“El corazón de un intento
Yo quisiera regalar
Al mundo en este lugar
Lo digo con sentimiento.
También de agradecimiento”
“A todos los aquí presentes
También a los ausentes
Porque este fandango se hizo
Este fandango fronterizo
Para hoy y para siempre”.
-Jorge Castillo, décima de inicio del V Fandango Fronterizo.-
Baja California, México. Subvertir la frontera a través de la música. Esto es lo que sucede cada año cuando los fandangueros de ambos lados de la frontera, bajo la atenta mirada de la migra (la policía migratoria), reinventan una tradición que data de le época colonial, desafiando los obstáculos físicos y políticos que este espacio impone.
Este suceso, llamado Fandango Fronterizo, tuvo lugar el 14 de julio de este año en el parque de la amistad, un espacio público a la orilla del mar, en el límite fronterizo entre Tijuana y San Diego. Éste es uno de los eventos más esperados por la comunidad jaranera en ambos lados de la frontera, y durante este, su quinto año, recibió a más de 70 personas: músicos, bailadoras y versadores de diferentes partes de México y de los Estados Unidos.
Desde hace más de 30 años, el movimiento jaranero emergió en el panorama nacional mexicano como un movimiento cultural; su objetivo central es mantener con vida la tradición del fandango y, a través de éste, promover la música, la danza y la poesía de la versada veracruzana, que en conjunto forman los elementos centrales de lo que hoy se conoce como “son jarocho”. El movimiento jaranero comenzó a gestarse en las comunidades rurales del sur de Veracruz y emigró con algunos de sus principales exponentes a la Ciudad de México durante los años ochenta y noventa. Con el tiempo se expandió por todo el territorio nacional y más allá de sus fronteras, y actualmente hay jaraneros que le dan vida en todo el mundo.
Jaraneros Fronterizos.
La frontera no ha sido inmune a la magia que envuelve la tradición del fandango. Es tal la importancia del son jarocho en esta área que actualmente existe en la página de facebook un grupo denominado “Jaraneros Fronterizos”, que agrupa a personas de ambos lados de la frontera -desde Seattle hasta Veracruz- que comparten el gusto por el son jarocho y que, en la mayoría de los casos, practican alguna de las actividades centrales que le dan vida a esta tradición.
Para Cecilia del Mar, estudiante de posgrado de la Universidad Veracruzana que ha tomado como eje de su investigación este tema, los jaraneros en la frontera forman “una comunidad transfronteriza, un grupo de individuos que se identifican con el son jarocho y que están en constante intercambio a través de la música, los talleres y los fandangos, lo cual responde a la contigüidad de los países”.
De lado de México, el movimiento jaranero tiene más de 10 años. En Tijuana ha sido promovido por un grupo pequeño pero creciente, que ha hecho de esta tradición una parte importante de su vida; se han dado a la tarea de dar vida a la tradición del fandango y del son jarocho en la región fronteriza a través de la organización de fandangos, pláticas y talleres, que en conjunto forman un nodo en la extensa red del movimiento jaranero.
En Tijuana se han organizado algunos grupos de son jarocho que comparten su música en diversos foros de la ciudad, algunos de estos grupos son Ecos de Cedro y el recién formado Cantuyo. Existen diversos promotores culturales independientes, como Jorge Castillo, uno de los organizadores del Fandango Fronterizo, pero también hay otros que han encontrado en el son jarocho una forma de vida, en particular los músicos urbanos que día con día tocan en el transporte público de Tijuana. Sin embargo, la tradición del son jarocho en la frontera no es exclusiva de Tijuana. En ciudades como Mexicali, Hermosillo o Ciudad Juárez también hay agentes activos de esta tradición.
Más allá de las fronteras de México, y en particular en el vecino estado California, el son jarocho ha encontrado personas que lo han adoptado como una expresión propia. En lugares tan distantes como Seattle, Chicago y, por supuesto, en los Ángeles, han surgido grupos de personas que han aprendido a tocar la jarana, a zapatear sobre la tarima y a versar, apropiándose de esta tradición y dándole vida a la fiesta del fandango. Muchos de ellos son migrantes mexicanos que han encontrado en el fandango una forma de convivencia colectiva que da forma a grupos comunitarios, que en cada caso desarrollan diferentes actividades pero que han encontrado en el son jarocho una bandera común.
En la pequeña ciudad de Santa Anna, al sur de los Ángeles, los miembros de Son del Centro han logrado construir un estilo propio dentro de la tradición; además, cabe destacar la importante labor que los jóvenes de este grupo realizan con su comunidad, abriendo a través del son jarocho un espacio para la convivencia, para la recuperación de las tradiciones y para la construcción de una nueva identidad latina en los Estados Unidos, que rebasa los límites impuestos por el mercado y por los estándares oficiales. También se debe resaltar el importante trabajo de promotores culturales del son jarocho como César Castro, quien imparte talleres, fabrica instrumentos y tiene un programa de radio en línea, donde de manera constante habla de diferentes temas vinculados al son jarocho y a la música tradicional.
El Fandango Fronterizo
Fandango es el nombre que recibe la fiesta tradicional que le da vida al son jarocho. Esta tradición se practica en diversas comunidades rurales en el sur de Veracruz y tiene su origen en la época colonial, cuando se fusionaron diversos elementos culturales de los colonizadores europeos, de los pueblos nativos de América y de los esclavos africanos que vinieron con la colonización.
El fandango es básicamente una fiesta donde los músicos se reúnen en torno a una caja de madera que recibe el nombre de tarima, donde los bailadores zapatean. La danza puede ser en grupo o en pareja, dependiendo de cada son, sin embargo, en un fandango hay reglas precisas sobre el zapateado, la versada y el ritmo; esto distingue a la tradición del fandango de las representaciones escénicas que tienen su propia dinámica.
El son jarocho se toca con instrumentos tradicionales, básicamente con jaranas y un requinto. Las jaranas son unos pequeños instrumentos de cuerda que llevan parte del ritmo; el requinto lleva la melodía y marca el tiempo de cada son. En algunas regiones también se han integrado otros instrumentos como el arpa, la leona (el bajo), quijada de burro, pandero, güiro, entre otros. En cada son, es decir, en cada canción, se repiten versos ya conocidos y difundidos de manera popular sobre la base rítmica de los instrumentos, a la vez queda abierta la posibilidad para la improvisación de nuevos versos sobre la temática central de cada son.
El Fandango Fronterizo es un evento cultural, musical, popular y autogestivo que se realiza desde hace cinco años en los límites de la frontera entre México y los Estados Unidos, entre las ciudades fronterizas de Tijuana y San Diego, y lo organizan miembros la comunidad jaranera. El único requisito es tener un gusto por la música tradicional del son jarocho y un interés por difundir y dar a conocer este género musical en la región fronteriza.
Para muchos que no conocen la frontera es difícil imaginar esta situación, pero lo que ocurre es que este Fandango Fronterizo se organiza sobre la base del muro que divide a México de los Estados Unidos. Es decir, un fandango con dos tarimas dividas por una reja de cuatro metros de alto en medio, la misma reja que divide los dos países y que, del lado de los Estados Unidos, se encuentra en constante vigilancia por parte de los agentes de la Broder Patrol, la policía de seguridad fronteriza.
El primer Fandango Fronterizo se hizo en el año de 2008. Gabriel Romero, uno de los organizadores recuerda que “se organizó totalmente en San Diego. Originalmente fue un buen pretexto para tocar en la malla y juntarnos, pero sólo quedó en eso: en un único fandango, y no fue anunciado como Primer Fandango Fronterizo”. Para Romero, el primer fandango sólo fue un pretexto para juntarse a tocar; también considera que muchos de los jaraneros de Tijuana no pueden cruzar a San Diego, y esta fue una forma para que todos pudieran tocar juntos, de ambos lados de la frontera. Posiblemente nunca imaginaron las consecuencias de ese evento.
En cierta manera, el Fandango Fronterizo fue una manera de convertir la frontera, eso que nos separa, en algo que nos pudiera unir. La frontera es y ha sido desde siempre una cosa que está ahí, separándonos de amigos, de familiares; separando inclusive la vida de aquellas personas que trabajan de un lado y viven del otro.
La frontera, cuyo monumento central es el muro que separa las dos ciudades, es el factor que nos divide pero, a la vez, el elemento que nos distingue y nos identifica como fronterizos. Era lógico que se hiciera un fandango en la frontera. Con el tiempo, más voces y más jaranas se han unido a este reclamo de unidad: a esta declaración política, social y cultural del Fandango contra las fronteras.
El Fandango Fronterizo ha sido una manera de subvertir la frontera, de convertirla en un elemento de unificación, de negar el muro y hacer una fiesta ahí donde se levanta la estructura metálica, geopolítica y simbólica que divide nuestras vidas. Por lo tanto, el fandango es, ha sido y será una crítica directa a aquello que nos divide y que a través de una fiesta nos unifica, a pesar y a través del muro.
Todas las fronteras tienen dos lados y nunca es lo mismo estar de un lado que del otro. El pasado sábado 14 de julio llegaron dos grupos de jaraneros desde los dos polos del fandango, y en cada caso fue diferente. Los jaraneros del lado de Tijuana llegaron a las 10 de la mañana con la tarima, sus instrumentos, agua y una pancarta grande que decía “V Fandango Fronterizo”. Para las 11 de la mañana ya había alrededor de 50 personas armadas de cámaras de video y fotográficas, y esperando a que comenzara el evento.
Del lado de San Diego los jaraneros, como todos los años, tuvieron que negociar con las instancias oficiales que administran el espacio del parque de la frontera. Estas instancias oficiales, tanto del municipio de San Diego como del gobierno federal, nunca han negado el acceso al parque pero cada año ponen trabas para la realización del evento; este año no fue la excepción.
Estos jaraneros tuvieron que dejar sus carros a más de una milla de distancia del muro fronterizo y tuvieron que caminar aproximadamente una hora por la playa, sobre la arena, cargando sus instrumentos, la tarima y agua para sobrevivir, todo porque la Patrulla Fronteriza había quebrado un tubo de agua y a los carros no se les permitió pasar más allá.
El muro tiene dos rejas separadas por una distancia de aproximadamente 10 metros. En el momento que los jaraneros llegaron a la primera reja, ya los esperaban los agentes de la Border Patrol en el primer muro. Para que los jaraneros pudieran acercarse al segundo muro del lado de México, tenían que presentar una identificación, y su permanencia dentro del Friendship Park -el espacio que se ubica entre los dos muros- se limitaba a 30 minutos por persona. El tiempo del fandango también se limitaba; en este caso, el fandango inició a las 11:30 aproximadamente con un estruendoso “siquisirí” y terminó alrededor de las tres de la tarde.
Para Cecilia del Mar “el Fandango Fronterizo es más que un fandango, sobrepasa el objetivo por el que muchos vamos; no sólo es el ambiente festivo de compartir, de tocar, de cantar, de amanecer, de estar en la fiesta. Cumple con eso pero es más. Se experimentan sentimientos encontrados: desde la alegría de ver a los amigos hasta la tristeza de no poderlos tocar, combinados con el coraje de tener ahí a la migra, vigilando y esperando a que puedan molestarnos o decir algo”.
Del lado de Tijuana el fandango me recuerda a las visitas carcelarias, donde sólo puedes ver a las personas presas a través de una reja o un cristal: quisieras abrazarlas y llevártelas, pero no puedes. Sólo te queda la emoción del instante, y finalmente el policía de la prisión te dice que el tiempo se ha terminado. Fue demasiado intenso, demasiado rápido, pero ahora tienes que retirarte y esperar hasta la próxima visita. En el Fandango Fronterizo el policía -igual que en la visita carcelaria- se limita a estar vigilando, en este caso, vigilando una fiesta.
Posteriormente al fandango en la frontera, los jaraneros del lado de San Diego cruzaron a Tijuana, donde se tenía organizado otro fandango para el cierre. Éste se prolongó hasta las 6 de la mañana. Este segundo fandango se realizó del lado de México, con la ausencia de la malla pero con el calor de los abrazos y los apapachos.
Publicado el 30 de julio 2012