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El retorno a la tierra en los tiempos del coronavirus

Luis Chávez Rodríguez*

Foto © Luisenrrique Becerra | Noticias SER

La película aymara, peruana, Wiñaypacha (2017), de Óscar Catacora, entre otras muchas significaciones que pone en juego, es la contraparte Desborde popular y crisis de Estado (1984) de Matos Mar, libro que sistematiza la migración del campo a la ciudad y que ha continuado ininterrumpidamente hasta la crisis del Covid-19. En estos días de la gran pandemia se está revirtiendo este problema social crónico y probablemente sea uno de los fenómenos sociológicos más impactantes en un escenario post-coronavirus. Sin embargo, este movimiento de masas tiene peligrosos riesgos que ni el Gobierno Central ni las autoridades locales están anticipando.

Esta saga migratoria de retorno a la tierra tiene varios procedimientos y un solo patrón, ya muy conocido, en su rol de vector del virus. Es de conocimiento público, cómo muchos de los primeros casos de contagio que se dieron en las áreas rurales fueron a través de provincianos residentes en Lima que huyeron llevando la plaga como portadores asintomáticos, impulsados por el miedo al contagio en la capital. Emprendieron el azaroso viaje de retorno desobedeciendo las primeras reglamentaciones estrictas de aislamiento social que había dictado el Gobierno Central y llegaron, evadiendo de mil maneras los puntos de control, a refugiarse en la casa paterna o la de las abuelas y los abuelos.

La otra modalidad pasó a ser el desplazamiento masivo y hasta desafiante de familias enteras. En este caso ya no fue el simple miedo el motor del retorno sino la falta de trabajo para ganarse el día a día, la carencia de alimentos y la evidencia que el sueño de una mejor calidad de vida en la ciudad llegaba a su punto final y se convertía  en pesadilla. Miles de personas frustradas sobrevivieron años en muy malas condiciones, crónicamente informalizadas, con viviendas precarias en los cerros desérticos de Lima, sin agua ni desagüe y muy pegados, en muchos casos, a barrios residenciales con permanente aislamiento social, donde ostentosamente la vida de los ricos se desarrolla como en una mala película de Hollywood. Ese primer grupo fue el que enrumbó hacia la sierra central de Junín y Ayacucho y al que detuvieron momentáneamente en el estadio de Matucana después de varios días de caminata. La reacción del Gobierno fue la de darles el alcance y hacerles una rápido descarte, no sabemos con qué tipo de pruebas -súper rápidas- y prestarles las facilidades de transporte para que llegaran a su destino. El tratamiento de este caso fue, como diciéndoles, “vayan, vayan nomá y que el altísimo los proteja porque aquí no tenemos espacio para ustedes”.

Una tercera modalidad de desplazamiento masivo, aparentemente más organizado desde el gobierno, se está dando en estos días, ahora con la reglamentación del caso a través del Decreto Supremo Nro. 068-2020-PCM, donde el Poder Ejecutivo ordena a los gobiernos regionales a facilitar la movilización. Los gobernadores, queriendo o no y sobre la marcha, han tenido que iniciar un proceso de empadronamiento para dar el apoyo respectivo, provocando que miles de personas se inscriban en las listas. Nada más, los primeros días, en Cajamarca el empadronamiento ha llegado a los 16,000 inscritos e inscritas. Al parecer no hay forma de ralentizar esta tendencia de movilización desde Lima hacia el norte, centro y sur del país que se está realizando de modo apresurado, y sin tomar las medidas de salubridad que tendrían que pasar por un protocolo cuidadosamente elaborado.

Con esta apresurada tramitación de repatriación provinciana lo que se viene es una acelerada propagación del virus a lo largo y ancho de nuestro país. En el caso de la Región Amazonas, uno de los promotores de esta medida es uno de los congresistas recientemente elegido, quien en una entrevista radial, en Radio Victoria de Chachapoyas, dijo que él venía impulsando esta medida, por considerarla “humanitaria”, pero frente a la pregunta del periodista, sobre los riesgos sanitarios de este desplazamiento oficializado y masivo, no supo dar respuestas confiables, a pesar de que este señor es un médico de profesión. Se limitó a lamentar, como si fuera poca cosa, que no había llegado a hacer las coordinaciones respectivas con el Gobernador Regional.

Esta medida ha dado también lugar a lo que se viene llamando, “el derecho al derecho a la circulación”, que la población rural la esta entendiendo como una contraorden a la publicitada disposición oficial del aislamiento social, que dio origen a que cada distrito y caserío al interior del país pusiera puestos de control e incluso bloqueara las entradas en vista del desacato y el desplazamiento clandestino. En estos momentos la policía y el ejército viene desbloqueando estos caminos y carreteras en conflicto con las rondas campesinas, muchos alcaldes distritales y los mismos aldeanos.

Siguiendo con el caso de Amazonas, ahora el debate es dónde se implementará la cuarentena de los migrantes. Las opciones son: la capital de la región, las capitales de las provincias o los mismos distritos a los que se dirigen. Muchos alcaldes provinciales, como el de Condorcanqui ha sido muy enfático en señalar, en un comunicado oficial, dirigido tanto al Gobernador Regional como al Presidente de la Republica, que el sector Salud de su provincia no tiene ni las condiciones de infraestructura y mucho menos de salubridad para realizar esta cuarentena. Al mismo tiempo mencionó que existían, como era de suponer, numerosos grupos vulnerables que pueblan su territorio. La presencia vigente de la hepatitis B, el dengue, así como la malnutrición, incluso el VIH -que sigue haciendo estragos en la población, como se puede leer en el informe, Prevención de la transmisión materno-infantil del VIH en gestantes y madres awajún y wampís de la región Amazonas en Perú (2017), de la “Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública”, de dramática vigencia hasta el día de hoy- son problemas no resueltos aquí y en muchos otros lugares a donde se dirigen los hijos pródigos de esta pandemia. En las capitales de otras provincias, en este mismo sentido, se está dando una confrontación entre las autoridades, quienes tienen la orden de organizar el recibimiento de sus paisanos, y la comunidad para que los hospedajes de la cuarentena no se dispongan en los mismos distritos.

Para poner más leña al fuego a este inédito desborde popular, es que el manejo oficial apresurado que está haciendo el gobierno no ha contenido las anteriores modalidades de traslado. Diariamente se reportan en los medios de comunicación de provincias, intervenciones de la policía y de los ronderos, en las que se detectan a camionetas, combis y camiones que transportan a personas camufladas entre las bolsa de fideos, chizitos, gaseosas y atún enlatado que transportan los comerciantes de comida chatarra a las provincias, quienes de tanto insistir con sus productos, han transformado la alimentación del poblador rural, dedicado al monocultivo.

A estas alturas del periodo de aislamiento y de la pandemia, en la que ya se está hablando de una reapertura paulatina por la salud de la economía, en provincias y probablemente en todo el país recién comienza la pandemia. El alto nivel de contagio en la capital continúa creciendo y en provincias -día a día- aumentan los casos. El consenso internacional de expertos en el tema dice que si no todos, la mayoría de los humanos alojaremos al virus en nuestro cuerpo, siendo así, el foco del tratamiento de esta crisis sanitaria, por ahora, está en evitar lo más creativamente el contagio, que tendría que ser paulatino y monitoreado usando pruebas seguras hasta que se implemente un mejor tratamiento tecnológico y avance la investigación científica. Esto requiere de medidas rápidas como las que ha estado teniendo el gobierno peruano, pero también requiere de un mínimo nivel de proyección para resistir un largo proceso. En este sentido, no vemos esa previsión adecuada salvo en el terreno de la macroeconomía. La vida rural que tiene como actividad central la agricultura no tiene hasta ahora la atención que ser requiere, y si vemos que no hay un plan seriamente elaborado para los sectores vulnerables de las ciudades, menos aún lo hay para aquellos que están en el campo.

La inolvidable ficción de Wiñaypacha muestra la soledad en la que viven un par de ancianos, en las frías montañas de Puno, por la migración del hijo que partió a la ciudad a buscar un futuro mejor. Rogamos hoy, en esta terrible realidad, que esos hijos no retornen sin las medidas de bioseguridad adecuadas. Pedimos que, en vez del fuego que destruyó la idílica casa provinciana del campo en la película, no sea la ignorancia, la irresponsabilidad y falta de planificación de las autoridades la que acabe con nuestros ancianos y ancianas, que son lo más tierno y sabio que tenemos los provincianos.

*Promotor de “La casa del colibrí” del distrito de Chirimoto (Amazonas).

Publicado originalmente en Noticias SER.PE

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