Nací en Xalapa, Veracruz y llegué a la ciudad de México hace aproximadamente un año. Aquí le hago al mimo, jugando a decir cosas sin recurrir a las palabras. Para completar la papa también canto, recito y hago malabares.
Mi escenario lo conforma la banqueta y un círculo blanco de aproximadamente cinco metros de diámetro pintado con aerosol. También me acompaña mi vieja grabadora, en la cual pongo algunas piezas musicales mientras actúo y este bolsón verde de lona, en el que deposito lo que utilizo durante mis presentaciones. El cesto de mimbre y la franela que tiene dentro, son por si alguien me quiere regalar una moneda, aunque también acepto aplausos como pago a mis guiños y piruetas.
Estudié teatro en la Universidad de Xalapa y mi sueño es poder entrar a la Compañía Nacional de Teatro para seguir ahí mis estudios. Lo mío es la actuación, es algo que traigo en la sangre, pues provengo de una familia de cirqueros, mi papá y mi mamá trabajan en el circo de los hermanos Bells. Yo nací y crecí en el circo, pero no me agrada del todo el ambiente, pues también amo a los animales y no me gusta verlos sufrir como sufren en el circo.
Apenas tengo 22 años, pero siento que las premuras de la supervivencia han logrado templar mi carácter. Admiro a Marcel Marceau, Charles Chaplin y Cantinflas y me gusta mucho la música, no me explico la vida sin ella.
Llegué a la Ciudad de México con el circo de los hermanos Bells, pero una discusión con mi padre me hizo dejar el circo para hacerme independiente. Viví en la calle, debajo de un puente en la colonia San Miguel Chapultepec. En el día me instalaba en una banca del parque Lira, en Tacubaya; por las noches improvisaba una cama bajo el puente con cartones y plástico, y me abrigaba con unas cobijas que compré en el mercado de Becerra; de almohada utilizaba el bolsón en el que guardo todas mis cosas.