Rubén Jaramillo, su compañera Epifania Zúñiga, y Filemón, Enrique y Ricardo, hijos de ella -a quienes crió el morelense- fueron asesinados por elementos del Ejército Mexicano el 23 de mayo de 1962. Se dice que Epifania (Pifa, le decían de cariño) estaba embarazada. Por medio del testimonio del jaramillista Mónico Rodríguez -recogido en larguísimas horas de grabaciones- el autor ofrece un repaso de las batallas y el asesinato del mítico heredero del zapatismo
Tal vez soy lento de entendimiento o tal vez son realmente complejas las circunstancias en torno a este múltiple asesinato. El caso es que no me ha sido fácil ligar hechos aparentemente separados como los movimientos del magisterio y ferrocarrilero de 1958-59, la visita de Kennedy a México, las contradicciones en el Partido Comunista que llevaron a un puñado de cuadros a intentar crear otro partido aliado a Rubén, la buena relación de Pifa con la esposa del presidente Adolfo López Mateos, la invasión de bahía de Cochinos y el fracaso de la toma de las tierras de los llanos de Michapa y El Guarín por los jaramillistas, que fueron reprimidos y desalojados.
Las grabaciones que realicé con los brazos izquierdo y derecho de Rubén Jaramillo -Mónico Rodríguez y Félix Sedán, respectivamente- me han dado algunas claves para entender la complejidad del asunto.
¿Cómo es posible que el entonces presidente de la República tomara la decisión de eliminar a Rubén después de haberle dado las seguridades presidenciales para poder seguir actuando sin ser acosado? Luego de 37 años, muchos cabos siguen sueltos.
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Rubén Jaramillo viene de una familia zapatista, y por eso desde joven se incorpora al Ejército Libertador del Sur. A los 17 años recibe el grado de capitán primero de caballería. Su primera hazaña militar es memorable: lo mandaron a recorrer varios pueblos alrededor de los volcanes, en forma discreta, para que diera parte de dónde había tropas del gobierno y cuántos eran. Regresó con un puñado de pelones del gobierno prisioneros, bien maneados: «Pues como nada más encontré a estos poquitos, pues de una vez me los traje», explicó a su mando.
Rubén y un puñado de compañeros no entregan las armas cuando termina la Revolución. Las entierran «por si se llegaran a necesitar». Nunca deja de atender diferentes asuntos de los pueblos y crece su prestigio por todo Morelos. Cuando es candidato a la presidencia, el general Lázaro Cárdenas promueve la construcción del ingenio Emiliano Zapata, de Zacatepec. Se construye asÍ la industria que hasta la fecha genera más empleos directos e indirectos en la región.
Por esas fechas, Rubén conoce a Mónico Rodríguez, quien llega del norte para trabajar en la construcción del ingenio, y nace una camaradería indestructible. Rubén es el gerente de la sociedad cooperativa del flamante ingenio. Mónico Rodríguez traía ya una formación socialista incipiente, y ahí se junta con un comunista que se había venido a refugiar a Zacatepec por la persecución política que sufrieron los que formaron el sindicato Carlos Marx en el ingenio de Atencingo de Puebla, de nombre Francisco Ruiz, mejor recordado como El Gorraprieta. Ambos proponen que se forme un sindicato por si llegan tiempos difíciles y es necesario defender la cooperativa.
Pronto llegan esos tiempos, por la imposición de gerentes del gobierno. Mónico encabeza las luchas sindicales, y cuando se recrudece el acoso a los jaramillistas se va al monte con Rubén y otros compañeros, a fin de proteger sus vidas. Esto sucede en varias ocasiones: regresan a la lucha abierta, crece la organización, son acosados, se van al monte, regresan a la vida pública, y se repite el ciclo.
Cuando Rubén Jaramillo se lanza como candidato a gobernador todos lo apoyan y realiza la campaña con fondos aportados por los pueblos. Les escamotean obviamente el triunfo.
Mónico y otros jaramillistas, en una de esas, regresan a la región de Atencingo, Puebla, para organizar la lucha contra el cacicazgo de William Jenkins y lo logran: son recuperadas 5 mil hectáreas de riego y 3 mil de temporal para los pueblos.
Ya corren los cincuenta. Mónico empieza a retomar sus contactos con los comunistas, pues a iniciativa del Gorraprieta iban miembros del Partido Comunista, como Miguel A. Velasco, a darles pláticas en Zacatepec desde los treinta, y le gusta. Lo acaba de formar el chiapaneco Fernando Granados Cortés, y Mónico se va a Puebla comisionado por el PC para refundar el partido. Pronto crea células en 11 fábricas, recluta a estudiantes como Luis Rivera Terrazas, recuperan de la ultraderecha a la Universidad de Puebla, y regresa a dar la batalla al ingenio de Atencingo. La cosa se pone color de hormiga y tiene que salir de Puebla. Nunca deja de tener contacto con Rubén.
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Félix Serdán nunca se separa de Rubén. En las buenas y en las malas ahí está, con su máquina de escribir portátil para redactar los cientos de documentos que la lucha de los pueblos requería. Félix participa con Jaramillo en la creación y consolidación del Partido Agrario Obrero Morelense, el PAOM, que moviliza a todo el estado.
A fines de los cincuenta Mónico reestructura la célula ferrocarrilera y levanta, junto con Martínez (el padre de Ifigenia) y otros compañeros, un movimiento que en pocos meses desemboca en la Convención Nacional Ferrocarrilera, a la cual llega Demetrio Vallejo como delegado y presenta su famoso Plan del Sureste.
Las contradicciones de Mónico con la dirección del PC se profundizan. Es retirado del movimiento ferrocarrilero, y el PC comete el error de nombrar a tres comisarios para «auxiliar» al sindicato democratizado, que son muy visibles. Esto da pie para que el gobierno acuse al movimiento ferrocarrilero de estar manipulado por el comunismo internacional.
Mónico seguía, sin embargo, en contacto con los ferrocarrileros, principalmente para solicitar el apoyo para el movimiento del magisterio, en el cual se incorpora con los padres de familia, organiza una amplia participación de los mismos que fortalece a la lucha de los maestros, y como tal propone la toma de la Secretaría de Educación Pública. Entra de nuevo en contradicción con la dirección del PC, que hacía constantes llamados para que el movimiento de los maestros «regresara a sus cauces legales y sindicales», pues el gobierno le otorgaba algunas carteras al PC dentro del sindicato nacional, y esos «logros» se veían amenazados por el movimiento. Mónico marcha el 6 de junio de 1958 con uno de sus hijos a cuestas en la Marcha de Triunfo del movimiento encabezado por Othón Salazar.
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En Morelos, Jaramillo y los pueblos que lo siguen sufren un revés al intentar tomar los terrenos de los llanos de Michapa y El Guarín.
Al principio de los sesenta Mónico recibe el llamado de varios compañeros comunistas hartos del burocratismo del PC, para formar otro partido. Le proponen que, con el pretexto del aval que había dado el PC para organizar una protesta fuerte en México en caso de que Cuba fuera de nuevo invadida, construyeran otra organización.
Todo confluye: Rubén y los jaramillistas estaban de nuevo siendo acosados, las bases ferrocarrileras habían sufrido la represión y el encarcelamiento de sus dirigentes, y muchos simpatizaban con el nuevo proyecto de partido al lado de Rubén, cada vez más convencido tanto por las circunstancias como por Mónico.
Era un plan con características muy especiales. Pensaban ponerse a salvo de la represión en una inmensa cueva secreta, con sus compañeras y una guardia muy selecta de compañeros probados, que serían el enlace entre los diferentes movimientos obreros, campesinos y populares. Ahí se formarían «muchos jaramillos» que encabezarían los movimientos, con la dirección política y militar a salvo. Se oiría hablar de la nueva organización, de Jaramillo y los jaramillistas, pero no podrían encontrarlo, cosa que aseguraba la continuidad del movimiento.
Si los Estados Unidos invadían Cuba, era necesario, como respuesta, crear otros frentes en diferentes países. Acá los comunistas, con Rubén, lo prepararían. El Partido Comunista ya no sería un freno, sería otro partido, sin ligas internacionales que le dieran línea. Tenían un plan muy elaborado de educación política y los suficientes enlaces con lo mejor de la clase trabajadora del país. Bastaría con empezar a accionar para que la organización creciera.
Los trabajos iban ya muy avanzados, al grado que Rubén ya tenía comprador para su casa y solar de Tlaquiltenango, pero no había realizado la venta porque Epifania estaba muy ilusionada con la promesa de un donativo de muchas máquinas de coser para las mujeres de los pueblos que doña Eva Sámano de López Mateos, la primera dama entonces, le había hecho. Las máquinas no llegaban y Epifania le rogaba a Rubén que esperaran.
Mientras tanto, Mónico y Rubén hacían recorridos por las líneas del ferrocarril contactando compañeros para ir construyendo la red que en el futuro proveería a la organización de cuadros y de una comunicación pronta y expedita por medio del servicio de telégrafo del ferrocarril.
Los recorridos de Rubén y Mónico se veían interrumpidos por la infinidad de tareas del primero: trámites, orientar movimientos locales, etcétera. Por su lado, Mónico pasaba por apuros económicos muy severos y se ausentaba para conseguir trabajo.
De todos modos, el plan iba. Pero fue interrumpido por el asesinato de Rubén y de toda su familia.
La víspera y el crimen
En esos meses anteriores al asesinato, Mónico, Rubén y los más cercanos compañeros vivieron pasajes que es necesario recordar. La casa de Rubén en el Distrito Federal fue allanada y saqueada.
Mónico narraba que cuando llegaba a la ciudad de México, Rubén Jaramillo se quedaba en su casa. Comía, se quitaba los zapatos y luego pedía permiso para recostarse: «Y luego luego sus periódicos, leyendo, y a estar ahí platicando pura política, de todo lo que me iba a decir, las tareas que me daba tanto de adquirir ciertas cosas o de dar mensajes a ciertos periódicos, y toda una serie de tareas. Tres, cuatro días. Duró una semana en ocasiones, en donde iba él a hacer sus asuntos, y en vez de pagar hotel o estar en peligro, se iba a refugiar ahí».
Mónico había conseguido cinco mil pesos para prestarlos a Jaramillo, pues quería sembrar melones. A fines de 1961 Mónico se va a Veracruz a trabajar.
«En marzo (de 1962) levanta el melón y va sagradamente con Beta (esposa de Mónico) a darle el dinero para pagar los 5 mil pesos a la persona que nos los prestó».
Pero sucede que la persona que había hecho el préstamo pide que sea otro día. Rubén se va y regresa por la noche. A Beta le cuenta que cuando fueron a su casa de la colonia La Malinche, la calle estaba llena de policías.
Jaramillo le pide a Beta que vaya a averiguar si lo están buscando a él. Beta y su hijo van pero pueden averiguar poco. Jaramillo no queda conforme: «Pues mañana temprano te vas otra vez y preguntas allí a ver si (es un ataque) a la casa», le pide a Beta.
A la mañana siguiente, narraba Mónico, su esposa volvió al lugar: «Estaba una niña sentada en el quicio de la puerta, como a dos metros de la calle. Un jardincito aquí, y la casa. Ya que le dice: « ¡Niña!, ¡Niña!» -estaba llorando la chiquilla. Dice: «¡Ven! Oye, ¿no está tu mamá?». «No, no está». «Porque venía a que me pusieran unas inyecciones». «No, salió, porque mi papá…» Dice Beta (susurrando): «También vengo por parte de Rubén…». Dice: ¡Mmmhhh! ¡Por él mire lo que hicieron! ¡Pásele señora!» -llorando la niña. Y ya vio: el jardín escarbado, la televisión rota botada en casa de la chingada, los roperos abiertos, ¡bueno todo!, los sillones rajados con navaja. Dice: «Mire todo lo que nos hicieron, y a mi papá se lo llevaron golpeado, todo sangrado, y luego mi mamá fue a ver en dónde está. “¿A quién se lo llevaron?».
Un día antes, narraba Mónico, la esposa de Jaramillo había ido a buscar a la primea dama de la nación, «que era evangélica también», para pedirle que intercediera por los campesinos que reclamaban los Llanos del Guarín y la solicitud de un taller de costura en el mercado de La Malinche.
«Creo los policÍas o quién sabe qué departamento siguieron a Pifa y dieron ahí con él, en donde estaban», recordaba Mónico.
Tras ese allanamiento, Jaramillo se fue a Amecameca y le dijo a la esposa de Mónico: «Ahí voy a estar. Sólo tú lo sabes. Regrésate y dile a Mónico que él ya sabe en dónde encontrarnos, que yo creo que no va a ser dentro de mucho tiempo, en Cuautla, por ahí, en una casa. Ahí nos vamos a encontrar para decidir qué hacemos».
La narración sigue:
«Entonces (Rubén) ya se despidió, pero dice Beta que se puso encabronado. Dice: «Mira Beta, te juro que estos hijos de su chingada madre guerra quieren, ¡y guerra les voy a dar! Entonces le dices a Mónico que si se ponen las cosas buenas que ya sabe en dónde nos encontramos, en donde ya tenemos conecte».
Mónico regresó de Veracruz en marzo, sólo para volver a irse porque, le dijo Beta, «la cosa está que arde».
El 23 de mayo de 1962 Mónico manda a su hijo Javier a avisarle a Rubén Jaramillo que está de nuevo a sus órdenes: «Entonces se viene (Javier), le avisa que ya estoy yo allí, y le platicó ahí detalles. (Rubén) Estaba cortando las tablas para un gallinero, en Tlaquiltenango, en la casa esa donde viven ahora los parientes, la que está por allá, por (el camino) que va para (el balneario) El Rollo. Entonces le dice Pifa: «Pero antes de que te vayas échate una memelita» Entonces le dice Rubén: «No, no, no. Que se vaya, porque no vaya a ser que su padre esté pensando, si se tarda, que le haya pasado algo». Sale mi`jo, se trajo una tortilla comiéndola en el camino, y al bajar saliendo de la callecita de la casa de Rubén a la calle principal, como a la media cuadra, comenzó a ver que pasaban camiones y camiones cargados de soldados. Vino a México, y cuando llega a México, teníamos prendido siempre un radio todo roto dado a la chingada, nada más que jalaba, cuando como a las cinco de la tarde que van dando la noticia de que se habían jalado a Rubén a tales horas, que se los habían llevado a Xochicalco y que estaban esperando noticias y que qué pasaba. Luego, 10 minutos después, dice: «Fue asesinado Rubén Jaramillo…» y que la chingada. Bueno, todo. ¡Hijo de la chingada! Bueno, ya se pone la cosa dura y bueno, comenzó otro párrafo”.
El partido que no fue
Mónico RodrÍguez falleció apenas el 4 de diciembre de 1998, a los 80 años. En una entrevista contaba así la idea de crear una nueva organización revolucionaria:
«Mira, los cinco meses que estuve yo aquí, antes de que lo mataran… que me dijeron que se preparaba la lucha contra la invasión a Cuba, entonces pues yo estaba herido por la cosa que me hicieron en la Dirección Nacional (del PC) de quitarme de los ferrocarrileros, y castigarme con no darme dinero y tener una bola de problemas…
-¡Te castigaron por haber levantado la lucha ferrocarrilera!
-SÍ. Bueno, no solamente eso, sino que tenía yo alborotados, sin que ellos se dieran cuenta… ¡Se dieron cuenta cuando ya la lucha ferrocarrilera estaba en marcha! Entonces me sacaron. Entonces mandaron a (Arnoldo Martínez) Verdugo, a Hugo Ponce de León -un buen camarada-, y a (Gerardo) Unzueta como comisarios, y me quitaron a mí. Nomás de allí se vino el fracaso. “¿Porqué? Porque quisieron presumir de que ellos tenían el movimiento. ¡Mentiras! Bueno, ese fue uno de los motivos. Entonces me aplicaron La ley del hielo, porque no pudieron (expulsarme), porque toda la base del partido, los mejores cuadros, me defendieron. No pudieron. Entonces por la cosa económica me dijeron: «Te damos permiso para que resuelvas el problema de tus niños». Tenía yo dos tuberculosas, y mi hijo Javier malito de su pierna. Y eran operaciones. Para lo de Javier se necesitaba mucha lana. Entonces dijeron: «Te damos permiso para que tú resuelvas el problema, nosotros no podemos, ¡no podemos!». “¿Tú crees que la dirección no podía, con buenos doctores, con conexiones en hospitales chingones? Bueno, fue una forma de joderme. Entonces eso me hizo a mí generar (la idea): «Este partido no sirve. En cambio, tengo una base. A partir de Rubén, “¿qué podemos hacer?». Entonces comenzamos a platicar, y cuando vine a los cinco meses, venían conmigo comisiones que la dirección del partido las ponía para ver qué hacía yo, ¡no nada más para que me acompañaran!
En ello traíamos comisiones de Cuba, comisiones de Perú, comisiones que venían acá (a Morelos). Llegó el momento en que tuve que quedarme, por petición de Rubén, aquí. Entonces fue como comenzamos a crear la idea de sustituir al Partido Comunista por un partido realmente proletario, con su línea proletaria, sin ligazones internacionales ni nada. Entonces se comenzó a fraguar ya toda una estructura, y la geografía, y el problema de las fábricas que estaban poniéndose aquí, el problema de un círculo central de estudios, y luego como producto de eso tenían que darse cuenta, porque iba a extenderse en todos los pueblos principales, Yautepec, Cuautla, Cuernavaca, Puente de Ixtla, Jojutla, en fin, agarramos los principales centros, a hacer centros de estudio, de capacitación política.
Y luego, a estar participando, practicando en las fábricas. Entonces de acuerdo con toda esa estructura pues discutíamos. Y luego estaban veinte candidatos de a caballo, que nos habían ofrecido ciertas gentes instruirlos, gente capaz para instruir en plan de caballería, ¿no? Toda esa estructura asÍ se vino a concretar por un crédito que saqué yo de no sé, 200 o 300 pesos de literatura, que yo consideré que deberían de utilizarse para las distintas comunidades, los grupos que se iban a crear. Luego, la lista de cuadros que podían venir a dar su cátedra, ¿no?, y así pasar un periodo, pero al mismo tiempo ir penetrando en las fábricas.
Luego Rubén, ya en el caso máximo de la persecución, íbamos a tener un lugar donde iba a estar la comisión política, es decir, cinco o siete compañeros metidos ahí, y desde ahí estar dirigiendo el trabajo que ya no se podía (hacer) legal, pero que ya teníamos otro aparato para ese trabajo legal en las fábricas, y nosotros allá organizando otro tipo de lucha, “¿no?, ya porque no nos dejan, porque ya teníamos esa experiencia.
Estábamos por vender la casa de Rubén, de Tlaquiltenango, pero Pifa se oponía. Porque Pifa tenía la esperanza de que la señora del presidente López Mateos le montaría un taller en Cuernavaca para mujeres campesinas, de costura. Entonces Pifa se oponía. Lo mismo se opuso a que fuera Rubén a Cuba. Fue invitado por la alta dirección de Cuba, por un año. Era para que se diera cuenta de cómo estaba allá la cosa. Entonces también fuimos a sacar el acta de nacimiento de Zacualpan. Pero a mí me falla la dirección del partido con resolverme el problema (económico) que me había prometido mientras yo me venía a trabajar acá para preparar la protesta ante la invasión a Cuba, y entonces llegó el momento en que a mí la familia me puso un ultimátum: «¡O nos sacan y nos dejas aquí en la calle, o qué chingados!» Entonces yo tuve que venirme. Entonces yo le planteé a Rubén: «Pues hay que vender la casa, para resolver yo mi problema y ya traerme a la familia para acá». Entonces Pifa se opuso. «No, que hay que seguirle mejor así, que más tiempo, y que va a ser más acá…» y que la chingada. Y como era atrasada políticamente, ella veía nada más sus interesitos, “¿no? Como no quiso vender la casa y Rubén titubeó ahí y dice: «Veremos, a ver qué…», “¿no?, entonces yo tuve que lanzarme allá. Inmediatamente conseguí chamba. Luego luego, a los ocho días me andaban buscando. Pedí adelantado para resolver el problema, y ya me desligué de ese proyecto. Pero así. Las cuestiones económicas, que… Estaba precioso el proyecto, pero ahí quedó, a medias.
Este artículo fue publicado en el suplemento Masiosare de La Jornada, 30 de mayo 1999. Se publica hoy en Desinformémonos con autorización del autor.