Hace poco más de cuatro décadas, la gente de San Pedro el Alto, en la Sierra Sur de Oaxaca, se propuso recuperar el manejo de sus bosques comunitarios que, en ese entonces, el Estado mexicano había dado en concesión a una empresa. Los habitantes de estas tierras ahora recuerdan ese episodio con orgullo, sobre todo porque marca el comienzo de su historia como una de las comunidades más destacadas cuando se habla de aprovechamiento forestal sustentable.
Después de ganar la batalla jurídica contra el Estado mexicano, esta comunidad zapoteca logró tomar el control de su bosque: 30 047 hectáreas habitadas, principalmente, de pinos (Pinus montezumae), oyameles de Juárez (Abies hickelii), madroños (Arbutus xalapensis) y encinos (Quercus scytophylla).
En este territorio de pendientes pronunciadas, donde hay diferentes niveles de altitud y varios microclimas, desde hace casi cuatro décadas los comuneros siguen un plan de manejo forestal que les permite conservar su bosque y, al mismo tiempo, producir madera.
La comunidad de dos mil habitantes, ubicada en el municipio de Zimatlán de Álvarez, es pionera en el manejo forestal comunitario en México. Hoy se distingue, entre otras cosas, por tener al menos cuatro empresas y generar 300 empleos.
El 80 % de los ingresos de los 320 comuneros y 170 comuneras provienen de esas empresas que tienen sus raíces en el manejo del bosque.
Además, han logrado tener un programa de pensiones para los comuneros que tienen más de 60 años de edad, quienes reciben un apoyo económico bimestral de 800 pesos.
“Desde hace como 20 años damos este recurso (a los adultos mayores) como una forma de agradecimiento por los servicios que dieron al monte (bosque) y a la comunidad», explica Braulio Pablo Antonio, presidente de Bienes Comunales de San Pedro el Alto.
Primer paso, recuperar el manejo del bosque
En 1954, el Estado mexicano concesionó a la Compañía Forestal de Oaxaca (CFO) el manejo de la zona boscosa que forma parte del territorio comunal de San Pedro El Alto.
El comunero Sergio Sánchez, quien está a punto de cumplir 70 años, recuerda que la empresa instaló su primer aserradero en el paraje Río Camote. “Había un bosque frondoso, un bosque virgen. (Los trabajadores de la empresa) cortaban los árboles más bonitos, los más grandes. El clima húmedo es apropiado para el pino”.
Sánchez menciona que la empresa fue expandiéndose por la Sierra Sur de Oaxaca, hasta tener presencia en los bosques de 10 comunidades de la región.
En 1982, ya al final del sexenio del presidente José López Portillo, el gobierno mexicano entregó una nueva concesión, por tiempo indefinido, a la Compañía Forestal de Oaxaca. Eso desató el enojo que llevaba ya tiempo acumulándose entre los habitantes de la región.
“No le daban trabajo a la mayoría de nuestra gente”, comenta Sánchez. Los habitantes sospechaban que la intención de la empresa era apropiarse del territorio comunitario. Esa fue una de las causas que los llevó a organizarse. “Decidimos solicitar el amparo en contra de este decreto. Nos juntamos y luchamos”, narra el comunero.
La batalla judicial duró más de un año. “Hasta que finalmente ganamos”, dice con cierta nostalgia al recordar a muchos de los comuneros que participaron en esa lucha y que ya fallecieron.
En 1984, se logró la cancelación de la concesión y la comunidad de San Pedro el Alto recuperó sus bosques. Funcionarios de la entonces Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH) asesoraron a los comuneros para que crearan lo que hoy es la Unidad Especializada de Aprovechamiento Forestal.
“Había personas que nos animaron —cuenta Sánchez. Nos capacitaron y aprendimos. Hicimos un ensayo y dijimos: vamos a ver cuánto sale, si conviene, le seguimos si no le paramos. Y seguimos. Nombramos un coordinador, un jefe de monte, un documentador y un financiero que manejaba el dinero y así con cuatro personas y una estricta vigilancia avanzamos”.
La empresa forestal comunitaria logró consolidarse —dice Sánchez— gracias a una práctica ancestral llamada tequio, es decir el trabajo comunitario no remunerado, las faenas con las que tenían que cumplir los comuneros.
Unión de conocimientos
Además de los saberes comunitarios, San Pedro el Alto puso en práctica otras acciones. En 1990, la comunidad formó parte de un convenio de cooperación en materia forestal que se firmó entre México y Finlandia; este proyecto consistía, entre otras cosas, en implementar el Sistema de Conservación y Desarrollo Silvícola (SICODESI), metodología desarrollada por especialistas de la Universidad de Helsinki.
“Este sistema inició aquí, pero ya se ha compartido en varios estados del país”, asegura el ingeniero Raúl Hernández Cortés, originario de San Pedro el Alto y responsable de los servicios técnicos forestales desde hace 30 años.
El SICODESI considera las necesidades de equilibrio ecológico, las actividades económicas y sociales existentes en la región, así como la cantidad de madera por corta, recursos humanos necesarios, la maquinaria, equipo, prevé costos y beneficios. Una de sus metas es lograr el desarrollo de los poseedores del bosque.
A diferencia de un sistema agroindustrial, donde se privilegia la producción para el mercado, se busca la acumulación del capital y se establece un modo de apropiación de la naturaleza, en San Pedro el Alto se da prioridad a un desarrollo basado en la producción para sostener las necesidades fundamentales, a partir de una relación de equilibrio y respeto hacia la naturaleza. Las investigadoras Mara Rosas Baños y Ruth Lara Rodríguez lo llaman desarrollo endógeno.
Casi 38 años después de que comenzaron su historia como una comunidad forestal, San Pedro el Alto es hoy considerada una de las más exitosas en el país. “Todo ha sido gracias a la lucha”, dice Sánchez.
Los frutos del manejo forestal
Las mañanas son muy frías y llenas de niebla en el campamento forestal La Cofradía, donde los trabajadores se juntan para desayunar antes de comenzar la jornada en el bosque.
Este lunes del mes de enero, hombres y mujeres se dispersan para realizar las labores: corta, amarre del trozo, recolección, conteo y distribución de la madera. De lunes a viernes, la actividad es similar en el bosque de San Pedro el Alto. Las jornadas son largas, comienzan a las 7 de la mañana y terminan a las 7 u 8 de la noche.
Al caer la noche, el frío vuelve a tomar protagonismo. Los trabajadores se reúnen alrededor de la fogata. Ahí están Luis Flores y Emiliano Ruiz, quienes recuerdan cómo fueron los primeros años del manejo forestal comunitario.
“Iniciamos con todo prestado. No teníamos recursos, pero pedimos un préstamo y con un poco de capital se compraron las grúas y motosierras. Ahora todo es propio de la comunidad”, platica Emiliano.
La relación entre esta comunidad y su territorio parece estar marcada por la reciprocidad: “Nosotros nos adaptamos al bosque, porque de ahí tenemos para sostener nuestras necesidades básicas. Y el monte se adapta a uno, porque lo vamos cultivando”, dice el presidente del comisariado de bienes comunales, Braulio Pablo Antonio.
El aprovechamiento sustentable del bosque ha permitido que los habitantes, además de tener recursos económicos por la venta de la madera, hayan invertido en obras sociales como en la reconstrucción de escuelas o la adquisición de una ambulancia. Incluso, lograron montar una pequeña farmacia en donde los comuneros solo pagan el 50 % del costo de los medicamentos.
El manejo forestal también les ha permitido crear varias empresas comunitarias. Hoy San Pedro el Alto cuenta con un aserradero, una purificadora y comercializadora de agua —en la que sólo laboran mujeres—, una gasolinera y una compañía de transporte que ofrece servicio en las distintas localidades de la región.
Los comuneros tienen planes de integrar un programa de ecoturismo en su bosque, explica el ingeniero Raúl Hernández Cortés, responsable del manejo forestal desde hace 30 años. “Tenemos cabañas, pero las hemos ocupado, sobre todo, para alojar a quienes asisten a las capacitaciones que aquí se dan a ejidos y comunidades forestales de varias partes del país”.
Desde el 2015, San Pedro el Alto es considerada por la Comisión Nacional Forestal (Conafor) como una de las comunidades escuela en el tema de manejo forestal, explica Hernández.
La importancia de la asamblea comunitaria
A diferencia de otras comunidades de esta región, San Pedro el Alto tiene dos características que la han hecho sobresalir, según la maestra en desarrollo rural e integrante del Comité de Recursos Naturales de la Sierra Sur, Lilia Ricárdez Galindo: una eficiente asamblea comunitaria y la visión a futuro.
“La asamblea es su mayor fortaleza, son pocos y toman decisiones rápidamente. Además, nadie llega a un cargo si antes no han ocupado otros”, explica Ricárdez.
Las autoridades de esta localidad tienen claro que todo lo logrado no hubiera sido posible sin la estricta vigilancia de la asamblea al sistema de cargos, obligatorio para todos los habitantes mayores de 18 años de edad y que se práctica como parte de los usos y costumbres de las comunidades indígenas de Oaxaca.
Sergio Sánchez, quien a lo largo de su vida ha ocupado casi todos los cargos, destaca la importancia de la asamblea comunitaria. Es ahí, dice, en donde se nombran a quienes revisan la documentación y la transparencia de las empresas.
Más que madera
A diferencia de los tiempos en los que la Compañía Forestal de Oaxaca tenía la concesión del bosque, hoy los comuneros tienen conocimientos técnicos sobre la silvicultura y tienen un compromiso para su cuidado y protección.
Para tener más información sobre el estado de salud del bosque y de las especies que lo habitan, los comuneros de San Pedro el Alto han colocado 20 cámaras trampa.
Gracias a esta tecnología, pero también a la observación directa, han identificado especies como el venado cola blanca (Odocoileus virginianus), el puma (Puma concolor), el coatí o tejón (Nasua narica), entre otras, asegura el técnico forestal Martín Antonio Santiago.
También han documentado una variedad de especies florísticas, como el madroño (Comarostaphylis discolor), el palo de fierro (Ostrya virginiana), el tilo americano (Tilia Americana Var. Mexicana) y diversas especies de orquídeas.
En estos bosques, la ingeniera forestal Araceli Zamitiz Bonilla realizó una investigación sobre plantas; en su estudio documentó la presencia de 88 especies que tienen usos medicinales.
Bosque, una herencia generacional
Desde hace 20 años, esta comunidad mantiene la certificación del Forest Stewardship Council (FSC), la cual corrobora que el bosque ha tenido una gestión apropiada desde el punto de vista ambiental y beneficia las vidas de quienes habitan el territorio.
Zandra Martínez, presidenta del Consejo Directivo del FSC, considera a San Pedro el Alto como un ejemplo para otras comunidades forestales.
Para las comunidades de Oaxaca que hacen aprovechamiento forestal, como San Pedro el Alto, el bosque no sólo representa la posibilidad de producir madera. Es un bien común —señalan los integrantes del comisariado— que debe cuidarse para las siguientes generaciones.
“El monte es la única forma que tenemos para sostener a nuestra comunidad, a nuestros comuneros y comuneras, a la niñez. Por eso, en su cuidado y trabajo nos involucramos todos; queremos dejarles una buena herencia…Queremos transmitirle a la juventud y a la niñez que sigan el mismo ejemplo: que sigan conservando los bosques para el beneficio de todos”, dice Braulio Pablo Antonio, presidente de Bienes Comunales.
El hombre recorre el monte, supervisa las actividades y comenta con otros comuneros sobre los trabajos que deben hacerse en los próximos días. Todos hablan con orgullo del bosque que recuperaron y de lo que han construido hasta ahora.
“La comunidad ha tenido mucho esmero en el cuidado del bosque, sobre todo para evitar las quemas y los incendios”, dice el comunero Sergio Sánchez.
El presidente del comisariado resume la historia de esta comunidad forestal en unas frases: “Le tenemos fe al bosque por todos los beneficios que tenemos. Por eso, lo tenemos que cultivar. Nos sentimos orgullosos, porque se ha prosperado”.
* Imagen principal: Integrantes del comisariado de bienes comunales de San Pedro El Alto. Foto: Rocío Flores
Publicado originalmente en Mongabay Latam