Arte: El Salto
Hay un temblor que aspira a terremoto, un #SeAcabó en la industria musical. La cuenta de Instagram @abusosenlamusica se creó el pasado 20 de septiembre y acumulaba varias decenas de testimonios ya en sus primeros días de existencia.
Un tremor que sigue la estela del #MeToo de 2017 y más recientemente inspirada por el #SeAcabó, tendencia en redes por la agresión sexual de Luis Rubiales a Jenni Hermoso tras la final del Mundial de fútbol.
El fenómeno del #MeToo sacudió la industria cinematográfica estadounidense y se expandió a otros países. En España, apenas se notaron las vibraciones que llegaban desde el otro lado del Atlántico.
Testimonio a testimonio, el #SeAcabó en la música aumenta en la escala de Richter. Uno de ellos arranca así: “Hace varios años tuve relaciones sexuales esporádicas con DJ N. Él tenía muchísimos años más que yo, y se aprovechaba de mí ya que cuando era pequeña estaba completamente anulada y tenía mi amor propio y consciencia complemente nula”.
La denunciante cuenta que un día, durmiendo, DJ N la penetró sin utilizar ningún tipo de protección, explica, sin que ella fuera capaz entonces de nombrar lo que había pasado como una violación. “En ese momento yo no entendí qué estaba pasando, pero por dentro sentía malestar. Sentía que no estaba bien. Entonces no había la información que hay ahora con respecto al abuso sexual. Años después, con toda la información y la visibilidad de los casos que estamos viendo de acoso, de violación a mujeres, hablando con una amiga, me di cuenta de que lo que yo había sufrido era una violación”, relata.
Las iniciales de DJ N corresponden a un artista muy conocido en el ámbito español. Sandra, pseudónimo de la mujer que ha creado la cuenta de @abusosenlamusica y trabajadora de la industria musical, afirma que muchos casos conocidos en ese mundillo afectan a nombres o grupos que están en grandes distribuidoras. “Los jefes de departamentos de esas distribuidoras y sellos lo saben, pero la tendencia es decir ‘bueno, no será para tanto’ o ‘quién va a creer a esta chica’”, asegura.
Otro de los testimonios también apunta a un artista reconocido en España, con iniciales C.T.: “Trabajamos juntos en una sesión de fotos y después nos liamos en el baño de un bar. Fue muy egoísta, solo quiso correrse en mi boca y después me dejó ahí. Parecía algo divertido y guay en el momento, pero luego él fue raro conmigo a medida que nos íbamos encontrando de nuevo”.
Continúa: “Nos íbamos cruzando en backstages y festivales por trabajo, pero todo era frío, raro, distante. A los años, nos encontramos en un backstage, le vi bastante mal y yo, pensando que nos llevábamos bien, le pregunté cómo estaba y me empezó a chillar: que no le conocía de nada, que era una estúpida”.
Esto afectó más allá de la relación de C.T. con la mujer, que lo relata así: “Cuando íbamos a un after party, un colega mío me dijo que no podía ir. Que, para ellos, yo era una loca y una pirada intensa y no querían que les jodiese la fiesta. C.T. después ha ido diciendo que soy una guarra para que no me contraten en sitios o trabajos. Gracias a eso, muchos hombres no me han contratado o chicos a los que les he podido gustar, tienen miedo de salir conmigo por mi fama de ‘guarra’. Hace poco me enteré de que C.T. hizo que echasen a una chica de su equipo con la que trabaja porque se liaron una vez…”.
Las represalias laborales son un motivo por el que Sandra, desde su cuenta de Instagram, pelea por mantener el anonimato de quienes se animan a hablar de su caso. Quiere evitar represalias por parte de los acusados, “porque en algunos casos son hombres poderosos, ya sea dentro de empresas o dentro del mundo de la música, que puedan cerrarles muchas puertas”.
Además de las laborales, los acusados también podrían atacar con acciones legales. “Un hombre que ha abusado de ti y sobre el cual tú no has interpuesto una denuncia te puede demandar por hacer público ese testimonio acusándote”, explica Sandra.
“No todas tenemos la seguridad o el ánimo para denunciar, muchas veces por falta de pruebas o porque no llega a nada, y al final no obtenemos la reparación y la justicia que en principio querríamos”, cuenta con entre pena y rabia.
A las represalias legales y laborales se suman las académicas para quienes tienen un pie dentro de la música, pero no comenzaron aún su trayectoria profesional. Otro de los testimonios lo protagoniza una entonces estudiante de un conservatorio.
Esta chica denuncia abusos por parte de varios profesores. Estos tomarían la forma de exigir quedar fuera del centro o recibir clases particulares. Una negativa acarrearía el suspenso. Uno de los docentes llegó a decirle que “se iba a encargar personalmente de que no acabara la carrera nunca”.
Backstages, camerinos, aulas, casas, after parties u oficinas, los abusos se dan en cualquier parte y visibilizar esto era uno de los objetivos de la cuenta que recoge testimonios de violencia sexual en la industria de la música
Backstages, camerinos, aulas, casas o after parties. Y también oficinas: “A la vuelta de unas vacaciones entré al despacho del jefe de departamento y me recibió con un azote en el culo que me dejó la mano marcada. Al día siguiente reuní el valor para hablar con él y decirle que nunca más me volviera a hacer algo así”, cuenta otra mujer. La respuesta de su jefe: que debería haberle azotado más fuerte.
Los abusos se dan en cualquier parte. Visibilizar esto era uno de los objetivos de Sandra al publicar testimonios de mujeres que habían vivido abusos: “En la industria de la música, aunque todo pueda parecer supercreativo y súper cool, también existen abusos de poder, abusos sexuales, acosos”.
“Esas violencias existen y hay que contarlas. Debemos intentar visibilizar que necesitamos hacer de nuestros espacios de trabajo lugares seguros para las mujeres también donde nos podamos sentir cómodas yendo a trabajar ya sea una oficina, un estudio de grabación, un festival, una entrevista o una fan que conoce a su artista favorito”, sentencia.
Y parece que Sandra está consiguiendo su objetivo. Este lunes, los testimonios publicados más los que aún no había tenido oportunidad de subir a la red social se contaban alrededor de la cincuentena.
La cuenta nace de la rabia, según cuenta: “Tengo compañeras en la industria que me han ido contando historias y me generaba bastante impotencia el hecho de que fuera algo que quedase solo en nuestro círculo. Más mujeres han empezado a entrar en el mundo de la música, pero seguimos siendo una minoría y eso provoca mucho miedo a perder ese trabajo que tanto te ha costado conseguir”.
Esa rabia tomó forma de perfil en red social por facilitar la denuncia y por crear un efecto bola de nieve en el que ver a otras mujeres denunciando animara a quienes no lo habían hecho a dar el paso.
Su esperanza: poner el foco en el elefante en la habitación, que las personas que tienen relación con los abusadores “tomen partido, pues, aunque sean solo las siglas las que se están empleando, es más o menos fácil saber de quién estamos hablando”, y que los propios denunciados “no se crean tan intocables o no sientan impunidad”.
Pone un ejemplo: el cantante M. I. “Esta persona ha tenido muchísimos casos de este tipo, pero se le sigue contratando, haciendo giras, entrevistas y publicando discos”, asegura. Esto desincentiva, según Sandra, porque “incluso cuando es vox populi no pasa nada”.
La mujer tras la cuenta asegura que se habla del tema, “pero que hasta que no llegue a un nivel muy gordo, no van a tomar medidas. Porque ya se intentó abordar en su momento y estalló una especie de escándalo con una banda indie bastante conocida y no ocurrió nada”.
“Todas y todos somos conscientes de que estas cosas pasan. Hay personas que trabajamos en este sector e intentamos que eso cambie. Hay otras personas que lo siguen normalizando”, resume.
Esperanza tras la reacción feminista al caso Rubiales
El consentimiento ha estado en boca de todo el mundo últimamente. Ya sea por el caso Rubiales o por las cachetadas del exconcejal socialista Daniel Viondi al alcalde de Madrid. Hablar del tema ayuda, entre otras cosas, a que las mujeres víctimas de abuso sexual cuenten su historia.
Es en este caldo de cultivo en el que Sandra decide crear la cuenta: “Con todo lo que ha ocurrido este verano, con el tema de Rubiales y por otros casos, se tiene un puntito más de esperanza. Por lo menos, para ya no escuchar a este artista, o no acudir a sus conciertos, o para mantener a mi entorno lejos de esta banda o esta persona”.
Pero no solo aboga por este tipo de acción de evitación. Sandra y compañeras de su confianza van a trabajar en una guía de actuación que puedan enviar a todas las mujeres que le han escrito. Con esta, quienes han escrito a la cuenta podrán pasar de la exposición pública de su caso a, si lo desean, elevar su queja a las autoridades.
También quieren redactar una carta abierta, un manifiesto que puedan suscribir otras artistas, asociaciones y agentes de la música. Para que su #SeAcabó se oiga bien alto.
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