Foto: En esta foto tomada junto al río Meghna en el distrito de Chandpur, Bangladés, el 6 de septiembre de 2019, una mujer camina hacia su casa, que ha quedado dañada por la erosión del río. (Zakir Hossain Chowdhury)
La vida de Altaf Hossain se ha visto marcada por las repetidas luchas a las que se ha enfrentado desde que su pueblo fue devorado por el poderoso río Meghna en la sureña ciudad bangladesí de Mehendiganj, en el distrito de Barisal. Aunque este carpintero de 55 años siempre ha conseguido ganar lo suficiente para sobrevivir, no ha podido salir de la pobreza porque ha tenido que volver a empezar varias veces desde cero.
“Nací y me crie en una familia acomodada de agricultores y pescadores. Teníamos casas y tierras. Pero, por lo que antes era mi barrio, ahora se desplazan grandes barcos”, explica Hossain mientras termina de trabajar en una puerta de madera de una obra de construcción en el barrio de Jatrabari de la capital, Daca, a más de 250 kilómetros de su ciudad natal.
Cada año, millones de bangladesíes se ven afectados por fenómenos meteorológicos extremos inusitadamente frecuentes, como mareas de tempestad, ciclones muy intensos, inundaciones repentinas y sequías. Al igual que Hossain, decenas de miles de personas han perdido su hogar, su sustento y su vida en las inundaciones que han sepultado grandes extensiones de Bangladés, o debido a la erosión de las riberas de ríos y costas. Algunos se trasladan a la vecina India o a los países del Golfo en busca de trabajo, pero la mayoría se convierten en migrantes internos, desplazándose sobre todo a las ciudades más congestionadas de Bangladés para ganarse la vida a duras penas.
Según datos del Banco Mundial, la población rural de Bangladés ha pasado, en términos porcentuales, de alrededor de un 95% en 1960 (cuando todavía se denominaba Pakistán Oriental) a apenas un 62,5% en 2019, mientras que la población total se ha disparado de 48 millones en 1960 a cerca de 163 millones en la actualidad. Pero, tanto en las zonas rurales como en las urbanas, las poblaciones de clase trabajadora son las que más sufren el cambio climático.
Según el Índice de Riesgo Climático Global de 2020, de 1999 a 2018 Bangladés ocupó el séptimo lugar entre los países más afectados por fenómenos meteorológicos extremos. De los siete países más afectados, solo Birmania (Myanmar) y Filipinas registraron un número de muertos superior al del Bangladés.
Además, según un informe del Banco Mundial de 2018, de aquí a 2050, 13,3 millones de bangladesíes podrían verse obligados a emigrar debido a la intensificación de los efectos del clima.
A diferencia de la mayoría de los trabajadores mal remunerados de Bangladés, Hossain está afiliado a un sindicato, Nirman Sramik League, que forma parte de la central sindical Bangladesh Free Trade Union Congress (BFTUC). Gracias al sindicato, los trabajadores de la construcción como Hossain reciben un jornal de en torno a 850 takas bangladesíes BDT (10 dólares USD; 8,4 euros), cifra considerablemente superior a los ingresos medios de los trabajadores del sector de la economía informal. Sin embargo, debido al coronavirus, ha resultado difícil encontrar trabajo regular. Hossain cuenta que, a causa de las restricciones impuestas por la covid-19, este año no ganó prácticamente nada durante cerca de seis meses.
Teme que el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos en Bangladés dificulte aún más la posibilidad de encontrar trabajo regular. “No somos responsables del aumento de las temperaturas, pero lo estamos perdiendo todo a causa de ello. Tenemos que organizarnos y exigir cambios”, afirma Hossain.
Trasvasar la transición justa: de las palabras a los hechos
Repon Chowdhury, secretario general de la BFTUC, explica a Equal Times que los trabajadores que emigran del campo y las regiones costeras huyendo de las peores consecuencias del cambio climático se encuentran a menudo con nuevos problemas en las ciudades, como unas condiciones de vida precarias y trabajos peligrosos y mal pagados. “En las ciudades se ven además expuestos a una contaminación extrema y tienen que trabajar durante largas jornadas bajo un sol abrasador, con el riesgo de sufrir una insolación. Pero las víctimas pasan desapercibidas”. Proteger a estos trabajadores más vulnerables es un desafío. “Las personas que necesitan trabajo desesperadamente tienden a aceptar unas condiciones precarias y están en una posición desfavorable para negociar un mejor salario”, declara Chowdhury.
“Los trabajadores que se ven obligados a trasladarse [de las zonas rurales a zonas urbanas] recurren por lo general a familiares y amigos en busca de información y otros tipos de recursos que les permitan encontrar un nuevo empleo”, señala la profesora Syeda Rozana Rashid, del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad de Daca. Rashid fue la investigadora principal de un reciente estudio del Solidarity Center/USAID sobre la relación entre el cambio climático, las actividades económicas y la migración interna en Bangladés. “Muy pocos de los recién desplazados se afilian a un sindicato y apenas saben nada sobre el cambio climático y cómo repercute en sus propios medios de vida”, añade.
Hasta hace poco, los sindicatos no solían estar muy concienciados sobre el cambio climático, admite la dirigente de la BFTUC. “Los sindicatos creían que el cambio climático no era una cuestión sindical o que los sindicatos no estaban llamados a desempeñar un papel [en el movimiento por la justicia climática]”. Esa postura ha cambiado hasta cierto punto gracias a los seminarios, talleres y demás eventos organizados por la central sindical nacional en los últimos años. “Hemos podido reducir de alguna manera la brecha de comunicación existente entre el Gobierno y las organizaciones sindicales”, apunta Chowdhury. La BFTUC también ha invertido en formar a sus miembros sobre la transición justa, especialmente en lo que se refiere a la salud y la seguridad en el trabajo. “Animamos a los trabajadores a que entablen un diálogo con sus empleadores y los responsables políticos [a propósito de unas condiciones de trabajo más seguras]”.
Chowdhury explica que la BFTUC se ha comprometido desde 2011 a proporcionar al Gobierno estudios de investigación sobre el impacto del cambio climático en la vida de los trabajadores, en sus medios de vida, en la salud y seguridad en el trabajo y en la protección social.
Los dirigentes sindicales también han tratado de que se instaure la mentalidad de organizar diálogos nacionales y sectoriales sobre cuestiones ambientales e industriales.
Pero cuando se trata de poner en práctica estas ideas, la labor de la BFTUC se ve limitada por varios factores, entre ellos la falta de diálogo social entre el Gobierno y los sindicatos en lo que respecta a cuestiones climáticas, la escasa colaboración entre los sindicatos y el movimiento de defensa del medio ambiente, y las limitaciones financieras. “La vida de los trabajadores de Bangladés se ha visto alterada por el cambio climático, pero no están recibiendo ninguna ayuda de los fondos del Gobierno destinados a cuestiones climáticas [nota del editor: Bangladés cuenta con dos fondos nacionales para el clima, el Bangladesh Climate Change Trust Fund y el Bangladesh Climate Change Resilience Fund, este último financiado por donantes]. Llevamos años tratando de que eso cambie, pero nuestras intervenciones son limitadas. Estamos todavía lejos de nuestro objetivo”.
Los sindicatos no han participado directamente en el desarrollo de la política climática de Bangladés. Sin embargo, la BFTUC está abogando por la inclusión de los principios de transición justa en todas las políticas gubernamentales relacionadas con el clima. “Estamos presionando y haciendo campaña para que el mecanismo de transición justa se integre en el programa nacional, de modo que los sindicatos puedan participar en los diálogos en el lugar de trabajo. Queremos lograrlo en un plazo de tres años”, subraya Chowdhury.
Cargando con las consecuencias, la necesidad de apoyo internacional
En virtud de los términos del Acuerdo de París sobre el cambio climático, Bangladés se ha comprometido a reducir sus emisiones de CO2 entre un 5% y un 15% en los sectores de la energía, el transporte y la industria antes de 2030. El país también cuenta con un plan de acción para las medidas de adaptación y mitigación. En junio, la BFTUC escribió una carta a la primera ministra Sheikh Hasina solicitando nuevas medidas en las contribuciones determinadas a nivel nacional (o CDN) actualizadas de Bangladés sobre la reducción de las emisiones de CO2 (que deben actualizarse antes del 31 de diciembre de 2020) con vistas a “prestar apoyo para la adquisición de competencias, el reciclaje y la redistribución de los trabajadores afectados”.
En la carta, consultada por Equal Times, también se solicita que se sigan investigando nuevos ámbitos para la creación de empleo verde, que se estudie la trascendencia socioeconómica de una transición justa, que se incrementen los mecanismos de transferencia de tecnología de países del Norte a países del Sur, y que se realice una inversión responsable por medio de prácticas sostenibles obligatorias y diálogos entre empleadores y trabajadores en lo que respecta a la transición justa.
Los habitantes de Bangladés figuran entre los menos responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera. “Bangladés genera menos del 1% (0,3% para ser exactos) de las emisiones de CO2”, afirma Ainun Nishat, profesor emérito del Centro de Cambio Climático e Investigación Ambiental de la Universidad BRAC de Daca.
Aunque Bangladés reduzca sus emisiones a cero neto, la diferencia a escala mundial será minúscula, añade. “En lo que Bangladés debería centrarse es en salvar a sus habitantes de los efectos adversos del cambio climático, porque van a ser de los que más –si no los que más– lo sufran”.
Por esa razón, Chowdhury insiste en que los países industrializados tienen la obligación de ayudar a Bangladés con medidas de mitigación y adaptación climática. “Necesitamos fondos para la investigación de nuevas tecnologías. Debemos velar por que las personas desplazadas tengan un empleo seguro y respetuoso con el medio ambiente”.
Este año las inundaciones se prolongaron durante un período inusualmente largo, y en julio habían arrasado más de la tercera parte del país, afectando a cinco millones de personas, según el Centro Nacional de Coordinación de Respuesta a Desastres. Los cultivos se echaron a perder y una parte vital de la pesca y el ganado fue arrasada por el agua. “A esto podría seguirle una sequía. El año pasado exportamos alimentos. Pero este año tenemos que importar comida. La economía se está resintiendo enormemente”, afirma el profesor Nishat. “Hemos sufrido tres grandes ciclones en un año. Estos fenómenos están empeorando. Tenemos que tomar medidas para afrontar esta situación”.
El profesor Nishat señala que el Acuerdo de París incluye disposiciones de financiación para ayudar a países como Bangladés a introducir medidas de mitigación, pero “el mundo no nos está proporcionando el apoyo que nos corresponde”. Admite que los problemas de Bangladés en materia de desarrollo de capacidades y transparencia financiera no contribuyen a mejorar la situación, pero afirma que es preciso aplicar urgentemente soluciones sostenibles. Los 130 millones de bangladesíes atrapados entre la covid-19 y uno de los peores años en cuanto a emergencia climática no tienen tiempo que perder.
Este artículo ha sido traducido del inglés.
La realización de esta crónica ha sido posible gracias a los fondos de la Friedrich-Ebert-Stiftung y forma parte de una serie de artículos sobre los sindicatos y la transición justa.
Publicado originalmente en Equal Times