El rapto de Europa: las buenas conciencias

J. Enrique Sánchez/Mónica Nario

Dos narradores están sentados en una pequeña mesa a un costado del escenario. Al fondo, 10 sillas forman una fila donde están colocados los actores; al frente, un conjunto de mesas forman una larga plataforma sobre la que se encuentran papeles extendidos sin orden aparente. Entre las mesas y las sillas del fondo, hay cinco micrófonos colocados, de tal forma, que cubren de lado a lado el espacio que generan las mesas. Representan la escenografía de un atípico espectáculo, la lectura dramatizada El rapto de Europa (Siempre se puede hacer algo).

La historia comienza con un timbre telefónico, el sonido de una llamada entrante que es contestada por Margarita, una estadounidense atrapada en Europa durante la guerra en tiempos del fascismo, en medio de la xenofobia y las persecuciones políticas. En su carácter de buen ser humano, ella arriesga su propia seguridad para ayudar a escapar a otros de una muerte segura, en caso de ser encontrados.

En medio de la huida, se desarrollan lazos afectivos, viejos y nuevos, amores platónicos y remembranzas de aquellos que no sucedieron.

La protagonista es ayudada por otros individuos de buena conciencia, personajes progresistas que enfrentan, a pesar del riesgo evidente, a las policías y servicios secretos que están tras sus pasos.

Obra de teatro atípica, El rapto de Europa (Siempre se puede hacer algo), es una experiencia donde esperas que algo más suceda en el escenario. Al mismo tiempo, no quieres que nada cambie, sino que se desarrolle, avance y llegue al final, pues las vidas ahí narradas muestran los distintos lados de la moneda cuando un conflicto separa a quienes antes estaban unidos.

El pasado 13 de septiembre y por única ocasión, Cultura UNAM —a través de la Cátedra Max Aub—, presentó esta obra en el Auditorio del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC).

Este material se comparte con autorización de UNAM Global

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