El infierno al sur del mundo

Mario Ramos

No son solo las llamas, que hora a hora se tragan las estadísticas y todo lo que se encuentra a su paso. Es el ninguneo, es seguir talando el bosque nativo para plantar combustible, y seguir arrestando al mapuche que hace cuatro décadas dice que esto iba a venir… no porque consulte oráculos, sino porque observa la naturaleza y sabe leerla.

Cualquier mapuche, mestizo, o chilena del sur, conoce de las quemas, asesinatos y despojos, que vienen sucediendo de mucho antes del siglo pasado, y saben que el principal responsable ha sido y es el Estado patriarcal y colonial, al que también le llaman, la patria. Así, “en el periodo de 1901-1906, se otorgaron 46 grandes concesiones con un total de 4.700.000 hectáreas: Concesión Rupanco, hecha a la Sociedad Ñuble-Rupanco, en Osorno; Concesión el Budi, en Cautín; Concesión General Körner, más tarde Concesión Woodhouse; Concesión Nueva Italia en Malleco”.

En esa época un grupo de caciques le envió al presidente de la República, un poco difundido Manifiesto de Llanquihue: «”No hay en la actualidad en la provincia de Llanquihue y difícilmente hay en la de Valdivia, una sola familia indígena que no haya sido despojada de sus tierras (…) En la reducción de Remehue y varias otras, para adueñarse de nuestros terrenos incendiaban casas, ranchos, sementeras; sacaban de sus viviendas a los moradores, los arrojaban a los montes y enseguida les prendían fuego, hasta que muchos perecían, o quemados vivos o muertos de frío o de hambre. Jamás en país alguno podrá imaginarse que esto se ha hecho un sinnúmero de veces, vanagloriándose un individuo en la actualidad de haber incendiado siete veces el rancho de una pobre familia” (Rolf Foerster y Sonia Montesino, Organizaciones, líderes y contiendas de mapuches (1900-1970).

Durante la dictadura cívico militar 70.277 familias mapuches y campesinas, incluyendo 25.000 asentadas en tierras devueltas a los terratenientes, sufrieron nuevos despojos. A la CONAF, dirigida por Julio Ponce Lerou (yerno de Pinochet), le entregaron 352 mil hectáreas, que posteriormente beneficiaron a las grandes forestales de las familias más ricas de Chile. Al Ministerio de Defensa fueron destinadas 525 mil hectáreas y a carabineros 4 mil 700. Personas jurídicas privadas y sociedades agrícolas, recibieron de parte de los militares 71 mil hectáreas.

Ponce Lerou ya había trabajado en la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC) de la familia Matte, vinculando el negocio con las forestales desde su puesto privilegiado en la dictadura. Las forestales fueron beneficiados no solo por tierras de la contrarreforma agraria de la dictadura, sino que por el decreto 701 de 1974, que bonificaba los monocultivos de pino y eucalipto, con 75% de los costos de producción – beneficio renovado en 1998 por Eduardo Frei Ruiz-Tagle (el mismo que regresó a Pinochet a Chile). Luego, los gobiernos de la concertación y la otra derecha, en estos 30 años terminaron de enriquecer a las familias Matte y Angelini, promoviendo el monocultivo, las mega plantaciones de miles de hectáreas de pino y eucaliptos, destruyendo el bosque nativo, invadiendo las tierras del Wallmapu. Los Matte tienen 750.000 hectáreas de terreno forestal, Angelini, 1.200.000, siendo los dos, financistas ilegales de los políticos junto con Julio Ponce Lerou, repartiendo más de 2250 millones entre el PPD, RN, PRI y DC.

Esta acumulación por desposesión, ha sembrado la miseria por un largo territorio que ahora se ahoga, mientras se hace humo el progreso y el tan desarrollo publicitado en estas tres décadas se transformó en miseria.

Pero apagar estos mega incendios con canastos con agua, mientras en los hangares descansan inútilmente los más de 20 cazas F 16 con un valor cada uno de 60 millones de dólares, está mostrando y transparentando que la patria es de un puñado de empresarios, un pequeño feudo con inquilinos encantados con el canto de sirenas de esta democracia, y el esfuerzo personal de cada día… pero la sequía que han dejado está extinguiendo a las sirenas… ahora solo se escuchan estas otras de bomberos agotados, que arriesgan la vida para que frenar la cosecha de muerte que arde al interior de un país despojado.

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