En 90 minutos, la libertad vence al machismo

Brisa Araujo y Eloísa Farrera Fotos: La Mujer en el Deporte

México, DF. El fútbol en México es un deporte tradicionalmente asociado al sexo masculino. Sin embargo, son cada vez más las mujeres en el país que lo siguen, lo juegan, lo sienten y lo viven con pasión y filosofía.

“Mujeres y fútbol, hablamos como si fueran dos entes totalmente distintos, cuando en realidad son uno. ¿Quiénes hacen el fútbol? Los hombres y las mujeres, juntos. Abordar el tema como “las mujeres y el fútbol” es separarlo, advierte Gabriela Ríos, directora técnica desde 2007.

Gabriela ha dedicado gran parte de su vida al futbol. Ella lo jugó muchos años durante su infancia y juventud -al menos tenía cuatro partidos cada fin de semana. Estudió para ser entrenadora y se desempeñó como tal en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM – donde cursó la carrera de comunicación social – y en diversos colegios. Actualmente integra un equipo que auxilia psicológicamente a cupos varoniles de las categorías sub-20 y sub-17.

Para Ríos, el machismo es el responsable cultural de alejar a las mujeres del deporte. “Hay menos estímulo, menos posibilidad de entrenar todo el tiempo. Te dicen ‘es que eres niña y no puedes’. Son creencias que limitan, pero en la cancha hombres y mujeres juegan igual”, diagnosticó la directora, quien ya trabajó con equipos femeniles y varoniles.

“En la secundaria jugaba en un equipo de mujeres. La portera jugaba y a la vez se cobijaba de su marido, para que no la viera. En una de esas llegó su marido y se la llevó, peleándose. Cuando vi esto, pensé: Esto no es el fútbol, el fútbol es otra cosa”, recordó Gabriela Ríos.

Jimena Ortiz*, de 22 años, sufrió desde niña con el machismo de su padre, quien no quería que su hija practicara el futbol porque era de «machorras» y lesbianas. La ayuda vino de su hermana mayor que, casada y con hijos, también jugaba y acompañaba Jimena a los partidos.

«Yo sólo quería jugar, divertirme», cuenta Ortiz. Hace 9 años recibió la invitación para jugar profesionalmente por el club Barcelona. Su padre no autorizó y argumentó que «el fútbol no era para mujeres y de eso no iba a vivir», relata Jimena, quien hoy estudia la carrera de Químico Fármaco Bióloga en la UAM-Xochimilco. No haberse incorporado al club europeo es una pena muy grande para la deportista, que todavía lucha por su sueño y busca encontrar su espacio en el escenario mexicano.

Para Abril Morales, los prejuicios y la presión social hicieron con que ella misma se pusiera a prueba. “Me sentía entre el bien y el mal. Veía las chavas jugando y pensaba: ‘yo no entro ahí”, recuerda. Ya jugando, Morales se dio cuenta de que no todo era lo que veía en la televisión: “Comienzas a entender que no eres la única y que practicar deporte es algo muy distinto de la manipulación que hacen los medios”, concluye.

¿Deporte de lesbianas?

Pese al cada vez más amplio reconocimiento de los derechos a los homosexuales – sobre todo en el Distrito Federal -, en México aún es común asociar el lesbianismo con el futbol femenil. Es un espacio de expresión, sí, pero como muchos otros, opinan.

«Simplemente se da y punto. A veces se hace más escándalo de lo que en realidad es. La homosexualidad puede darse en un grupo de teatro, por ejemplo, en un grupo de bailarinas o bailarines. El futbol no es un caldo de cultivo del lesbianismo ni de la homosexualidad en general», afirma Gabriela Ríos.

Según la entrenadora, esta creencia popular se basa en los prejuicios y miedos de la sociedad: «que nos asusta, que le echamos la culpa, es porque no tenemos la capacidad de aceptar que existe la diversidad sexual y que cada quien decide lo que hace con su cuerpo. ¿Si el futbol fomenta el lesbianismo en mujeres, no lo fomentaría también en los hombres?», cuestiona.

Para las mismas mujeres a veces es impactante darse cuenta de sus propios prejuicios. Araceli Cruz es homosexual asumida y cuenta que cuando empezó a jugar fútbol americano, creía que todas sus compañeras serían igualmente lesbianas. Sin embargo, las homosexuales en el equipo no pasaban de la mitad. “Me vi mal, porque ¡no puede ser que yo misma haya tenido los prejuicios que nos hacen a nosotras!”, confiesa.

La discriminación también fue la responsable de detener el avance de la selección nacional femenil, acusa Gabriela Ríos. En 1971 se celebró en México el primer Mundial femenil reconocido por la FIFA y el país anfitrión quedó subcampeón, tras enfrentarse a la selección de Dinamarca en la final. A pesar del distinguido logro, el equipo fue deshecho en seguida por la Federación Mexicana de Fútbol. Gabriela desconfía de las razones: “El argumento del lesbianismo puede ser un buen pretexto para detener que la mujer avance. En el Mundial varonil de 1970, ¿a dónde llegó México? En el año siguiente se da un mundial femenil, más pequeño, es cierto, pero llegan a la semifinal. ¿Qué pasa? ¡Cómo puede ser que estas señoras hagan un mejor papel que los varones! Las paramos. Es como el chivo expiatorio”, argumenta.

Este tipo de situaciones pasan, opina la directora técnica, porque las mismas mujeres no han asumido una postura de género ante el deporte. “El machismo se da a partir de que tú como mujer lo permites. El día que cada mujer asumamos nuestro papel dentro de la sociedad cambiarán las cosas”.

Para Gabriela, los espacios sociales deben ser ocupados por la mujer por convicción propia, sin limitarse por el convencionalismo social. “Una mujer que asume su papel como ama de casa por convicción puede ser plenamente feliz siendo ama de casa. Estoy convencida de que hay mujeres para todo, hay mujeres para estar en casa, hay mujeres que tienen que estar en las universidades, que tienen que estar en las industrias, en las empresas, en los bancos, y que tienen que estar en el fútbol. No como obligación, sino como convicción, como deseo”, dijo.

Un espacio para la libertad

“En el fútbol me siento muy libre, es una forma de vida”, resume Jimena Ortiz. Sea hobby o profesión, es opinión unánime entre las mujeres que juegan fútbol que el deporte representa mucho más que una actividad física.

Abril Morales se enorgullece de la libertad que le proporciona el fútbol: “Yo me pude meter ahí, jugar con puros hombres, y formar parte de esto. He mentido por esto, he dejado cosas, es mi decisión y mi espacio”, vibra. Y además de libertad y autonomía, dice que jugar en equipo le ayudó a desarrollar fuerza y seguridad personales.

Araceli Cruz, alias Oso, es diseñadora gráfica y afirma que jugar el fútbol le ayudó a desarrollarse como persona. A pesar de que dejó de jugar por una lesión en la rodilla hace 5 años, fue portera en la selección del Colegio Cristóbal Colón y de la Universidad La Salle. Para Oso, su etapa futbolera la “abrió para el mundo” y representó mucho crecimiento. “Siempre creí que como eres en la cancha lo demuestras en la vida, y cuando juegas con alguien sabes si esta persona será tu amiga algún día o no. Cuando empecé a jugar era de las que, cuando íbamos perdiendo, me enojaba, salía, me quitaba los guantes. ¡Cómo era inmadura!”, recuerda.

Para Gabriela Ríos, el fútbol es un pretexto para el aprendizaje personal. «En el futbol encontré un motivo, un por qué, una razón, una manera de expresarme. Para mí, en los 90 minutos se resume la vida. En un momento puedes pasar de la euforia de meter un gol a la tristeza por una lesión, un empate, porque te den la vuelta o porque te expulsen. Y la vida está llena de todos esos momentos. Día con día tienes esa posibilidad de hacer mejor tu trabajo, de ser mejor persona, mejor pareja, mejor hijo», opina.

* Por razones personales, la entrevistada pidió que se cambiara su nombre.

Publicada el 20 de mayo de 2013.

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