Fue un 28 de noviembre de 1911 cuando se acordó uno de los programas más revolucionarios y vanguardistas de la época. Se llamaría Plan de Ayala, y su precursor, Emiliano Zapata, quedaría inmortalizado en los libros de historia de México, por una proclamación política que cambió el régimen de hacendados que había establecido el conquistador español Hernán Cortés casi cuatro siglos antes. El antropólogo y escritor mexicano Francisco Pineda ha estudiado durante años el desarrollo de Ayala, así como de sus protagonistas, y una conclusión tiene clara: no hay que repetirlo sino estudiarlo para reflexionar y producir ideas. «¿Cómo lograron en un territorio tan amplio unificar todas las luchas locales?”.
Pineda empieza poniendo los puntos sobre las íes: el Plan de Ayala es un documento fundamental del Ejército Libertador de Zapata y un programa revolucionario para los campesinos. Y aguarda algo que para el antropólogo es esencial: el sujeto de acción es el pueblo y no el Estado. “En el artículo 6 del Plan se plantea que sean los pueblos despojados los que tomen posesión de las tierras usurpadas y las defiendan con las armas”.
“Zapata lo explica muchas veces en cartas y debates. Él decía en una carta, ‘¿Cómo se hizo la conquista? Los españoles se apropiaron de las tierras por las armas. ¿Cómo se ha transferido después ese despojo? Por las armas. Así que por medio de las armas vuelvan a sus legítimos dueños”.
El antropólogo, profesor en la Escuela Nacional de Antropología y que colaboró en 2013 en la publicación del libro coral “A cien años del Plan de Ayala”, con el texto titulado “El Plan de Ayala y los saberes de los campesinos revolucionarios”, narra que a principios del siglo XX el tema agrario no había cambiado sustancialmente desde la llegada de los españoles y la conformación de los terratenientes. La independencia mexicana en 1821 no cambió la distribución de la propiedad de la tierra y el sistema seguía siendo colonialista. Es durante el levantamiento en 1911, cuando la revolución se concreta de verdad con una vía para resolver el conflicto agrario.
“Al principio, el hacendado tenía una gran propiedad territorial y no la ocupaba toda. Una parte de la tierra se la rentaba a los campesinos locales que sembraban maíz y otros alimentos. Era una relación de arrendamiento. Cuando se plantea la gran industria para el azúcar, sobretodo en Morelos, la maquinaria instalada necesitaba más azúcar y los hacendados les quitaron sus pocas tierras y empezaron a cambiar el paisaje con grandes obras de riego”.
Pineda comenta que en la segunda mitad del siglo XIX, con la introducción del ferrocarril, se acciona la maquinaria. “La producción pegó un salto enorme, era de alto rendimiento”. Y en el cambio tecnológico llegó el social, con dos nuevas clases: el terrateniente local y el burgués de la fábrica.
Es por ello que hay otro punto en el Plan de Ayala que define al “contrarrevolucionario”, y promulga la nacionalización de sus bienes. En Morelos, en la zona azucarera, durante la revolución se nacionalizaron unas 34 fábricas, donde los campesinos y los obreros llevaban enteramente la producción sin patrones. Sí, todo eso antes de la Revolución Bolchevique de 1917 y de las colectivizaciones de anarquistas españoles en 1936. En México, el concepto de nacionalización ya estaba en marcha y además, al mismo tiempo, se combatía el despojo de siglos que había afectado al campo mexicano.
“Hay una narración de un zapatista, Serafín Robles, quien era secretario personal de Zapata, que relata como el ambiente en los ingenios se transformaba. La gente trabajadora se prendió. Los obreros llevaban la producción y con los campesinos se organizaban para producir la caña. Eso dio lugar a una experiencia inédita: la fábrica nacional de la revolución campesina”. En 1915, dice Pineda, los zapatistas controlaban un territorio que abarcaba desde la costa Pacífica hasta el Distrito Federal.
Pese a que durante los nueve años que duró la revolución zapatista hubo oscilaciones y dinamismo, el Plan de Ayala articuló uniones con sectores sociales y proletarios de todo tipo, que denotan el talante de Zapata y sus Generales. “En 1915, el zapatismo es cuando tiene mayor expansión. Controla la zona minera en el sur de la República y allí establece alianza con los mineros que sacan plata. Empiezan a producir monedas en las fábricas nacionales, como en Atlihuayán, Morelos, y comienzan a acuñar monedas, donde se podía leer el lema del Plan de Ayala: Reforma, Libertad, Justicia y Ley. En la misma ex hacienda de Atlihuayán, los zapatistas establecen una escuela militar del Ejército Libertador, con clases de trigonometría, español, sobre armas…”.
Para el académico, una experiencia de este tipo no pudo darse en la Comuna de París, movimiento insurreccional que gobernó la capital francesa del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871 y que fue referente político mundial de autogestión y democracia participativa. Los zapatistas lograron alianzas con los mineros, campesinos, maestros de escuela, médicos, tejedoras, telegrafistas, ferrocarrileros y demás sectores sociales de la época. Y no es que Zapata y sus compañeros no conocieran la experiencia francesa. Pineda habla del personaje zapatista Otilio Montaño, quien era muy dado a leer sobre la revolución francesa y sus procesos revolucionarios.
“La experiencia mexicana venía del siglo XIX que fue el siglo de las guerras en México. Son muchas. Contra españoles, franceses, estadounidenses, internas… El Plan de Ayala recoge la experiencia de los propios pueblos de Morelos y de la independencia. Los primeros guerrilleros de la revolución empezaron con latas de salmón, donde introducían la pólvora y metralla y una mecha. Lo copiaron de José María Morelos Pavón. ‘Nosotros aprendimos de Morelos y así es como nos organizamos’”. Pineda narra cómo entre uno de los acólitos de Zapata, estaba Gabriel Tepepa, un abuelo que había luchado contra los franceses y que se levantó en armas incluso antes que el mismísimo Zapata.
No obstante, la experiencia política y de lucha que albergaban los zapatistas no solo bebía de una experiencia mexicana sino también internacional. “Era muy significativo el hecho de que mientras Pancho Villa, Madero o Carranza, tenían su agregado en Washington, Zapata envió el suyo a La Habana. Entre la red de compañeros magonistas, habían un cubano, Prudencio Casals, que se enroló en las filas zapatistas. Llegó a ser comandante de la brigada Roja en la división de Zapata”, haciendo alusión a la revolución rusa de 1905.
Otro personaje que Pineda señala es Antonio Díaz Soto y Gama, quien fuera posteriormente diputado federal y opositor a Plutarco Elías Calles, y que durante los años revolucionarios leía en varios idiomas textos anarquistas y de autores como Kropotkin y Bakunin. Es decir, entre las filas zapatistas había un flujo de gente informada de experiencias revolucionarias y La Habana era uno de los epicentros para conseguir información y armas. Esa red internacional que se confeccionó durante el zapatismo, se hizo sobre la base de adeptos al anarquista mexicano Ricardo Flores Magón, que ya tenía tejida una malla de cómplices y colaboradores desde Italia hasta California, a través del periódico Regeneración.
El final de la revolución llega con el asesinato de Zapata el 10 de abril de 1919 y con ello los asesinatos y matanzas contra la población. “Fue un proceso de declive, con enfermedades como la malaria, la Primera Guerra Mundial, las masacres, el hambre; la fuerza de trabajo se convierte en militar y escaseaba el maíz, el frijol, la leche… Junto con las derrotas militares crearon un punto donde el agotamiento llegó a su límite y era muy difícil continuar. El Plan de Ayala no se nombra como antes”, sentencia el estudioso, quien apunta a que uno de los objetivos de la proclamación zapatista era precisamente que los bienes de la Revolución fueran para las viudas y huérfanos, para los sin tierra.
¿Qué significación tiene actualmente el Plan de Ayala? Es la bandera de lucha de la revolución campesina y esa revolución acabó por siempre con el régimen colonial que instauraron los conquistadores. A partir de su proclamación, nunca más se volvió a hacendar bajo la propiedad colonial de las haciendas. “Cuando terminó todo, se hizo una alianza con los jefes zapatistas que quedaron y se mantuvo el reparto agrario. Hubo una atención especial con el presidente Lázaro Cárdenas, donde se hizo una reforma agraria en todo el país y después de él vino la contrarreforma, que dio instrumentos legales a los terratenientes para que se defendieran”.
Pineda acaba reflexionando sobre la importancia hoy día del Plan y de su influencia sobre los movimientos sociales. “La revolución campesina encierra grande enseñanzas para las luchas actuales y como símbolo. Hay que realizar trabajo teórico para saber cómo se constituyó esa fuerza revolucionaria y cómo lograron unificar las luchas locales y producir ese movimiento en tan amplio territorio. ¿Cómo lo hicieron? La cuestión no es repetirlo sino reflexionar, aumentar la capacidad reflexiva ante los problemas actuales. Aprender de un contexto histórico distinto al actual, ya que era una situación revolucionaria, y aprender. Aprender para activar, para producir ideas”.
[…] Con información de Desinformemonos […]
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