mineria-marina

*  Profesora-Investigadora del Departamento de Producción Económica de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

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