El machismo en la masculinidad afrodescendiente: un producto occidental

Jackson Jean

¿Qué reflexiones quedaron luego de la cachetada de Will Smith a Chris Rock en la entrega de los premios Óscar? Dos hombres negros, del norte global, en una de las galas que más repercusión mundial tiene. Mucho y variado se dijo al respecto. En esta nota, el autor piensa, desde su negritud, el impacto de la colonialidad masculina blanca y occidental sobre los cuerpos esclavizados y racializados. La dominación masculina: ¿es para todos los hombres una condición posible y de privilegio? 

El machismo, la homofobia y otros complejos violentos expresados por los hombres, tal como lo expresó Bourdieu, se percibían en la sociedad como natural e inmutable. En los años 90, se empezó a problematizar y estudiar al género masculino, entendiendo que los hombres también son víctimas de un pensamiento dicotómico masculino versus femenino, que constantemente los asigna a una definición estandarizada de masculinidad y virilidad. Pero, ¿de qué hombre hablamos? ¿Son todos los hombres los que han podido dominar en la sociedad? ¿Y qué tal los hombres negros? Suponer que la masculinidad negra tiene el mismo proceso histórico y finalidad que los hombres blancos implica negar la historia precolonial y la construcción social y sexual de los africanos y afrolatinoamericanos durante la esclavitud. Son muy pocos los científicos sociales y de las humanidades que abordan específicamente la masculinidad negra, y eso es parte de las manifestaciones típicas del racismo en la ciencia, producto de su eurocentrismo, desde sus inicios. 

Antes del imperialismo europeo en el continente africano, el binarismo socio-sexual y genérico “mujer” y “hombre” no existían en el pensamiento de sus pueblos. Es importante subrayar que los afrodescendientes cuentan con una masculinidad construida por la occidental. Además, el matrimonio de los pueblos originarios africanos era entendido como una unión de clanes diferentes o linajes del mismo clan, más allá de una unión individual entre dos personas. Existían los casamientos sociales, donde una mujer rica podía casarse con otra mujer de clase humilde y podían adoptar; también “ciertos hombres eran tratados como mujeres y podían incluso casarse con otros varones”, relató el antropólogo Driberg en 1923.

Por otro lado, el sexo y el género no tenían que ver con la anatomía, sino con la espiritualidad. En varios lugares de África, las “brujas” y los “guardianes” eran personas homosexuales, muy importantes en sus comunidades. En los pueblos de dagaaba, se creía que las personas con estas orientaciones sexuales podrían comunicarse con los espíritus “Kontombile”. También se pueden descubrir mitos y fiestas en varias tribus que honran la transexualidad, como el caso de la tribu lango en Uganda, quienes creían que el dios Jok era hombre y se había transformado en mujer. En la tribu de los buganda, creían que Musaka era una mujer que se había transformado en hombre.

Más cerca de nuestro siglo, las historiografías muestran que, durante la rebelión contra la colonización en Santo Domingo (actual Haití), algunas personas esclavizadas de África y afrodescendientes rompieron los patrones sexuales y genéricos asignados por los esclavistas y colonos. Es el caso del líder de los insurgentes, Romaine Rivière, más conocido como “el profeta”, que se creía que fue poseído por una deidad femenina; siempre vestía ropas femeninas y se consideró a sí misma como mujer en el campo de batalla en 1791. Por su parte, Marie-Jeanne Lamartiniere se vestía de hombre durante la batalla de la Crête-à-Pierrot en 1802. Hasta hoy en día, el transgénero, la transexualidad y la homosexualidad de un persona está intrínsecamente vinculado a los espíritus/orishas de la religión vudú según los mitos populares haitianos.

—¿A través de qué procesos los colonizadores reconfiguran la masculinidad negra ?

—Los amos forzaron a los esclavizados a negar sus culturas y prácticas sexuales, “los negros son, de hecho, entregados enteramente a sus amos sin verdaderos medios de defensa”, expresó el escritor Víctor Schoelcher. El uso de la religión cristiana de base machista y sexista de la metrópoli, durante más de tres siglos, fue suficiente para cambiar las estructuras sociales y los comportamientos en las personas esclavizadas. 

Si bien Frank Tannenbaum estaba convencido de que “el elemento de la personalidad humana no se perdió en el paso a la esclavitud desde África a los territorios españoles o portugueses”, lo que es cierto en parte, basta mirar cómo la hermandad y solidaridad está presente en las comunidades afrodescendientes hoy en día. “Los negros se llaman hermanos y hermanas”, algo ya observado durante la época de la esclavitud por Moreau de Saint-Méry y Jean-Baptiste Du Tertre, quien afirmaba que “el amor que se tienen es muy tierno y los de una misma tierra tienen lazos tan estrechos y especiales para ayudarse unos a otros en todas sus enfermedades, interesarse por el trato que reciben y no pueden ver a sus compañeros maltratados, sin simpatizar con sus dolores”.

Muchos estudios historiográficos y antropológicos demostraron, sin embargo, que la esclavitud, a lo largo del tiempo, ha cambiado severamente las estructuras sociales originarias. Otras investigaciones científicas han confirmado repercusiones biológicas en los varones afrodescendientes; es el caso del estudio Inheriting Racist Disparities in Health: Epigenetics and the transgenerational Effect of White Racism, que comprobó que se puede -genéticamente- heredar los efectos de la esclavitud. No quedan dudas de que la mayoría de los elementos culturales y sociales se han perdido durante estos procesos históricos, incluida la masculinidad negra originaria.

—¿Cuáles son las herencias coloniales en las estructuras sociales y los varones afrodescendientes en la actualidad?

—Las autoridades de la metrópoli española, para 1530, afirmaron que muchos españoles de las colonias eran hombres alborotadores, de mala vida, ladrones, jugadores, viciosos y mala gente, entre otras cuestiones. En las colonias francesas, pasó igual, el mismo general francés, Reynaud, en 1796, dijo que, en Santo Domingo, el ejército estaba compuesto por “soldados de todas clases, vagabundos, desertores, contrabandistas […] y hasta algunos ladrones y otros que merecían la cuerda”.

En el caso de Haití, por ejemplo, el país con mayor afrodescendientes (95%) de toda América, no solo se ha heredado la “machocracia”, sino también “la corrupción es parte de la herencia colonial que los blancos de Santo Domingo legaron a sus esclavos que, aunque habían llegado a ser libres, continuaron llevando a cabo las prácticas de sus antiguos maestros haciéndolos derivar, es decir, integrándose en su propia visión del mundo”, tal como lo confirma el investigador e historiador haitiano, Leslie Péan. 

Los hombres negros -en palabras de Ashis Nandy- perdieron sus “yo” durante la esclavitud, mientras sus amos gozaban de privilegio social, económico, político y jurídico. “La mirada [que] el colonizado lanza sobre la ciudad del colono es una mirada de lujuria y deseo. Sueños de todos los modos de posesión: sentarse a la mesa del colono, acostarse en la cama del colono y, si es posible, con su mujer. El colonizado es un envidioso”, dirá Frantz Fanon, -desde la época colonial hasta el presente- el hombre negro adopta como suya una masculinidad si bien propia, pero occidentalizada, que lleva tanto los complejos occidentales como el machismo, el sexismo, la gordofobia, la homofobia, así como los traumatismos coloniales como el colorismo, el blanqueamiento de sus pieles.

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(Imagen: A/D)

En conclusión, los complejos machistas del hombre negro son un producto occidental fabricado en la industria de la esclavitud durante varios siglos y que siguen perpetuando a causa de la falta de políticas públicas de los Estados occidentales, latinoamericanos y africanos en estas materias. Por consecuencia, el hombre africano (o de origen) carece de una conciencia decolonial. Se siente más un “hombre de verdad”, un “hombre bello” o un “hombre importante” cuando más actúa y se parece a la figura del excolonizador. Ignora su cultura e historia precolonial y la de sus pueblos originarios, milita en contra de las orientaciones sentimentales -como el poliamor o la poliandria- o sexuales. Estos complejos presentes en la masculinidad negra son peligrosos tanto para el hombre negro como para la mujer negra y su comunidad, tal como advirtió la escritora y activista feminista negra, Bell Hooks.

Imagen de portada: El Grito del Sur

Publicado originalmente en La Tinta

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