Foto: Chiapas Paralelo
El 2 de febrero del 2021 cientos de estudiantes de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) realizaron una marcha e iniciaron un paro de labores después de que el cuerpo de su compañera Mariana Sánchez Dávalos, quien realizaba su servicio social en la comunidad Nueva Palestina, de Ocosingo, fuera encontrado en ese lugar. La joven había hecho denuncias de acoso sexual, pero no fueron atendidas.
Una de sus demandas principales era que se realizara un protocolo efectivo, avalado por el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), para la atención de la violencia de género en la universidad.
No era la primera vez que demandaban un instrumento de este tipo. El primer protocolo que se hizo en la universidad fue producto también de la movilización de las estudiantes, pero este se hizo al vapor y tuvo muchas deficiencias en su implementación además de que consideraba la mediación entre las personas agraviadas y quien estaba siendo denunciado.
¿Por qué tanta preocupación por un Protocolo de actuación ante situaciones de violencia, violencia de género, hostigamiento sexual y discriminación?
Este documento marca las pautas que deben de seguir tanto la institución como autoridad y toda la comunidad universitaria para presentar una denuncia por violencia, violencia de género, hostigamiento sexual y discriminación, así como para atender esa queja.
La Defensoría de los Derechos Universitarios de la Unach tiene alrededor de 260 denuncias formalmente interpuestas por algún tipo de estos hechos, algunos de estos casos están ante la Fiscalía General del Estado por su gravedad. Ninguna universidad se puede sentir orgullosa de esta cifra, pero también hay que decir que hay instituciones de nivel superior que ni siquiera tienen un número que reportar porque no tienen una instancia en dónde denunciar y ni hablar de documentar esas denuncias o darle seguimiento o tener un protocolo de actuación (aunque sea igual de “chafa” como lo tenía la Unach).
Cinco meses después, la semana pasada, se hizo entrega del nuevo protocolo al Inmujeres, y el documento fue publicado en la Gaceta de la Unach el pasado 25 de junio.
Hacer realidad este protocolo le costó a la universidad, sobre toda a las integrantes de la Red de Colectivas Feministas Universitarias de Chiapas (Recofuch), un paro de labores de casi dos meses y un plantón de un mes, y casi tres meses de mesas de trabajo con sesiones maratónicas para que el documento quedara listo.
Las negociaciones pasaron de ser de un ambiente muy tenso hasta lograr el entendimiento, y esperamos que así siga. A las autoridades de rectoría de la Unach les costó entender que lo que demandaban las estudiantes era algo justo, que no eran “una bola de chamacas berrinchudas”, sino todo lo contrario, son mujeres jóvenes que no están dispuestas a tolerar ninguna clase de abuso. Es una nueva generación que quien no la atienda debería de jubilarse de la educación.
Las integrantes de Recofuch pasaron meses arrastrando el lápiz, leyendo sobre protocolos y lineamientos de actuación para estos casos, consultando expertas en el tema, peleando cada punto y coma que iba a ir en el documento, que todavía es perfectible y que posiblemente al implementarlo se vean otras deficiencias, que exija de nueva cuenta una revisión.
A algunas de las estudiantes que participaron en el movimiento y las mesas de trabajo les falta poco para egresar, pero el legado que dejan a la universidad es enorme. A las que se van y a las que se quedan debe de ir todo el reconocimiento, a esas estudiantes que renunciaron a su nombre por temor a represalias y decidieron nombrarse como otras feministas: Hermelinda Galindo, Malala, Fidelia Brindis, Elena Poniatowska, Leonora Vicario.
Y las otras tantas mujeres jóvenes que sostuvieron el movimiento y que me encantaría nombrar, pero ni siquiera yo que seguí toda la movilización, termino de ubicarlas porque son muchas. La lucha empezó con cuatro colectivas y terminó con once y se siguen formando en cada Facultad.
El movimiento estudiantil también sumó a hombres aliados que trabajan en su deconstrucción y ahí la llevan, tropezando y levantándose. Ojalá y haya más hombres que trabajen con nuevas masculinidades que quieran entrarle a dialogar con este grupo, acompañarlos en su proceso. En lo personal me declaro incompetente.
El movimiento universitario también logró la integración de las comisiones de género, que tienen mucho trabajo por hacer en cada Facultad porque el protocolo apenas es el inicio de la gran transformación que las estudiantes desean hacer.
Entre lo que falta está: atender todas las quejas pendientes; cambiar el reglamento del servicio social; que las comisiones de género tengan planes de trabajo producto de la evaluación de cada contexto, sean consensados y operativamente viables; capacitar al personal docente y administrativo de la universidad en materia de género y Derechos Humanos; y la implementación del protocolo de manera efectiva.
El trabajo continúa, pero el primer paso está dado, las colectivas universitarias siguen organizadas y están cada vez más fortalecidas, lo que me da mucho gusto porque estoy segura que la transformación se logrará sólo con su participación activa y su mirada crítica.
Lo que está sucediendo en la Unach debe de servir de ejemplo para todas las instituciones educativas de Chiapas, no esperen a que les reviente la realidad en la cara. Las aulas (virtuales y presenciales) deben ser espacios libres de violencia, donde todas las personas puedan desarrollarse en toda su potencialidad porque sólo cuando lo logremos el lema de la universidad “por la consciencia de la necesidad de servir” no sonará hueco.
Queridas estudiantas, siéntanse profundamente orgullosas de lo que lograron, honran la memoria de las que ya no están y marca el camino para las que vienen.
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