El coronavirus visto desde dentro

Ugo Zamburru

Llegó y se llevó nuestras certezas, nuestro estilo de vida, nuestros hábitos, la arrogante seguridad de que nuestro estilo de vida era el único posible y, sobre todo, que no se podía cuestionar, casi escrito en la piedra como las tablas de la ley. En cambio, todo se derritió como la nieve al sol, un sistema que parecía eficiente y protector, construido sobre el mito de la tecnología y la ciencia, se reveló en su desconcertante fragilidad: el sistema de salud bloqueado, los expertos y los políticos que envían noticias opuestas en un ballet contradictorio en el que se manifiesta siempre más el desprendimiento con la base, con los de abajo, los continuos boletines sobre el número de muertes, pronósticos de catástrofes económicas si las fábricas no vuelven a abrir, enfrentamientos entre quienes dicen que privilegian la salud y quienes argumentan que si nos empobrecemos demasiado, enfermaremos de pobreza. Una situación irreal que nos confunde, con imágenes continuas de calles vacías, videos de ataúdes transportados por el ejército como en el caso de Bérgamo, el personal sanitario extremado, ausencia de ruidos, animales salvajes en las calles. Todo con tonos retóricos de guerra, en los que la «guerra» contra el virus, la beatificación de los trabajadores de la salud, ya sean médicos o enfermeras, el énfasis en las personas que cantan desde los balcones parece servir para desviar la atención de las decisiones políticas que nos han llevado hasta esta situación, mientras que nuestros líderes no dejan de pelear, tanto a nivel nacional como europeo. Necesitamos reinventarnos, redescubrir nuestros recursos individuales y colectivos. Al igual que Robinson Crusoe después del naufragio, podemos elegir entre entregarnos a la desesperación, al miedo, a la ira o considerarnos afortunados, él porque había encontrado una caja con un rifle, algo de comida, ropa, nosotros porque redescubrimos el placer de estar con la familia, de leer libros, de tener tiempo para nosotros. Pero esto no es suficiente y se corre el riesgo de aceptar las cosas como inevitables, si este tiempo de reflexión no nos lleva a una conciencia que se convierte en un motor de cambio individual y colectivo. Y especialmente porquè en realidad el tema de tener tiempo para nosotros es algo que tiene que ver con la clase medio alta: que tiempo tienen los que viven en la calle, las familias donde 4 personas viven en 40 metros cuadros, los que perdieron el trabajo, los que no tienen plata si no trabajan dia a dia, los que viven en familias violentas, los que viven solos?

Por lo tanto esta crisi, esta pandemia es una línea divisoria que nos revelará lo que somos: un sistema que pueda proteger a los frágiles, acompañarlos y no dejarlos solos, abandonados, o un sistema que ensancha la brecha entre las clases sociales. Parece ser una situación similar a la del Imperio Romano, que se dirigía a la catástrofe. Leamos de nuevo el ensayo de Michel De Jaghere, que cuenta cómo los romanos se sentían seguros: tenían el ejército, tenían las finanzas, tenían la ley, en resumen, tenían la civilización. Los bárbaros, en cambio, sólo tenían fuerza militar, pero sobre todo no tenían «reservas». No tenían un código ético. Los errores de los romanos fueron incontables: en todos los campos. El Imperio implosionó, víctima de sus «certezas». Y así parece desmoronarse nuestra sociedad, basada en la ilusión de que la ciencia y la tecnología nos salvaría, siempre y, en cualquier caso, tanto que nos hacía vivir en una burbuja que no representaba la vida real.

No veo esta línea divisoria como un momento de reflexión y redescubrimiento del placer de vivir la vida y de no ser esclavos de las agujas del reloj, pero ciertamente impondrá tomar decisiones, y tendremos que ser numerosos y estar unidos para poder esperar que las decisiones no sean de los pocos que de todas maneras se beneficiarán aún más de esta catástrofe hija de muchos errores, por desgracia, demasiado a menudo de mala fe y para favorecer cada vez más a los que mandan en esta época ligada a la finanza y al control de las comunicaciones. Siento el riesgo de que muchas medidas de emergencia a corto plazo se coinvertirán en parte de nuestra vida cotidiana, porque las emergencias aceleran los procesos históricos. Países enteros actúan como conejillos de indias en experimentos sociales a gran escala. En este momento de crisis, tenemos que tomar dos decisiones particularmente importantes. La primera es escoger entre la vigilancia totalitaria y el responsabilizar a los ciudadanos. La segunda es entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad mundial. Desde hace 43 días en Italia hay cuarentena, con el bloqueo de todas las actividades excepto las esenciales, la salud, la alimentación y pocas más. Hay dos maneras de conseguir que los ciudadanos hagan esto: una es que el Estado controle a todos sus ciudadanos y castigue a aquellos que rompen las reglas. Hoy en día la tecnología permite controlar a todos, todo el tiempo. En su batalla contra la epidemia de Covid-19, varios gobiernos ya han utilizado las nuevas herramientas de vigilancia. El ejemplo más conocido son Korea del Sur y China. Mediante la vigilancia de los teléfonos móviles de los ciudadanos, el uso de millones de cámaras para el reconocimiento facial y la obligación de comprobar e informar sobre la temperatura corporal y el estado de salud de las personas, las autoridades chinas no sólo pueden identificar a posibles personas infectadas, sino también seguir sus movimientos y saber con quién han estado en contacto. Varias aplicaciones advierten a los ciudadanos si se encuentran en las proximidades de personas infectadas. En Israel han seguido este ejemplo. Por último, hace sólo dos días, el gobierno italiano también eligió una aplicación para ser utilizada en el territorio nacional para el seguimiento de los contactos entre los ciudadanos, “Inmune”, justificando su uso como «un asunto de seguridad nacional».

Hace años que sabemos que estamos siendo controlados, pero esta es una gran oportunidad para dar el salto. Porque cuando se le da a la gente la opción de elegir entre la privacidad y la salud, normalmente eligen la salud, pero esta es una falsa elección. Podemos elegir proteger nuestra salud y detener la epidemia de coronavirus sin establecer regímenes de vigilancia totalitarios, sino responsabilizando a los ciudadanos, enfocándonos en realizar más test de diagnósticos salud, en la información correcta y en la colaboración de una opinión publica bien informada. Por lo general, una población motivada y consciente es mucho más útil que una ignorante y controlada.

La epidemia del nuevo coronavirus es, por lo tanto, una importante prueba de ciudadanía. La segunda opción importante que tenemos que enfrentar es la que se encuentra entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad mundial. Tanto la propia epidemia en sí como la crisis económica resultante son problemas mundiales. Recientemente, 23 médicos y enfermeras cubanas llegaron a mi ciudad, Turín, un ejemplo de trabajo conjunto. La humanidad debe hacer una elección: ¿quiere continuar en el camino de la división o tomar el camino de la solidaridad mundial? Si elige la división, no sólo prolongará la crisis, sino que probablemente causará desastres aún peores en el futuro, véase entre otras cosas Trump que deja de participar en la financiación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si opta por la solidaridad mundial, esta será una victoria no sólo contra el coronavirus, sino también contra todas las futuras epidemias y crisis que puedan estallar en este siglo. Una reflexión dolorosa es la desaparición de las instancias especiales, las de los niños, los discapacitados, los sintecho, los pobres, las personas que están solas. El moralismo hipócrita del “estamos todos en problemas” nos hace mirar con ira y sospecha a lo que sentimos como privilegios, que pueden meternos en problemas ¡a nosotros que somos tan obedientes con las disposiciones! Una fuerza que se mueve en busca de chivos expiatorios, con el culpar a la ciudadanía y el riesgo de la deriva autoritaria, la militarización de la crisis como respuesta perversa a la demanda de seguridad.

PEQUEÑAS HISTORIAS DE MÉDICOS

Vittorio Dal Molin tiene 65 años, durante más de 30 años trabajó en un gran hospital de Turín y en diciembre de 2019 se jubiló. El 18 de febrero fue a Uganda a visitar a su hijo que trabaja en una organización no gubernamental (ONG). Llegó a Italia el 19 de marzo y se encontró con el caos y el miedo a la pandemia y decidió volver a su trabajo como voluntario.

Me impulsaban el sentimiento de solidaridad con los que hasta hace tres meses eran mis colegas, el sentido cívico, pero también el deseo de comprender desde adentro lo que estaba sucediendo.

Y toqué con mis manos las carencias de nuestro enfoque hacia la salud pública, centrada en curar y no en prevenir. Hacemos cursos de capacitación en medicina de catástrofes, tenemos planes de emergencias, pero ahora nos damos cuenta de que faltan dispositivos de apoyo respiratorio, dispositivos de protección para el personal sanitario, camas de cuidados intensivos, un plan de información y una movilización inmediata de la medicina territorial.

El hospital se ha convertido en el lugar de elección para la recepción de pacientes sintomáticos, con el resultado que se convierte en un multiplicador del contagio hacia los otros pacientes y trabajadores, y también tiene que curar a los pacientes gravemente enfermos que están en una fase avanzada de la enfermedad (hasta 15 días de fiebre y tos en casa tomando sólo los síntomas, a menudo en automedicación, antes de ir al hospital). Fue necesario dedicar nuevos sectores a los pacientes de Covid; en mi hospital hay ahora 10 camas equipadas con oxígeno en la iglesia (como estaba previsto en el plan de “super-emergencia”), departamentos de especialidades médicas y quirúrgicas se han convertido parcialmente en terapia intensivas y subintensivas, se multiplicaron los médicos y enfermeros tanto para la movilidad interna como externa (jóvenes residentes, enfermeros y médicos enviados por la protección civil, yo mismo). La terapia farmacológica se administra de manera completamente experimental, como parece ocurrir en todo el mundo, y por lo tanto los medicamentos se prueban en el terreno sobre la base de estudios realizados en China o aparecidos el día anterior en diversas revistas, médicas y de otro tipo, y en todo caso realizadas sobre muestras de población estadísticamente insignificantes; la separación de los hospitalizados, de los moribundos, de los propios cadáveres de sus seres queridos es lo más impresionante que he visto en mi vida profesional«.

Estas palabras son el resumen de una carta enviada por 100.000 médicos al Ministro de Salud, Esperanza, en la que exigen tres cosas para poder hacer frente a la pandemia de manera eficaz:

1. Dispositivos de seguridad para el personal sanitario (hasta la fecha han muerto 129 médicos y 30 enfermeras);

2. Test de diagnóstico para aislar los focos de contagio y para diagnosticar y tratar a tiempo;

3. El fortalecimiento de la medicina comunitaria, la verdadera y gran debilidad de nuestro sistema de salud.

Faltan unidades móviles eficaces que puedan hacer el diagnóstico y, por tanto, el tratamiento temprano, tratando en casa con todos los dispositivos necesarios, a fin de evitar un éxodo masivo a los hospitales que se convierten en un multiplicador del contagio.

El doctor Mauro Milanesio, médico de comunidad en Bra, 60.000 habitantes, cerca de Turín, me comentaba que no tenían dispositivos de protección, tanto que en las primeras semanas dos medicos murieron.

Finalmente, la Dra. Chiara Rivetti, secretaria de uno de los sindicatos médicos más importantes, me señaló algunos datos significativos:

  • de las cifras del 2015, nuestro Fondo de Salud está sub-financiado por alrededor de 30 mil millones de euros en comparación con Francia y Alemania.
  • de 2012 a 2014 ha habido recortes gubernamentales de 23.000 millones de euros y se prevé un nuevo recorte de 2.500 millones para el año en curso.
  • desde mediados de los Noventa hasta el 2018, la financiación pública a la salud pública se ha reducido a más de la mitad y en el mismo período, paralelamente, la financiación de la salud privada ha aumentado considerablemente.
  • De 2000 a 2014 se redujeron 71.000 camas de hospital; de 2009 a 2013, 24.000 entre médicos y enfermeras no han sido reemplazados.

Además, en la planificación no existe un vínculo entre la especialización y las necesidades territoriales. En mi región, Piemonte, se nota una escasez de 2004 médicos, especialmente en el área de emergencia, y que es tristemente evidente en esta dramática pandemia.

Se han construido obras costosas y que no se pueden usar: un hospital equipado con 185 camas, en Verduno, ¡para luego descubrir que no hay médicos y enfermeras para hacerlo funcionar!

En Milán se construyó un hospital con gastos faraónicos con 500 camas para cuidados intensivos, donde al final se descubre que los lugares en cuidados intensivos son en realidad 24, en un lugar rechazado por los médicos porque, al estar lejos de los hospitales, faltan cardiólogos, nefrólogos, todo el personal necesario para asistir a los que están en cuidados intensivos (se sabe que una de las complicaciones del virus es renal y puede llevar a la diálisis).

Para terminar, subrayo algunas situaciones:

1. Las disposiciones de algunas Regiones italianas han llevado a los pacientes positivos de corona virus a las residencias para ancianos con el fin de liberar plazas en los hospitales, con el resultado de una masacre de ancianos.

2. Los hospitales se han convertido en lugares inseguros por el contagio difundido entre operadores y pacientes que llegan a diario. Por lo tanto, a quienes tienen patologías se les hace muy difícil ir a los hospitales sin el riesgo de contagiarse con este virus. Es el caso de una amiga mía, que tiene un presunto cólico abdominal que intenta ir, como aconsejan los propios médicos, a un centro privado (afiliado con el sector publico), y que descubre que están todos cerrados: cuando se puede ganar dinero, están presentes con financiación pública, en los momentos de dificultad, ¡se encierran y rechazan a los ciudadanos!

3. En el campo de la salud mental, cuando esta emergencia terminará, recogeremos los platos rotos: la cuarentena no podrá no dejar secuelas. Algunos aspectos están en manos de los políticos: si las medidas a nivel nacional y de la Unión Europea darán oxígeno económico concreto, mucho se hará también como prevención en el campo de salud mental.

En términos estrictamente técnicos veremos la proliferación de trastornos postraumáticos, trastornos obsesivos, desequilibrios paranoicos, abuso de alcohol, víctimas de violencia doméstica, separaciones vinculadas a la cohabitación forzada.

A nivel preventivo el riesgo es el abandono que experimentan los pacientes psiquiátricos: los centros diurnos están cerrados, los centros de salud mental funcionan lo mínimo e indispensable, en algunos lugares (el primero fue Téramo) los hospitales SPDC (por su sigla en italiano: servicios psiquiátricos de diagnóstico y tratamiento, también denominados «mini-sectores») han sido cerrados para hacer lugar a las camas covid-19.

El mantener contactos telefónicos regulares, la creación de apoyo telefónico y en línea para los pacientes y sus familias, la asunción de la gestión de los problemas cotidianos de supervivencia, como llevar alimentos al hogar de las personas con dificultades o que viven solas, pueden reducir considerablemente los daños.

En el plano de la prevención primaria, las personas deben tomar medidas para llenar el vacío dejado por el aislamiento y el cambio de estilo de vida. Es importante tener una rutina diaria que da una sensación de continuidad y seguridad: por ejemplo, hacer ejercicio, leer, hablar por telefono y planificar a diario.

Los niños y adolescentes merecen un capítulo especial: 10 millones de personas que no se mencionan en los decretos. Para ellos un permiso corto para una caminata de media hora con uno de sus padres sería muy útil, especialmente si viven en casas pequeñas. Si se llevan a pasear los perros, se podría hacer lo mismo con los niños y adolescentes. Es importante explicar bien lo que sucede y de forma que no asuste, así como no hacerles cambiar demasiado sus hábitos en cuanto a la hora de las comidas, ir a dormir, no quedarse en pijama todo el día.

La búsqueda del enemigo es un mecanismo que se exacerba en tiempos de crisis, cualquiera que sea la crisis, porque nos engaña para identificar nuestros miedos en algo real.

Aquel que es elegido el objetivo se convierte en la pantalla ideal sobre la que proyectar nuestros miedos, pero también nuestra ira. Dándole al enemigo, en este caso al “untore” (quien contagia la peste), nos ilusionamos de dar en el blanco a quien genera nuestro miedo, ese virus que nos hace frágiles y nos hace sentir impotentes.

Sucedió hasta hace poco con los inmigrantes, ahora es el turno de los “apestados” (los untores), el mecanismo es siempre el mismo.

Mi gran preocupación es que estas dinámicas psicológicas son bien conocidas y, por lo tanto, utilizadas y guiadas por quienes tienen interés en ellas.

El 20 de marzo el diario La Repubblica dio a conocer un post en redes sociales publicado por el Comandante Alfa, un oficial retirado de los Carabineros (en italiano Carabinieri, cuerpo de policía del Ejercito italiano) que fundó las teste di cuoio (cabezas de cuero, unidades especiales de las fuerzas italianas). En Facebook, Alfa atacaba a los centros sociales y al movimiento “le sardine”, con comentarios e insultos machistas, invitando a desplegar el ejército, establecer el toque de queda, cerrar puertos y fronteras. En seguida Matteo Vallero, informa el diario, un conocido columnista de la derecha nacional, le pedía al General Farina, Jefe de Estado Mayor, que depusiera al Primer Ministro y tomara el mando.

Afortunadamente, los altos mandos del Arma de Carabineros y el Ministro de Defensa, Guerini, contraatacaron, amenazando denuncias legales.

Sin embargo, si observamos los comentarios a favor de estas publicaciones, vemos que la tendencia paranoica de buscar un enemigo, si es fomentado por personas sin escrúpulos, corre el riesgo de llevar la sociedad a la búsqueda del hombre fuerte, la dictadura.

Concluyo con dos pensamientos positivos, uno relacionado con el despertar de la tierra: los delfines han regresado al Golfo de Génova, un grupo de ciervos caminaba por las calles de un pueblo de Emilia, un grupo de patos caminaba en fila en la calle que corre a lo largo de mi casa, Turín, una ciudad industrial.

Finalmente, una frase de Ernesto Che Guevara: «creemos que la cultura y la salud son servicios en los que nunca gastaremos suficiente dinero, y cuanto más dinero podamos gastar en ellos, mejor será para todos. Y seguiremos invirtiendo todo lo que podamos en esta dirección».

Hoy, en dos de las regiones más ricas de Italia hay médicos y enfermeras que vinieron a ayudarnos desde esa isla, Cuba, ¡que llamamos con arrogancia el Tercer Mundo!

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